El populismo

Alejandro Rossi
Licenciado en Ciencia Política. Master en Investigación en Ciencias Sociales, Doctor en Ciencias Sociales, todas en Universidad de Buenos Aires. Profesor en UBA, UAI, UCES y UNLZ. Miembro de varios proyectos UBACYT desde el año 1994 dirigiendo algunos de ellos. Autor de ponencias en Congresos y de artículos aparecidos en revistas y portales electrónicos. Coautor de libros de Ciencia Política e Historia. Tutor en trabajos de grado y posgrado. Especializado en Políticas Públicas e Instituciones.
En primer lugar me parece que es importante resaltar
el carácter ambiguo que tiene el concepto populismo. Ello se debe a que
generalmente es un término utilizado críticamente hacia un grupo del cual uno
pretende diferenciarse. Criticado por la derecha, que enfatiza su
irracionalidad y su capacidad para movilizar sectores con demandas
contradictorias y complejas de alcanzar, y por la izquierda, que hace hincapié
en su carácter contrarrevolucionario y engañoso para los trabajadores, el
populismo es una palabra usual en el debate político y más dificultosamente
tratada en el plano científico y académico.
No obstante, la complejidad de su caracterización,
considero que existen algunos elementos que pueden servir para hacer referencia
a ciertas experiencias que son tildadas como populistas, aun cuando creo que no son suficientes para identificar la
esencia del populismo (como plantean Moira Mackinnon y Mario Petrone en su
artículo sobre el dilema de la cenicienta). En primer lugar considero que es
común a los distintos ejemplos de populismo la existencia de un liderazgo
claramente personalista y poco propenso a institucionalizar el sistema
político. En esas circunstancias, los partidos políticos pierden relevancia y
se consolidan figuras a las que se le asignan cualidades particulares para
superar situaciones críticas.
Precisamente el tema de la conflictiva relación con
las instituciones es otra característica que se le adjudica a los regímenes
populistas. La ausencia de mecanismos republicanos, estructurados a partir de
una adecuada división de poderes que permita ejercer un eficaz sistema de
controles y contrapesos parece ser un componente común de muchos de los países identificados
como populistas. La presión y los intentos de intromisión en el poder judicial,
junto a una presunción que la voluntad mayoritaria no tiene límites
(desconociendo los derechos de las minorías en muchos casos) convierte a estas
experiencias populistas en lo que muchos analistas denominan democracias no republicanas.
Por otra parte, puede adjudicarse a ciertas
experiencias populistas una priorización de los resultados de corto plazo en
materia económica. La implementación de medidas de intervención en los mercados
con un consecuente problema de abastecimiento, la fijación de tarifas con
criterios alejados de la racionalidad técnica que dificultan la previsibilidad
de las inversiones en el área respectiva, o la
utilización del gasto público como un sustituto del empleo privado, con
el impacto negativo sobre el equilibrio fiscal, son características compartidas
por varias administraciones, que obtienen resultados favorables en la
coyuntura, aun cuando generan problemas en el largo plazo en la economía y en
el conjunto de políticas sociales, que presentan complicaciones de
sustentabilidad en el tiempo.
Finalmente, considero que para limitar el populismo es
necesario, entre otras cosas institucionalizar el sistema de políticas
asistenciales, con el objetivo de disminuir las prácticas clientelistas que
permiten beneficiar discrecionalmente a ciertos grupos a cambio de apoyo
político y de seguimiento a determinados líderes que aparecen como benefactores
con fondos públicos. Por otra parte, creo que la fijación de reglas explícitas
en el reparto de fondos a los gobiernos provinciales podría ser una buena
herramienta para acotar la distribución de beneficios basados en lealtades
políticas como los Adelantos del Tesoro Nacional o la utilización de la obra
pública como mecanismo de disciplinamiento. La tarea de debatir frente a la
opinión pública las razones de la falta de crecimiento o de las dificultades
para progresar en la sociedad, necesariamente tiene que venir acompañadas de
políticas que generen beneficios concretos para los sectores más postergados,
sobre los que el discurso “populista” opera eficientemente.
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