“Impuesto a la Riqueza: de la Tragedia al Milagro”
Matías Olivero Vila
Abogado
y Contador. Presidente de Lógica Argentina.
Tomemos una inspiración
profunda y leamos de corrido el párrafo que sigue.
El país más gravoso del
mundo (Banco Mundial), en adición a uno de los impuestos patrimoniales más
gravosos del mundo (2,25%, base bruta), sanciona un impuesto a la riqueza (el
166 según IARAF), el cual hoy no existe en ningún otro país, con una alícuota máxima
total (7,50%) que es más del doble de la máxima propuesta por una de las
entidades que más impulsa este impuesto (3,50%), basado en tres fundamentos que
en realidad se vuelven en contra (propuesta de la cuestionada OXFAM, supuesta
recomendación del FMI y supuesto artículo a favor del Financial Times),
violando varios principios constitucionales (en especial, no confiscatoriedad),
en un contexto de crisis económica histórica, sin haberse tomado medidas de
austeridad en un sector público casi paralizado por la cuarentena, agravado por
un éxodo fiscal de miles de argentinos, muy probablemente provocando un efecto
contrario al que se pretende (como sucedió en Francia) y empeorando la
situación económica del país. Tratamos cada afirmación en artículos anteriores.
¿Qué puede hacerse con
una noticia y un escenario fiscal tan negativos?
Lo descripto es lo más
cercano a una ‘tragedia’ fiscal de la que sólo un ‘milagro’ podría rescatarnos.
Justo esas dos palabras identifican la historia del accidente del avión de los
uruguayos. Justo el país a donde se han mudado la mayoría de los exiliados
fiscales. Quizás sea que allí encontremos lecciones por aprender.
Al oeste, el cerro
Seler, infranqueable como el 44,2% de nuestra pobreza. Al este, más lejos, el
volcán Sosneado y nuestra larga década de recesión. En el medio, en el Valle de
las Lágrimas, los despojos del avión. Nunca tantos reclamos y lamentos, en
especial en el sector privado. En ambos, graves errores de diagnóstico. Un
piloto balbuceaba que ya estaban del lado chileno pero yacían en medio de una
cadena de picos y problemas. La máxima autoridad impositiva declara que lo del
país más gravoso del mundo es un mito y la que dirige la economía que no hace
falta reducir el gasto público. Se accionaba lento a causa de la altura, lo más
parecido a este apunamiento pandémico. Un par de avalanchas agravaron más las
penurias, la cambiaria y la de la cuarentena. Aislados del mundo. 72 días en el
fondo del valle y 72 meses hundidos en el último puesto fiscal. El avión caído
del cielo y la Argentina caída del mapa. No se ve el horizonte.
Una de sus tantas
lecciones viene a cuento. Llegado el día diez, por la única radio escucharon la
noticia más fatídica: la búsqueda se daba por cancelada. El mundo los daba por
muertos. Y cualquiera de ellos, en esa situación, debería haberse dado por tal.
Sin embargo, uno de los que la había escuchado, Gustavo Nicolich, fue al
fuselaje y dijo “les tengo una buena noticia: cancelaron la búsqueda”. Luego de los lógicos insultos, explicó: “es
que después de asumir esta noticia nos vamos a dejar de esperar sentados y nos
vamos a poner a trabajar duro entre todos para salir de aquí con nuestros
propios recursos”. Así lo hicieron dos meses después, hazaña de Parrado y
Canessa mediante, para culminar la más extraordinaria historia de superación
humana.
Tres moralejas.
Primera, hasta la peor noticia la podemos convertir en una oportunidad.
Segunda, al decir de Charles Swindoll, lo que nos pasa es apenas el 10% de
nuestras vidas y el restante 90% es lo que nosotros hacemos con lo que nos
pasa. Y tercera, la concientización es el necesario paso previo a la
acción.
No se pueden tener más
señales que la ‘búsqueda’ de la normalidad fiscal (sistema tributario y gasto
público), con su consecuente espera, se ha cancelado.
La ilusión que algún
día la clase política, por si sola, pudiera generar un sistema fiscal normal se
ha perdido. Esas señales son (i) un ciclo presidencial anterior con inédito
apoyo local e internacional y máximo apetito inversor, el cual se diluyó, entre
otras principales razones, por la carga fiscal formal más gravosa del mundo;
(ii) el actual gobierno que recién asumido promulgó nuevos impuestos y aumentos
de alícuotas de más del 300% (bienes personales), (iii) en el último año, una veintena
de más impuestos y aumentos, a nivel nacional y local; (iv) un éxodo fiscal de
miles de argentinos, por primera vez conformado en especial por los de alto
patrimonio; (v) un anuncio de una próxima reforma tributaria, aún más gravosa y
progresiva; y (vi) coronando lo anterior, la sanción del impuesto a la riqueza.
