El Gobierno promueve la deshonestidad
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El
nivel de vida de un país depende de su capacidad de producir bienes y servicios, por lo
tanto, el ahorro es un importante
determinante, a largo plazo, de la productividad. Si aumentáramos la tasa
de ahorro, la del PBI también aumentaría y los ciudadanos disfrutaríamos con el
tiempo de una mejor calidad de vida.
La
baja tasa de ahorro es atribuible, en gran parte, a la legislación tributaria. El
problema a corregir es que el Gobierno recauda ingresos gravando la renta. Habría
que modificar la legislación tributaria para fomentar el ahorro, tener una
legislación que permita proteger ,parte de ellos, de los impuestos. De esta
manera la gente ahorraría más, consumiendo una proporción menor de su renta, para
aumentar sus depósitos en los bancos, o
para comprar más bonos, por ejemplo. La
resultante de la modificación de la ley tributaria, en éste sentido, reduciría los tipos de interés y aumentaría la
inversión. También, podría establecerse una reducción fiscal a toda
empresa que construyera una nueva fábrica.
Reduciendo
el déficit presupuestario, nuestro problema más apremiante, se detendría el crecimiento de la deuda
pública. La consecuencia de no haberlo hecho es la peligrosa disminución de las inversiones al comprimirse la oferta de
fondos prestables, para financiarla. Por
este problema ha subido la tasa de interés, desanimado a los inversores, y el Estado
sigue expulsando a prestatarios privados,
o sea,
expulsando inversión y reduciendo el crecimiento de la productividad y
del PBI.
Pero ¿cómo cambiar el sistema que nos ahoga e
ir hacia un mercado libre y competitivo realizando las reformas tributaria,
laboral y del Estado necesarias para
regresar a la línea recta, en el ambiente
de deshonestidad actual?
¿Quien ha alterado el mecanismo de mercado? ¿Quien
abusa de su fuerza para envilecer la moneda y el ánimo de progreso? ¿Quien
convirtió en respetables a aventureros y ladrones y en tontos a los hombres que
tenia hábitos de ahorro y de trabajo? ¿Quien hizo de la deuda crónica y del desprecio
al trabajo bandera de reivindicaciones? Fueron los gobiernos, que con pocas
excepciones, se sucedieron desde el 43 en adelante. Nos han hecho caer en un
régimen institucional de valores trastocados, convertido en legal. Hoy se
considera constitucional lo anticonstitucional,
y el cínico juego de las palabras disfraza hechos reales apelando a la
democracia, la igualdad, y la justicia. Tanto, el nuevo vocabulario que confunde a los que
tienen menos instrucción, como enmarañar normas constitucionales, son
expresiones concretas de deshonestidad, formas corrientes de fraude político y
económico, que se aceptan como hechos
consumados, y permanentes, sin más análisis ni critica. Combatirlos no es
tarea sencilla para quienes lo intentamos.
La
evasiòn fiscal en Argentina es superior a muchísimos países, y además es
aceptable: los contribuyentes obligados a absorber los gastos del Estado se ven
sometidos a la violencia y presiones fiscales
buscando la forma de eludirlos.
Dejan así de ser sujetos pasivos ante tanta carga tributaria- ni los más
ricos pueden cubrir los barbaros requerimientos de los gobiernos- para iniciar
el camino obligado de la deshonestidad. En
resumen, para mantener la integridad
patrimonial y no ser robados legalmente por el Estado, los contribuyentes deben convertirse en
deshonestos obligados. Malgastan tiempo
y esfuerzo en aprender cómo escaparle al
fisco. El comerciante, cuando compra a
los proveedores, debe hacer arreglos
espurios que beneficia a ambos. Documenta algunas ventas sin facturar, el
comprador hace lo mismo, y de esta
forma, crean un mercado paralelo. Evitan IVA y Ganancias. La gente acaba por
corromperse, porque “todos lo hacen” y terminan pensando que es normal.
Los pobres dan argumento a los funcionarios
intervencionistas para aumentar la carga fiscal, sin hablar de la inflación,
impuesto adicional que no es como los demás, porque no se emite, por él, una factura. Cuando el gobierno imprime dinero,
el nivel de precios sube, por lo que los billetes que tenemos en la
billetera valen menos, por lo tanto, es un impuesto sobre todas las personas que
tienen dinero. No olvidemos los controles de cambio que despojan al
productor quitándole la mitad, o más, del producto bruto, cobrándosele, además, el
impuesto a los réditos, a las ventas, a las actividades lucrativas, y otros.
