27 de octubre: Día de la Traición Peronista
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




 “Amo la traición, pero odio al traidor”
 Julio Cesar

 “¿Tú también Bruto?”
Shakespeare

Creo que esta fecha puede llegar a quedar grabada en la historia, como aquel día en el que Cristina le soltó la mano a Alberto, como la efeméride del quiebre de esta sociedad mixta de poder/administración en la que, a pesar de que sus dos socios no se pueden ver, la desesperación por satisfacer respectivamente sus necesidades y ambiciones los unieron en sagrado contubernio. 
En cierto modo, la carta de Cristina a Alberto tiene cierto paralelismo con aquella conferencia de prensa de Peña y Sturzenegger; son un punto de inflexión sin retorno, el “pico” desde donde solo queda ir en bajada… o quizás en picada.
Leamos entrelineas algunos puntos de la famosa carta.
Primero se refiere a la economía casi como si se tratase de una ciencia oculta en la que el azar (o a lo mejor algún dios pagano, vaya uno a saber) juega con nuestro destino, esto nos obliga a los simples mortales a actuar por “ensayo y error”.  Milagrosamente, en este marco de “incertidumbre” generalizada, tenemos la suerte de tenerla a “ella”, que nos brinda ciertas “certezas”.
En otro párrafo, reivindica los “logros” de su gobierno, entre los que menciona que la desocupación era del 5,9%, que los salarios y las jubilaciones en dólares eran las más altas de América Latina y que “su” cepo permitía comprar USD2.500 por mes.
Luego de semejante dislate, no sé si pensar que la señora es mitómana o cínica.  Decir que la pobreza fue 5,9% (menos que en Alemania, ¿recuerdan?), o que los salarios y jubilaciones eran altísimos (claro con un dólar encadenado al subsuelo como ahora), o que se podía comprar tranquilamente hasta 2.500 USD (recordemos el episodio en el que ninguneó “por cadena nacional” a un jubilado que quiso regalarle 10 USD a su nieto) es mínimamente una falta de respeto al intelecto.
En su desvergüenza expresa que “la Argentina es el único país con una economía bimonetaria, usa el peso argentino para las transacciones cotidianas y el dólar estadounidense como moneda de ahorro y para determinadas transacciones, ¿pueda funcionar con normalidad la economía de un país de esa manera?”.  ¡Escribe semejante doblez cuando en la misma carta usó el dólar como valor de referencia!  ¡Ella misma estuvo, está y seguramente estará dolarizada!  Y está bien, porque como ella misma afirma, para poder ahorrar, es necesario usar una moneda estable que no sea pisoteada por los gobiernos.
También puso en claro que “ella” es la dueña de los votos y que “ella” es la ideóloga de esta asociación gobernante: “con el volumen de nuestra representación popular, resignar la primera magistratura con quienes criticaron nuestra gestión y hasta prometieron cárcel a los kirchneristas”.
En este pase de factura se contradice (la contradicción parece ser la pura esencia de ella y del presidente) con lo que escribe a escasos renglones de distancia: “a nosotros nunca nos movió el rencor ni la venganza”.  ¿Es posible tamaña hipocresía?
En otro momento, fiel a su estilo de “pego y acaricio”, remarcó ciertas virtudes (inexistentes) de Alberto. “Su íntimo y auténtico compromiso con el Estado de Derecho” (en realidad son violadores seriales de las libertades consignadas en la Constitución, amén de no haber repudiado enérgicamente las usurpaciones).  Agregó: “no tiene mis defectos”… ¿recuerdan alguna conferencia de prensa del presidente donde se le puedan hacer preguntas?  Y finalmente escribió: “Su alineamiento acrítico en materia de política exterior”, cuando han tenido que pedir perdón a tantos países por las mentiras que decían acerca del manejo de la pandemia y cuando nos transformamos en una vergüenza mundial al no sumarnos a la condena internacional del gobierno criminal de Venezuela.
Para no perder la costumbre, atacó al gobierno de Macri (bastante desastroso por cierto) acusándolo de anti-pueblo y de tomar medidas que nos endeudaron y empobrecieron (en realidad ese tipo de medidas se vienen tomando en Argentina desde hace casi un siglo, ella incluida).  Luego, como es tan conciliadora, llamó a “un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales”.  Este comportamiento variable de “te pego y te acaricio” le permite licuar responsabilidades, presentarse como una ferviente demócrata y ponerse en la vereda de los “patriotas desinteresados” y a los otros en la de los “malvados explotadores”.
Como frutilla del postre me guardé su maniobra estilo Poncio Pilatos.  Remarcó su enojo por algunas medidas del gobierno (del que pareciese no formar parte) y por “funcionarios o funcionarias que no funcionan”, al tiempo que responsabilizó directamente a Alberto al sentenciar que “el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios”.  Claramente quiere despegarse del inevitable desastre que se avecina.  La pregunta es: ¿pretende posicionarse como alternativa?  Esto de ser una alternativa distinta dentro de la misma fórmula presidencial parece imposible en teoría, pero como dijo Cristina: “la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías”.
 

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