Nuestro ecosistema
fiscal requería un detonante, una alarma. El impuesto a la riqueza vino a
serlo.
Estábamos en el último
puesto y con este tributo hemos descendido aún más, a ‘la zona del dislate
fiscal’. Una inédita combinación negativa de cantidad, calidad y
circunstancias. Se ha cruzado una línea. Un antes y un después. Se rescata un
aspecto positivo: en muchos sectores nunca antes se tuvo tanta conciencia de lo
gravoso de nuestro sistema tributario y de su relación con la recesión y
pobreza. Porque no se trata sólo de los impuestos pagados por el sector
empresario, sino también de los 45 millones de argentinos que terminan pagando
entre 40% y 50% de impuestos dentro del precio de los bienes (IARAF).
Se palpa en el sector
político. En los recintos de Diputados y Senadores, ciertos conceptos
retumbaron por primera vez. Diez legisladores expusieron sobre que tenemos el
sistema más gravoso del mundo. Ocho se refirieron a los 165 (ahora 166) impuestos. Unos quince hicieron la relación
con la pobreza, desempleo e ‘hiper-recesión’. Otros tantos repartieron
adjetivos para el impuesto: ‘grosero’, ‘grotesco’, ‘absurdo’, ‘pésimo’,
‘disparate’, ‘locura’, ‘cementerio de pymes’, etc. La coalición oficialista
tuvo ocho meses de titubeos, resultado de las visiones contrapuestas. Hasta
tres diputados se refirieron al “impuesto al viento” como otra muestra más del
dislate. Y como decía Sarmiento y rescató Perón, “se puede volver de cualquier
lado, menos del ridículo”.
Se palpa en el sector
empresario y en ámbitos profesionales. Aquellas ocasiones en que no se tocaban
cuestiones de presión fiscal para no sensibilizar al gobierno de turno se
empiezan a reemplazar por declaraciones de más fuerte contenido. El criterio
tradicional de expedirse sobre incrementos fiscales recién desde su
presentación en el Congreso y no desde su primer anuncio ha quedado en profunda
revisión. Se comprueba que los procedimientos normales no son apropiados para
sistemas anormales.
Se palpa en la opinión
pública. Según la encuesta de la UBA existe una relación 2 a 1 entre votos a
favor y en contra del impuesto. No sorprenden los favorables cuando 21 millones
reciben sus ingresos del Estado, frente a 8 millones del sector privado, una
relación 2,6 a 1. Son votos en ‘defensa propia’ ante la amenaza de una baja en
el gasto público y de su propio ingreso. Sí sorprende el tercio en contra
sabiendo que no les aplica. Y más aún ese diferencial de 0,6. Son millones que
reciben ingresos del Estado pero están en contra. Somos iguales ante la ley,
pero los tres tipos de votos (en interés propio, neutro y contra sí mismo) no
pesan lo mismo, lo que muestra el grado de consenso en muchos sectores contra
una mayor carga fiscal.
Así, el impuesto a la
riqueza hizo de reflector sobre el ‘sistema más gravoso del mundo’. Instaló el
tema.
¿Cómo salir del último
puesto y bajar del 106% de carga fiscal al 47% promedio de Latinoamérica?
Tomamos aquella tercera
moraleja: habrá un cambio radical en lo fiscal si existe un profundo proceso de
concientización previa. Sólo así se podrá cambiar la mentalidad de la clase
política, de la justicia, de los medios y de la opinión pública. Y de todas ellas, la más importante es la
opinión pública. El resto es inercia.
En el ciclo
presidencial anterior se declaraba que la pretensión era reducir la carga
fiscal y de hecho se hicieron cambios en esa dirección, como la reforma de
2017, el Consenso Fiscal y la Ley de Economía de Conocimiento. Pero faltó mucho
más para alinear nuestro sistema fiscal con el resto del mundo. Y se pretendió
hacerlo sin concientización previa, con la opinión pública desinteresada, gran
parte de la oposición en contra y un sector empresario y profesional en actitud
expectante. No fue posible.
En tiempos de redes
sociales, el principal destinatario del esfuerzo debe ser la ciudadanía y el
logro se alcanza cuando las encuestas cambian. Ya se sabe, es natural que los
políticos se alineen a las encuestas porque si no, no son votados. Existen decenas
de ejemplos, desde la Ley Blumberg en adelante.
¿Qué queremos decir con
un proceso de concientización?