Empresas
importantes en lo económico y comercial,
que no gozan de ningún monopolio creado
por el proteccionismo estatal, terminan sin poder aguantar esta maligna estructura económico -financiera,
convirtiéndose en deudoras del Estado. Durante el gobierno del ex presidente
Macri, vimos desfilar a varios de ellos,
acusados de ser socios, en la deshonestidad, del Estado. Un ejemplo claro, fue el de Cristóbal López, con el tema de
los combustibles. Amparado por AFIP no realizó los aportes
correspondientes, utilizando ese capital proveniente de impuestos retenidos
para otras inversiones, Evidentemente en connivencia con el Gobierno. Es el sistema el que corrompe.
¿Cómo
han podido ignorar los gobiernos que ese despojo a unos es el subsidio a otros?
La deshonestidad juega un papel preponderante en este sistema donde se deja de
lado la operatividad del mercado. El dirigismo y planificación de la economía,
crea medidas incumplibles, por lo cual están destinadas a ser violadas, convirtiendo, a todos los ciudadanos, en
infractores y defraudadores. El
contribuyente, salvo el que tiene protección oficial, está destinado a la ruina, por ello, termina por no cumplirlas violando la ley,
después de intentar una defensa legal,
casi siempre no exitosa, ya que
el sistema hace que los jueces crean en
la omnisciencia del Estado o lo sostienen por temor a empeorar su situación, y la de sus familias.
El
Gobierno es quien debería rectificar el rumbo de la mejor manera posible:
devolviendo su valor social a todas las virtudes que son pilares de la
organización social en lugar de continuar agraviándolas. Nuestros representantes en el Congreso deben
terminar con la arbitrariedad y abuso en la legislación corrigiendo, como medio
de restablecer los valores éticos, las relaciones afectadas, entre el fisco, el contribuyente y los
funcionarios del gobierno.
La
ética debe presidir todo el quehacer
humano, incluso el político- económico. La
deshonestidad no es un clima propicio para desempeñar ninguna actividad ya sea
individual o social. Cuando la sociedad no ofrece al hombre, sino desorden e incertidumbre,
el comportamiento humano resulta profundamente modificado, se alteran las
perspectivas tradicionales de los destinos individuales, la moralidad cambia,
los valores aceptados se derrumban.
El presidente y su equipo no parecen decididos a cambiar el rumbo. Lo
muestra claramente la gente en la calle considerando al país menos estable que
antes y el repentino movimiento de salida de capitales. Cuando los inversores
de todo el mundo observan que hay problemas políticos deciden invertir en otros
países.
La política del gobierno basada en hacer crecer
el mercado interno no se llevará bien con la realidad, implica cerrar la
economía imponer aranceles y
restricciones comerciales .La orientación de la economía hacia adentro hará que Argentina no se beneficie de las
ganancias derivadas del comercio. Argentina orientó, de esta manera, su política durante buena parte del siglo XX.
En cambio, Corea del Sur, Singapur, y Taiwán, disfrutaron de elevadas tasas de crecimiento
económico por el camino inverso. Los ciudadanos de todos los países compran
cada vez más bienes producidos en otros países y producen bienes que venden en
el extranjero. Para entender nuestra economía debemos comprender como se
interrelaciona con otras economías del mundo.
El Gobierno kirchnerista tiende a culpar, como responsables de la política económica, a los extranjeros, son un blanco fácil, culpándolos se evita asumir responsabilidades
sin insultar al electorado nacional. Pero,
en realidad, nuestros problemas son nacionales. Considerar,
por ejemplo, que la competencia es un
enemigo del nivel de vida de un país, es un error enorme. Se queja de que no se
invierta, culpando a los argentinos que tienen sus ahorros en el exterior o debajo
del colchón. La gente quiere comprar dólares porque constituyen un depósito de
valor más estable. El bajo ahorro impide que crezca el capital, la
productividad y el nivel de vida.
Por la crisis, el Gobierno ha emitido una
enorme suma debido a sus elevados gastos, ingresos insuficientes y una reducida
capacidad para obtener préstamos, por lo tanto, seguirá recurriendo a la
emisión espuria para financiarse. Solo puede morigerar los índices de inflación
recurriendo a reformas fiscales como la reducción del gasto público que
eliminaría el desagradable impuesto de la inflación. Si sigue recurriendo a la
emisión monetaria hay riesgo de una hiperinflación.
No podremos progresar sin que llegue al poder un gobierno que avale el
ahorro y la inversión, la productividad,
el conocimiento y cualificación de los trabajadores, por medio de la
educación, la formación, y la experiencia.
También los conocimientos tecnológicos para producir bienes y servicios,
las inversiones propias y del extranjero, respete la propiedad privada y las
instituciones republicanas y nos permita
beneficiarnos de las ganancias del libre comercio con otros países. Buena parte
de la población lo sabe, por eso hay tanta preocupación por el futuro.
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