El fin del republicanismo y del federalismo en Argentina… ¿y del estado de derecho?

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“Seamos
libres, que lo demás no importa nada”
José de San Martín
¿Es el Covid una justificación o un pretexto
para la instalación de un totalitarismo light?
Muchos dirán que exagero; que el gobierno está
limitando solo un poquito nuestras vidas pero que no es para tanto; que lo hace
por nuestro bien; que es un pequeño esfuerzo que nos piden para cuidar a todos,
que no debemos ser tan egoístas. Todo
suena muy loable pero, ¿es así?
Dice el diccionario que el totalitarismo es el “régimen
político en el que el Estado concentra todos los poderes en un partido único y controla
coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial”…
¿de verdad crees que estamos muy lejos de esto?
En el título expreso los principios que Alberdi plasmó en nuestra
Constitución y que, cuando supimos cumplirlos, nos convirtieron en el país
más próspero del mundo. Veamos:
El republicanismo
asegura la división del poder del gobierno en tres estamentos; los cuales se
limitan, controlan y fiscalizan entre sí.
¿Cuál es el fin de esta división?
No permitir que un gobernante se haga con la suma del poder político
pero, sobre todo, mantener al estado en una posición de subordinación ante el
ciudadano de a pie. Hoy sucede
exactamente lo opuesto.
En Argentina, el poder ejecutivo ha doblegado
al legislativo y al judicial. La
cobardía de los congresistas y de los jueces solo es igualada por su vanidad y
por su avaricia. Lo novedoso es que este
desbalance entre los poderes no se limita a la esfera nacional, también se da a
nivel provincial e incluso municipal.
Tal es el caso del intendente de Malagueño, una
pequeña localidad serrana de Córdoba, en la que no se contentó con multar a unos
ciclistas de montaña que “osaron” en
plena naturaleza, ¡sino que les secuestró sus bicicletas!, pasándose por “sus posaderas” el estado de
derecho. Se ve que los cuises y los
zorros del campo, cuando estornudan, son grandes difusores del coronavirus.
Cuando el estado se vuelve poderoso, el
individuo deja de ser soberano y se vuelve esclavo. Cuando el estado ordena, el individuo
obedece… hasta que muere o se rebela.
El federalismo dice que las provincias son
fundamentalmente autónomas y delegan ciertas y puntuales atribuciones al
gobierno nacional. Lejos estamos de
este principio. El presidente Fernández
y sus lamedores adláteres deciden por todo el país. Nos imponen privaciones y restricciones no
sólo a los ciudadanos, sino también a las autoridades provinciales y
municipales, las cuales son incapaces de
hacerles frente y defender a los vecinos que representan.
¿Y por qué no les hacen frente?, porque “billetera mata galán” y prefieren ser
obsecuentes antes que honorables, prefieren arrastrarse que estar de pie.
Esto no es nuevo, valga como muestra el
deleznable Juan Manuel de Rosas, quien sin ser presidente manejó a su antojo
nuestro país e impuso sus propias condiciones.
Disfrazado de federal, obligó a todas las provincias a comerciar a
través del único puerto autorizado, el de Buenos Aires y cuando los
comerciantes extranjeros quisieron saltear el puerto porteño, “inventó” la fábula de la soberanía nacional
en riesgo, que hoy recordamos como la Vuelta de Obligado. No es extraño que quienes lo admiran y
enaltecieron aquel atropello a las demás provincias, sean los mismos que hoy
nos atropellan.
¿Y el
estado de derecho?, bien gracias.
Entendemos por estado de derecho aquel en el que cada persona está
sujeta a la ley, incluidos los legisladores, el ejecutivo y los jueces. Es aquel en el que las autoridades del estado
están limitadas estrictamente por un marco jurídico preestablecido que aceptan
y al que se someten. Por lo tanto, toda
decisión del gobierno ha de estar conforme a la ley y guiada por un absoluto
respeto a los derechos individuales.
Está claro que cada día nos alejamos un poco
más del estado de derecho. Está claro que
el atropello ilegal, pero sobre todo ilegítimo, cometido por parte del gobierno
para con nuestros derechos y libertades, es una forma de dictadura y aunque por
los modos, se parezca más a una dictablanda, no deja de ser una expresión del mismo
despotismo que siempre mostraron, a lo largo de nuestra historia, los miembros
de este partido.
Hemos perdido… no… hemos abandonado indolente e
irresponsablemente los principios que Alberdi plasmó en la Constitución como
anticuerpos contra los despotismos.
Hemos dejado que una caterva de delincuentes, patoteros y corruptos
impunes tomen el control de nuestras vidas… ¡y nos quedamos de brazos cruzados!
Es tiempo de recuperar la República, es tiempo de volver a ser Federales; es tiempo de exigir el cumplimiento del Estado de Derecho. Por eso, hoy, más que nunca, es tiempo de
desatar La Rebelión de los Mansos.
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