Citemos tres ejemplos
fuera de lo fiscal, dos iniciados en los ’80 y uno reciente: (i) aquel por el
que se entendió que los golpes de estado debían rechazarse en favor de la
democracia; (ii) el histórico cambio y
enmienda en cuestiones de derechos humanos; y (iii) el llevado a cabo en favor
de la igualdad de género. En los tres tuvo lugar un cambio sustancial de
mentalidad de la ciudadanía en general. El resultado es que cuando se escucha
‘golpe de estado’, ‘tortura’ o ‘violencia de género’ se produce un tajante
rechazo emocional en nuestra sociedad. El mismo que a la luz de las graves
consecuencias que ha causado nuestro sistema fiscal (hiper-recesión e
hiper-pobreza) debería causar la “creación o aumento de impuestos”.
Salvando las sensibles
diferencias entre las materias, en el caso fiscal se cuentan con argumentos de
mayor peso relativo. Porque en los otros casos la comunidad internacional no estaba
señalando a la Argentina como el peor país del mundo, como sí lo hace en
materia fiscal desde 2015. Por lo que el planteo es simple y binario: o el
Banco Mundial, sus miles de asesores tributarios y funcionarios de 190 países
(incluidos los de Argentina) están complotados para que nuestro país aparezca
como el país más gravoso cada año; o, de lo contrario, hay un sector de nuestra
clase política, los medios y la opinión pública que yerra palmariamente en el
diagnóstico, creyendo que hay espacio para seguir elevando una y otra vez los
impuestos.
El foco de tal
concientización está en la divulgación, en correr el velo para que el
ecosistema fiscal y la sociedad puedan ver la realidad de nuestro sistema. Las
soluciones dadas por la política son la consecuencia.
¿Quiénes y cómo podrían
llevar adelante el proceso de concientización fiscal?
En teoría deberían
impulsarlo los sectores políticos. Pero, ya dicho, no han podido por sí solos.
Se requiere la ayuda y la acción de otros sectores. Las cuales podrían venir
del sector privado y del ‘tercer sector’ (ONGs). Así como en los poderes
normativos encontramos la mayor brecha entre lo que debe hacerse y lo que se ha
mal hecho, en el sector empresario y profesional encontramos la mayor brecha
entre lo que puede hacerse y lo que aún no se ha hecho. Hay allí una capacidad
ociosa y razones para hacerlo.
Imaginemos que cada uno
de los 166 impuestos es un volcán. Al estilo de aquel personaje de
Saint-Exupéry, cada empresario y persona de alto patrimonio se ocupa de deshollinarlos
porque “si están bien limpios, los volcanes arden suave y regularmente, sin
erupciones”; de lo contrario, “nos causan cantidad de problemas”. Así, cada
contribuyente paga todos los impuestos del país más gravoso, los cuantiosos
honorarios de los asesores por cada inspección, cada sanción de nuevo impuesto
o reforma, cada defensa en juicios y causas penales tributarias (pese a los
esfuerzos, hay erupciones), las elevadas tasas de justicia y otros costos
fiscales.
Primero, pongamos en el
denominador la suma de esos impuestos, honorarios y costos pagados durante esta
década más gravosa. Segundo, incluyamos en el numerador la suma que esos
contribuyentes han invertido en ese período para apagar o apaciguar el magma
que ha generado las apariciones y erupciones de cada uno de los 166 volcanes
tributarios; es decir en concientizar a nuestro ecosistema fiscal sobre que
tenemos el sistema más gravoso. Podríamos calcular ese ratio también en horas
dedicadas a una y otra tarea.
Así como se suele
criticar a la clase política por haber generado el sistema más gravoso, con esa
calificación “0,0” sobre 100 puntos dada por el Banco Mundial desde hace más de
una década, cabría reflexionar por qué ambos ratios (en importe y en horas) son
tan cercanos a cero y si eso es o no razonable.
La forma en que el
sector privado ha lidiado con el sistema más gravoso ha sido en forma
mayormente reactiva, recién cuando un proyecto entra al Congreso, utilizando el
escaso tiempo que disponen los directores de impuestos de cada empresa (justo
ellos que están atendiendo los 166 volcanes) y el tiempo libre –si lo tienen-
de los asesores externos, para que todo termine en un par de reuniones de la
cúpula de las respectivas entidades con las autoridades de turno. Ese paradigma
de actuación habrá funcionado en una Argentina normal. Pero ya no más en el
país más gravoso del mundo. Un método eficiente en la utilización de recursos
(humanos y económicos) dejó de ser eficaz en los resultados (último puesto
fiscal).
Es esperable que, a
partir de este impuesto, ese paradigma cambie, se re-direccione. Argentina
tiene valiosas entidades empresarias y profesionales y think tanks de
reputación. Se trabaja en el pensar, en
el “tener razón”, lo cual es muy importante.
