Amanda Gorman: Un poema preámbulo para una religión cívica
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Amanda Gorman, con tan sólo 22 años, pero ya una carrera llena de reconocimientos, se inserta a mi modo de ver dentro de la historia de los grandes discursos políticos de los EEUU. Es un poema en su formato pero es un discurso político que toca la fibra de la religión cívica norteamericana, su expresión de fondo.
 
Por ello, a modo de exposición de motivos o considerandos, cual preámbulo, previo a toda una nueva época para muchos o nueva gestión simplemente para otros, es un texto que finalmente evoca en buena medida gran parte de los dilemas y preocupaciones de la teoría normativa y la ciencia política contemporánea a partir de Rawls, Sandel, Walzer, Nozick, y Etzioni, entre otros.
 
Así, desde las visiones utilitarias, pasando por las anarcoliberales, hasta llegar a las comunitaristas, una dimensión del debate público en EEUU acrecentado por la grieta que también allá se ha exacerbado por liderazgos populistas, se concentra en preguntas sobre la identidad norteamericana amenazada, el capital social perdido o si están haciendo lo que deben hacer realmente. Preguntas de esta hondura se las han formulado pensadores como Samuel Huntington, Robert Putnam o Michael Sandel, con dispares respuestas en cada caso.
 
Hecha esta puesta de estado de situación del debate político-académico volvemos a las palabras de Gorman. Ella, a través de varios pasajes que juzgo interesante resaltar, nos deja frases que muestran una retórica elocuente, por donde se la mire, y una posición alentadora pero no por ello menos realista.
 
Así, expresa en un exordio abrupto una pregunta que atraviesa a todos: ¿Dónde podemos encontrar la luz en esta sombra interminable?, y continua con una primera frase clave para la dinámica democrática de una sociedad vibrante y plural: Hemos aprendido que la tranquilidad no siempre es paz.
 
En un tono dramático sigue y expresa: De alguna manera hemos resistido y presenciado una nación que no está rota sino simplemente inacabada. Somos los sucesores de un país y un tiempo donde una flaca chica negra descendiente de esclavos y criado por una madre soltera puede soñar con ser presidente.
 
En esta frase pone en jaque la idea de que la nación es sólo lo que fuimos, sólo lo que heredamos, sino que es un continuo abierto a nuevas trayectorias, biografías, que no necesariamente bajaron, únicamente, del Mayflower.
 
Posteriormente, pone en una situación la necesidad de revalorizar lo humano, con sus imperfecciones, pero manteniendo su anhelo de mejora continua: Y si estamos lejos de ser pulidos, lejos de ser prístino, eso no significa que estemos esforzándonos por formar una unión que sea perfecta, nos esforzamos por forjar nuestra unión con un propósito, para componer un país comprometido con todas las culturas, colores, personajes y condiciones del hombre.
 
Emerge claramente aquí el llamado a una esfuerzo por la unión en la diversidad, que puede dar lugar a un universalismo pero al menos es claro que es un reconocimiento a un multiculturalismo que reconoce los distintos EEUU dentro de EEUU.
 
Prosigue, con un punto fuerte y llamativo, en donde pone sobre la agenda del concierto de naciones que EEUU pueda ser  observada y juzgada: Dejemos que el globo, al menos, diga que esto es cierto: Que incluso mientras lloramos, crecimos; Que incluso mientras nos duele, esperamos; Que incluso cuando estábamos cansados, lo intentamos; Que siempre estaremos atados juntos, victoriosos; no porque nunca más sabremos la derrota sino porque nunca más sembraremos división.
 
En esta parte de su exposición alienta a que EEUU sea nuevamente objeto de ser observado en sus flaquezas pero reconocido nuevamente por su acción pacificadora y no beligerante.
 
Con posterioridad, refuerza su posición alertando sobre dos punto centrales del comienzo de su poema expresando que: Es porque ser estadounidense es más que un orgullo que heredamos, es el pasado en el que entramos y como lo reparamos. Hemos visto una fuerza que destrozaría nuestra nación en lugar de compartirla.
 
Finalmente, no siendo en absoluto exhaustivo y quedando mucho por analizar al respecto, Gorman avanza sobre su peroración expresando que: mientras que la democracia puede retrasarse periódicamente nunca podrá ser derrotada permanentemente. En esta verdad, en esta fe confiamos. Si fusionamos la misericordia con el poder, y poder con derecho, entonces el amor se convierte en nuestro legado para cambiar la primogenitura de nuestros hijos. Así que dejemos atrás un país mejor que el que nos quedamos.
 
Hay aquí, un nuevo llamado a revalorizar la religión cívica -repúblicana y liberal- que pone en pie de igualdad y reconoce a cada hombre y mujer como actores responsables del estado de situación sobre la verdad y la fe en la democracia, único régimen que puede mejorar la vida en común en la actualidad y para las nuevas generaciones.
 
Gorman, deja en el final la esperanza planteada, la firme convicción de que puede persuadir o llamar a la acción alentando a todos al hacer ver que: El nuevo amanecer florece mientras lo liberamos. Porque siempre hay luz si solo fuéramos lo suficientemente valientes para verlo. Si tan solo fuéramos lo suficientemente valientes para serlo.
 
Sin lugar a dudas, este bello poema político se insertará entre los discursos políticos que formarán parte del acervo cultural y forjarán un camino interpretativo inclusivo como lo hicieron grandes oradores como Kennedy o Luther King.
 
Es un poema preámbulo, es un poema histórico, es un poema que emerge con justicia en un momento fundacional de un gobierno que debe reconstruir las bases para una sociedad libre, que necesita reafirmar sus prácticas democráticas internas y fortalecer sus instituciones liberales para ellos y el mundo.


 

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