Don Manuel Belgrano, ¡cómo se te extraña!
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




"Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. Pero yo me río, y sigo mi camino".
"Lo que creyere justo lo he de hacer, sin consideraciones ni respetos a nadie".
                                                                                                            Manuel Belgrano
 
200 años atrás moría Manuel Belgrano, aquel patriota de bajo perfil que siempre estuvo dispuesto a brindarse por la Nación.  El mismo que sin aspaviento ni títulos presuntuosos, dijo presente en todos y cada uno de los momentos fundamentales del nacimiento de nuestra Argentina.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en 1770 y fue uno de los 11 hijos del matrimonio de un comerciante genovés y una dama de sociedad de Buenos Aires. 
Comenzó sus estudios en el Real Colegio de San Carlos, aquel al que Ricardo Rojas bautizó como el “Colegio de la Patria” y del que egresaron figuras tales como Saavedra, Moreno, French, Dorrego, Rivadavia, Pueyrredón, Urquiza, Pellegrini, Roque Sáenz Peña, Alvear, Echeverría, Alberdi, Marcos Paz y los premios Nobel Carlos Saavedra Lamas y Bernardo Houssay.
Siguiendo los deseos de su padre, a los 16 años parte a España para aprender allí los secretos del comercio, pero ese no era lo que él estaba buscando.
Comenzó sus estudios en Salamanca, a los 17 años recibió el título de licenciado en filosofía y a los 23 el de abogado.  Inquieto y hambriento de saber, leía en francés, italiano e inglés los libros que hablaban de las nuevas ideas políticas y económicas reinantes, abrazó el pensamiento de los fisiócratas (suerte de proto-liberales) y buscó implantarlas a su regreso a América.  Frecuentaba la Corte y los salones literarios, cuidaba de su estética y aseo, cultivó su espíritu en las artes, la ciencia, el código de caballero y el civismo, todo ello con esmero y prolijidad.
A los 24 años, regresó al Virreinato con el cargo de Secretario perpetuo del  Consulado de Buenos Aires, institución que sabiamente él mismo había propuesto crear para resolver problemas comerciales.  Desde ese momento y con todo el bagaje adquirido, comenzó su etapa de hombre de acción.
Abogado, filósofo y periodista; funcionario público, promotor de la educación, del respeto al aborigen y de la igualdad entre hombres y mujeres; civil devenido a militar, revolucionario perceptivo y creador de nuestra bandera; ferviente masón, incansable humanista y devoto cristiano; estuvo casado con sus ideales y aunque no tuvo esposa, el amor no le era extraño, es así que tuvo una hija con María Dolores Helguera (Manuela del Corazón de Jesús Belgrano) y un hijo con Josefa Escurra (cuñada de Juan Manuel de Rosas y a la postre quien lo crio) llamado Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
Hombre de honor, modesto en la victoria y gallardo en los reveces; respetuoso con sus rivales vencidos y uno más de sus soldados en la derrota.   
No acumuló riquezas en oro y plata, todo lo dio por su patria.  Abandonó la vida cómoda de hombre de sociedad para cumplir con su deber cívico.  Murió a los 50 años pobre, enfermo, rodeado por un puñado de amigos y con un grito amargo contenido en su garganta, “ay patria mía”.
Le debemos tanto a quien recordamos por tan poco.  Olvidamos al hombre que supo contestar cuando lo trataron de prócer con un “mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”
Ese hombre que no fue tan solo un trozo de tela celeste y blanca, sino que fue la voz de la conciencia de aquel 1810, el espíritu de libertad presente en sus enseñanzas, el brazo armado para nuestra independencia y un emocionante ejemplo de amor para con nuestra Argentina.
Como despedida, dejo algunas de sus frases célebres para que las meditemos, para que nuestras almas sientan admiración y vergüenza al comparar su valor, determinación y entrega frente a la tibieza, cobardía y dejadez de nuestros actos presentes:
# “La vida es nada si la libertad se pierde”
# "El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente".
# "Fundar escuelas es sembrar en las almas".
# "Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método, no desorden; disciplina, no caos; constancia, no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia".
# "No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al fin es con la que vivo en todos los instantes y no quiero que me remuerda".
# "Renuncio a mi sueldo de vocal de la Primera Junta de Gobierno porque mis principios así me lo exigen".
 

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