Esquizofrenia monetaria
Manuel Suárez-Mier
Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
La crisis económica mundial causada en alguna medida por la pandemia que cerró buena parte de las actividades productivas, sumada a la revuelta global contra el abuso policial de minorías raciales, en especial la negra, han generado propuestas de política económica totalmente desquiciadas.
La última, escrita por senadoras “progresistas” de EE.UU., con Elizabeth Warren (a) Pocahontas[1] como su líder, propone ampliar los objetivos del banco central, el Fed, que hoy son mantener la inflación controlada y maximizar el empleo, para incluir la reducción de la desigualdad racial.
La iniciativa titulada Federal Reserve Racial and Economic Equity Act requeriría que el banco central tome las medidas necesarias “para minimizar y eliminar la disparidad racial en el empleo, salarios, riqueza y acceso a crédito asequible,” aunque no especifica cómo es que la autoridad monetaria lograría tal objetivo.
Esta iniciativa apoyada por 21 senadores no tiene posibilidad de ser aprobada por el pleno, dominado por republicanos. Aún si pierden el control del Senado en la elección de noviembre, parece remoto que una idea tan absurda se apruebe, pero ya hay otras similares.
El candidato presidencial Joe Biden, que nadie consideraba un radical, formuló ideas afines aunque menos extremas, pidiendo que el Fed “sume a la responsabilidad que ya tiene de maximizar el empleo, la de atacar agresivamente las brechas raciales persistentes en salarios, empleos y riqueza”.
Estas propuestas no consideran que el Fed carece del herramental para alcanzar la igualdad racial, lo mismo que no lo tiene para minimizar el desempleo, pues cuenta con un solo instrumento autónomo, que es la política monetaria, por lo que no puede dedicarse sino a un solo objetivo, la estabilidad de precios.[2]
Las propuestas esquizofrénicas en política monetaria radicales van más allá de ésta, e incluyen la llamada “nueva política monetaria”, que ya hemos comentado en esta columna, pero que ahora aparecen con un nuevo halo de respetabilidad pues publicaciones acreditadas como The Economist, les dedica su portada y les da un nivel de credibilidad comparable al de escuelas de pensamiento serias.
“La nueva era”, como la califica la revista, “cuya preocupación primordial es la de explotar las oportunidades y contener los enormes riesgos que provienen de un nivel gigantesco de intervención del Estado en la economía y en los mercados financieros”, consiste en más gasto público deficitario imprimiendo dinero.
Sus cuatro características son: enorme endeudamiento público financiado con la creación de efectivo, que resulta en bajísimas tasas de interés, con el Estado asignando recursos financieros en actividades productivas a su antojo, todo esto en un clima de baja inflación, que, a su vez, permite que las bajas tasas imperen.
¡Deus-ex-machina, hallaron la receta mágica que resolverá todos los problemas!, salvo que esta película ya la vimos y sabemos cómo termina: en una debacle pasmosa, con inflación, miseria y mayor desigualdad.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 17 de agosto de 2020 y en Cato Institute.
Referencias:
[1] En su campaña para el Senado en 2012, salió a relucir que Warren había apoyado su carrera académica afirmando su ascendencia de indios americanos, con lo que aprovechó las ventajas otorgadas a minorías étnicas.
[2] Tinbergen y Mundell probaron que los objetivos independientes de política económica requieren no sólo del mismo número de instrumentos también independientes, sino aparearlos con los objetivos para los que son más efectivos.
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