Banca y tamaño
Carlos Rodríguez Braun
Catedrático, Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




En principio, el tamaño importa, y parece que es mejor ser grande que pequeño. La primera evaluación de la anunciada fusión entre CaixaBank y Bankia debería ser, por tanto, positiva. Pero las cosas no son siempre lo que parecen, y en el mundo empresarial la clave de la solidez no es el volumen sino la competitividad.
La historia de las fusiones empresariales no avala un diagnóstico claro: algunas tienen éxito y muchas otras no. En el caso de la banca española, ha tenido lugar un proceso que lleva ya años para reducir entidades y sucursales, y fortalecer el sistema financiero. Esto ha dado resultados satisfactorios, aunque con una importante excepción en las cajas de ahorro, y, en particular, en Bankia. Es curioso que la izquierda radical insista en la necesidad de una banca pública después del oneroso desastre que organizaron en las cajas de ahorro los políticos y los grupos de interés, empezando por los sindicatos. Pero también allí hubo excepciones, y CaixaBank es un buen ejemplo, que ahora se junta con el otro extremo.
Mientras asistimos al desarrollo de los acontecimientos, cabe subrayar que el tamaño de la nueva entidad no será necesariamente un activo sino, de entrada, un pasivo, y los analistas coinciden en que la clave será la reducción de costes, empezando por una inevitable y dolorosa disminución de plantillas.
En las economías llamadas liberales, pero en realidad muy intervenidas, como las actuales, el negocio bancario está aún más regulado y controlado que los demás. Por añadidura, las políticas monetarias expansivas de los bancos centrales presionan a la baja los tipos de interés y por tanto el margen de intermediación de la banca.
Estamos lejos aún de saber si esta operación, en la que influyen importantes consideraciones políticas, y tensiones con los independentistas y la ultraizquierda, será finalmente fructífera, y si el Estado recuperará la cuantiosa suma que extrajo de los contribuyentes y asignó al rescate de Bankia.
Pero sí sabemos tres cosas: que el tamaño importa mucho menos que la competitividad; que es mejor mantener a los políticos apartados de los negocios en general, y de la banca en particular; y que rescatar con dinero público cualquier empresa de gran tamaño es mucho más gravoso para los ciudadanos que hacerlo con una pequeña.

Este artículo fue publicado originalmente en El Periódico de Sotogrande (España) el 26 de septiembre de 2020 y en Cato Institute.

 

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