Es hora de clausurar el FMI
Steve Hanke
Senior Fellow en Cato Institute, Washington DC.




La nueva directora del Fondo Monetario Internacional, la búlgara Kristalina Georgieva, ha aprendido a jugar el juego. El juego es nunca dejar que se desperdicie una “crisis”. En el caso del FMI, las crisis deben explotarse de manera que aseguren que el alcance y la escala de la burocracia hinchada e ineficaz el FMI se pueda ampliar aún más. 
Establecido en 1944 como parte del acuerdo de Bretton Woods, el FMI fue diseñado para ser el principal responsable de extender los créditos subsidiados a corto plazo a los países que experimentan problemas de balanza de pagos en virtud del sistema internacional de la posguerra de tipo de cambio fijo. Sin embargo, en 1971, Richard Nixon, el entonces presidente de EE.UU., cerró la ventana del oro lo cual provocó el colapso del acuerdo de Bretton Woods y lógicamente, el deceso del FMI. Fue entonces cuando el FMI debió haber sido disuelto. Pero desde la desaparición del acuerdo de Bretton Woods, el FMI ha aprovechado cada crisis como una oportunidad para soñar un nuevo mandato y expandirse. 
Las crisis petroleras de los setenta fueron las primeras en permitir que el FMI se reinventara. Se consideró que esos shocks “requerían” más préstamos del FMI para facilitar los ajustes de balanza de pagos. Hubo más préstamos del FMI: de 1970 a 1975, los créditos del FMI aumentaron más del doble en términos reales, ajustados para la inflación. 
Con la elección de Ronald Reagan en 1980, parecía que el oportunismo en momentos de crisis del FMI podría ser controlado. Sin embargo, con el inicio de la crisis de la deuda mexicana, más préstamos del FMI fueron necesarios para contener la crisis y prevenir quiebras bancarias en EE.UU. Esa fue la razón que utilizó el presidente Reagan, quien presionó personalmente a 400 de 435 congresistas para aprobar el incremento de la cuota de EE.UU. en el FMI. Una vez más, los préstamos del FMI aumentaron un 27% en términos reales durante el primer mandato de Reagan. 
Luego vino el colapso de la Unión Soviética. ¡Que bonanza de “trabajo para los chicos” fue esa! Y la lista sigue y sigue con cada oportunidad que se le presentara al ineficaz FMI para otorgar más créditos y asesoramiento.
Sin perderse alguna vez una oportunidad, Georgieva ya se ha movido. Los bancos y los derechos de propiedad de los accionistas son sus objetivos. El título del artículo de opinión de la directora del FMI en el Financial Times lo dice todo: “Los bancos deben detener los dividendos y recompras o ser obligados a hacerlo”.
¿No son los propietarios de las acciones bancarias quienes deciden si sus bancos pagarán dividendos o recomprarán sus acciones? Y, si existen restricciones de los derechos de propiedad de los accionistas de los bancos, ¿no están estas impuestas por leyes y reglamentos exigidos por los soberanos? Bueno, eso fue entonces, no ahora. Hoy en día, las cosas se han politizado tanto que incluso una organización internacional como el FMI, ha podido otorgarse una licencia para entrometerse en lo que solía no ser de su incumbencia, es decir, los derechos de quienes poseen acciones bancarias. 
Si bien la capacidad de adaptación del FMI es realmente impresionante, su intromisión más reciente ofrece una razón más para ponerle fin. 


Este artículo fue publicado originalmente en National Review (EE.UU.) el 26 de mayo de 2020 y en Cato Institute.

 

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