Sólo la competencia multiplica los ingresos
Enrique Blasco Garma
Economista.




La liberación de obstrucciones innecesarias a los esfuerzos de las personas para aumentar sus ingresos satisface mejor las necesidades de los consumidores, articulando intercambios crecientemente inclusivos, extendidos por todo el planeta.

La competencia también debe involucrar al Estado en la selección de personal y en las compras, para que generen beneficios superiores a los gastos para la población. Con ese objeto, las investigaciones, medios informativos, estadísticas y trabajos despejan ignorancias y desarrollan habilidades.

Sin embargo, todavía la competencia es precaria y la corrupción de normas confusas es abrumadora. En la mayor parte del planeta dispensan tratos y derechos muy diferentes, según la persona y ocasión. Reglas desiguales para la misma acción confirman incompetencias profundas; se denominan corrupción: significando un concepto mucho más vasto que el referido a los negocios con el Estado. Variaciones regulatorias conllevan derechos individuales inciertos, desvalidos. Enturbian la competencia y disparan la pobreza. La debilidad, variabilidad, de las normas de propiedad contrae saberes aplicados y productividades. Encima, el auge de delincuencias, ocupaciones forzadas, jaquea propiedades y progresos. En cambio, la propiedad individual de los beneficios de la competencia completa las ganancias de los intercambios, sosteniendo el progreso.

La mayoría de los dirigentes políticos se comportan como amos y señores que restringen libertades individuales, enfocados en el bienestar de “su” pueblo y partidarios. Los pueblos acostumbrados al maltrato y rigor del poder toleran servidumbres, trabas redundantes, innecesarias, esperando superar privaciones. Como quienes aceptan castigos de sus parejas. “Me pega porque me quiere”. Líderes disfrutan del “temor sólo a Dios y un poquito a mi”. Pero las gentes relegadas por malos tratos no son autónomas, suficientes, si no que resultan dependientes, aguardando las sobras de los poderosos.
En épocas anteriores, hasta les impedían votar en elecciones políticas. Y ahora venden su voto a quienes pagan mejor, enturbiando las repúblicas. Resultado de la falacia de restringir a los individuos para favorecer al pueblo.

Restringir actividades lícitas siempre contrae los ingresos
Por mayores destrezas que exhibiere el gobierno, los 45 millones de argentinos acceden a mucha más información, inteligencias relevantes y poderes individuales para coordinar mayores ingresos, si no los coartan artificialmente. La evidencia demuestra que individuos liberados de entorpecimientos consiguen multiplicar sus ingresos y propiedades más ampliamente que la mejor planificación centralizada.

Las gentes consiguen ingresos para sí mismas evitando desperdicios, actos improductivos, acordando conductas con asociados. Hay varios libros y trabajos que demuestran que los recursos son las capacidades de contratar en libertad y competencia. La debilidad de los contratos empobrece. El aumento de los ingresos conjuntos se obtiene liberando las restricciones redundantes que conllevan gastos superiores a los ingresos. La información necesaria la obtienen los individuos particulares y sus organizaciones libres, controlando a los funcionarios del Estado.

Las naciones más prósperas, las de mayores ingresos por habitante, son las más libres y competitivas, con instituciones más abiertas al comercio, mejor consideradas y menor corrupción.
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En reacción a la pandemia de covid-19 las autoridades repartieron prohibiciones exuberantes. Pero disponer restricciones e imposiciones infundadas no es la respuesta adecuada. Ante la contracción natural de los negocios, a raíz del temor a los contagios, el Gobierno debiera allanar las transacciones factibles. Abriendo una gran oportunidad para las tareas agropecuarias, realizadas por trabajadores al aire libre y guardando las distancias recomendadas.
El campo, el gran productor de exportaciones, podría producir mucho más si le aliviaran los derechos de exportación y demás trabas. La energía y demás partes de la economía privada también aportarían ingresos importantes con menores restricciones artificiales. En tanto, los nuevos impuestos, sancionados para este ejercicio, restan poder de compra, alzan los precios y entorpecen las transacciones competitivas.

Los gobiernos provinciales también elevaron gravámenes. Al tiempo que el gobierno nacional incrementó gastos improductivos, no demandados por la gente. Y el déficit fiscal agrava conseguir financiamiento genuino. Por otro lado, la emisión monetaria alza los costos pero el Gobierno congela los precios y tarifas privados.

La Argentina viene soportando un enfoque indefendible. Los gobiernos restringen las actividades más productivas, las que más podrían aumentar los ingresos del conjunto. Y, al mismo tiempo, subsidian las que reducen los ingresos. Nadie debiera asombrarse que la pobreza sea lo que crezca más.

Si se quiere progresar, se deben liberar las trabas suprimibles. Dejar trabajar en paz. Competir es reducir la corrupción de reglas especiales para actividades, personas y ocasiones particulares, impuestas por las autoridades.








 

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