La cura contra la infectadura

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“Pensar contra la corriente
del tiempo es heroico; decirlo, una locura”
Eugéne Ionesco
La historia cuenta que un 25 de Mayo del
2020, un grupo de argentinos salió a la calle, a pesar de estar prohibido, y
dijo ¡BASTA! Dos siglos después de aquel
Cabildo Abierto de 1810, se repitió la historia, aunque solo sea en lo
simbólico.
Así como el Virrey Cisneros llamaba “perdularios y sediosos” a quienes
clamaban por ser dueños de su destino, hoy, los médicos que reclaman con
responsabilidad y madurez respeto, son tratados como delincuentes y asesinos,
acusados de querer propagar el virus.
En la Semana de Mayo de 1810 se citó a “la parte más sana y principal del
vecindario”, hoy fueron los médicos los que se auto convocaron en esta
suerte de Cabildo Abierto. Fueron aquellos que se ocupan de mantener sana
la salud de los argentinos; fueron ellos los primeros en salir a la calle para
enfrentar los abusos de poder del gobierno y exigir que se termine con la
persecución y se mantenga sana la
República.
Ni
héroes ni asesinos, médicos. Ciudadanos responsables que aman su
profesión, argentinos que están cansados de ser pisoteados, ninguneados, hartos
de soportar presiones, honorarios miserables y falta de apoyo material y legal.
Beruti dijo en aquel 1810: “esto ya pasa de juguete, no estamos en
circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta
ahora hemos procedido con moderación ha sido por evitar desastres y la efusión
de sangre. El pueblo en cuyo nombre hablamos está armado en los cuarteles y una
gran parte del vecindario espera en otras partes”.
Los médicos en el 2020 marcharon “para
hacer visible ante el conjunto de la sociedad lo que durante tantos años
perversamente se silenció”,
una salud enferma, el manoseo y el abuso hacia los profesionales y el engaño
homicida al que los políticos y sindicalistas mandamás de las obras sociales,
somete a la sociedad en general.
Lo que quizás no
tuvieron en cuenta los galenos, fue que sus reclamos no terminaron en sus
reclamos, que sus bocinas no se escucharon sólo en las calles, sino que
retumbaron en muchos corazones y que comenzaron a despertar conciencias.
Quizás por el
momento solo fueron unas pocas, más la semilla ya ha sido sembrada y los
primeros brotes comienzan a verse. Crece
un sentimiento de hartazgo, de rebeldía, de independencia. Un grito de soberanía individual que reclama
libertad, ese grito que en 1810 se levantó contra la Corona Española, hoy lo
hace contra la Corona de los Políticos.
Hace más de 200
años, los vecinos consiguieron que las medidas para la Junta fuesen costeadas “con los sueldos del Virrey, de los Oidores, de la
Renta de tabacos y otros… y que no se impongan nuevas contribuciones”. Hoy, como argentinos, debemos
exigir lo mismo. Que los políticos y la
burocracia acomodaticia se hagan cargo de los costos de esta decadencia que
padecemos, decadencia en la que hemos terminado gracias a las medidas
demagógicas de los últimos 70 años y a la imposición de esta cuarentena
cavernícola; ambas son el padre y la madre de la miseria y del hambre que sufre
nuestra patria.
Argentina era, al momento de la Revolución
de Mayo, una tierra salvaje, poco explorada y pobre. Éramos una colonia olvidada en el fin del
mundo.
Nos llevó 50 años concretar nuestra
independencia, la sanción de una Constitución y la unificación (con sus pros y
contras) como nación; aunque seguíamos siendo pobres, analfabetos e
inexplorados. 50 años después (1910)
éramos el país con mayor ingreso per cápita del mundo, más que Suiza,
Inglaterra o Estados Unidos.
Este cambio no lo llevaron adelante
marcianos ni los habitantes de la Atlantis.
Este cambio lo hicimos nosotros, los argentinos. Este cambio lo hicimos trabajando, respetando
una maravillosa Constitución (después la arruinaron con el 14 bis) y sobre todo
lo hicimos asumiendo nuestro deber cívico, poniéndonos al hombro las
responsabilidades republicanas y alejando el poder absoluto de manos de los
políticos.
Nuestra patria cambiará y crecerá cuando “nos hagamos cargo” de lo que nos toca
como argentinos y terminemos con la sumisión al poder político. No es una tarea sencilla, tampoco los
resultados serán inmediatos; pero debemos empezar de una vez por todas a ocupar
espacios en la cultura, la educación, las fundaciones, las ONG y los más osados
en la política.
Debemos sacarnos de la cabeza la inquietud
acerca de “qué tipo de país le dejaré a mis hijos”. El desafío, la solución, es exactamente lo
contrario. Nuestra grandeza y bienestar
personal y nacional, va a llegar cuando entendamos que lo verdaderamente
importante y de lo que nos debemos ocupar es de definir “qué tipo de hijos le dejaremos a
nuestro país”.
Debés elegir: ¿ser un sumiso esclavo que
baja la cabeza y obedece, esperando recibir la miserable limosna de una
seguridad digna de una mascota; o convertirte en un orgulloso y valeroso
ciudadano, dueño de su vida y de su libertad, poderoso creador de su destino?
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