Pero ya citamos a Adenauer, “más importante que tener razón es que te la
den”. Y el “te la den” exige la
concientización previa. Allí donde los expertos en comunicación trabajen con
los distintos especialistas en cómo mejor correr ese velo para que nuestra sociedad
pueda ver la realidad fiscal, lo que pese a las evidencias aún no se ha hecho
carne en nuestro ecosistema. Para luego, con esa inercia, la política actúe en
consecuencia y los 45 millones de argentinos dejen de sufrir los perjuicios.
¿Existen antecedentes
en otros países donde se realizó un proceso de concientización exitoso?
No se trata de inventar
sino de inspirarse en lo exitoso. El movimiento ‘Vem Pra Rua’, con adhesión de
millones de brasileños, desde 2014 activó una serie de cambios institucionales
y luego derivó en distintas ONGs, tales como el instituto Brasil 200. Las
causas y circunstancias han sido distintas. Pero lo inspirador es el proceso,
trasladables a lo fiscal. ONGs apoyadas por el sector privado, pero no comprometidas con corporación alguna.
Actuación sólo por el bien del país. Apartidarias. Los mejores profesionales
contratados full o part time. Dedicación y exigencia profesional. El foco en la
divulgación, en las redes, en la opinión pública. Actitud proactiva durante los
365 días, influyendo en la agenda pública. Aportes en proyectos y propuestas,
desde el de ‘ficha limpia’ a la reforma fiscal en curso. Políticos calificados
y rankeados por una ONG, monitoreados en sus votaciones, se piden y reciben
explicaciones. Cursos de formación de políticos para evitar, por ejemplo, que
se presenten proyectos de leyes inconstitucionales. Con todos sus defectos,
Brasil no es el mismo que 5 años atrás en lo institucional. Un caso de éxito
digno de estudio.
¿Es un momento propicio
para llevar a cabo una concientización fiscal? ¿es realmente posible?
Otra de las enseñanzas
que nos dejó el “Milagro de los Andes” es sobre los distintos comportamientos
humanos que resultan a partir de una tragedia.
Están los que entran en
estado de frustración o depresión, los que al final ya no salían del fuselaje
del avión, los que ‘tiran la toalla’. Los que frente a picos de más de 5000
metros o al 106% de carga fiscal rematado por un exorbitante impuesto a la
riqueza, piensan que ya no vale la pena. Por haber creído y confiado, y por
haberlo intentado y no haber podido, asumen que nadie podrá lograrlo. No caben
las culpas, hay decenas de razones para darse por muertos o derrotados. Pero
aquellos hicieron un ‘aporte’ importante: callaron sus opiniones. Decía Einstein
“los que dicen que es imposible no deberían molestar a los que lo están
haciendo”.
En el otro extremo
están los expedicionarios, esos líderes hechos para las hazañas. Los que
transforman frustración en energía positiva y una noticia de cancelación de búsqueda
o un impuesto a la riqueza en la oportunidad de sus vidas o del país. Los que a
partir de una cadena de éxitos y logros, no admiten irse derrotados y menos en
estas circunstancias. Los que cuanto más se les dice que es imposible más
fuerzas y creatividad sacan para afrontar el desafío. Los que a lo Picasso
piensan “yo hago lo imposible porque lo posible lo hace cualquiera”. O, a lo
Gandhi, que “los sueños parecen al principio imposibles, luego improbables y,
cuando nos comprometemos, se vuelven inevitables”. Son los capaces de realizar
“milagros humanos” (Parrado), esos que no se hacen desde arriba sino con
esfuerzo y pasión en cada paso y en cada día.
Y en el medio está el
grupo de los colaboradores. Aquellos que no están para liderar pero sí para dar
su esencial soporte a los líderes desde distintos sectores y formas. Y ya se ha
mencionado del alto consenso y apoyo que un proceso de concientización fiscal
podría tener en importantes sectores de nuestra sociedad.
Entre los 16
sobrevivientes hubo un Parrado y un Canessa, la voluntad y la inteligencia de
la hazaña. Un 12,5%. Cabe reflexionar
qué porcentaje de Parrados y Canessas habrá entre los principales dueños
(voluntad) y managers (inteligencia) en nuestro país, cuántos se pondrían esta
mochila al hombro para liderar el proceso de concientización fiscal que
necesita la Argentina.
Como concluimos en
anteriores, nuestro sistema más gravoso empezará a cambiar sólo después que se
asuma como tal por todos los niveles y sectores. Cuando mirando el paisaje
argentino veamos, de izquierda a derecha, a las Cataratas del Iguazú, a
Maradona, al Aconcagua, al Tango, a la Patagonia, a Messi, al Parque Talampaya,
al Sistema más Gravoso del Mundo y al Obelisco. Concientización fiscal hasta
que se confunda con el paisaje. Y a la mañana siguiente de ese día nuestro
sistema fiscal empezará a cambiar.
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