El programa económico del presidente Biden
Manuel Sánchez González

Autor de Economía Mexicana para Desencantados (Fondo de Cultura Económica, 2006).




El programa económico del nuevo presidente de EE.UU., Joe Biden, ha generado optimismo entre los especialistas sobre su posible impacto en ese país y en el mundo.
Aunque se trata sólo de las primeras medidas, la evaluación favorable parece justificada, dado que la nueva estrategia corrige graves errores y mantiene aspectos positivos del gobierno anterior.
En materia de política externa, a diferencia del expresidente Donald Trump que recurrió al aislacionismo, considerando a otros países como amenaza, el nuevo mandatario se ha manifestado a favor de liderar una profundización de la cooperación internacional.
Como candidato, Biden criticó la guerra comercial de su antecesor contra China, la cual causó una desaceleración en la producción industrial y el comercio globales. Si bien es probable que no se remuevan de forma inmediata los aranceles a ese país, el enfriamiento de las hostilidades y su eventual relajamiento fortalecen las perspectivas de crecimiento económico.
En las relaciones con México, el enfoque más constructivo ha abarcado las dos grandes vertientes de interacción. Por una parte, no ha habido ninguna manifestación en contra del TMEC, por lo que es de suponer que este acuerdo continuará estableciendo las reglas trilaterales para el comercio de bienes y servicios, así como para la inversión.
Ello proporciona un marco de seguridad, que contrasta con la grave incertidumbre producida hace cuatro años por Trump, con sus ataques al TLCAN y las amenazas de abandonarlo si no se renegociaba según sus intereses proteccionistas.
Algunos comentaristas han señalado el riesgo de que la nueva administración ejerza presiones para el cumplimiento de los compromisos laborales y medioambientales contenidos en el TMEC. Estas preocupaciones resultan extemporáneas, ya que México aceptó tales obligaciones y debe respetarlas.
Por otra parte, durante su campaña, Biden reflejó una actitud más benévola hacia la migración que su antecesor, por lo que es posible que disminuyan las restricciones a la emisión de visas. Además, un par de órdenes ejecutivas ha enviado una señal de mayor apertura en la materia.
La más emblemática ha sido la decisión de suspender la construcción del muro con México impulsada por Trump como supuesto blindaje contra los inmigrantes, a los que reiteradamente tipificó de forma agraviante.
La otra disposición busca fortificar el programa DACA, que protege de la deportación a indocumentados llegados a EE.UU. con sus padres cuando eran menores, el cual pretendió cancelar el presidente anterior.
La esencia del programa económico del presidente Biden es interna y se encuentra plasmada en el Plan de Rescate Americano, que consiste en una propuesta legislativa de gasto público orientado a combatir el COVID-19 y paliar sus daños económicos. Su magnitud es la más elevada de la historia y se encamina a ampliar el alcance del paquete de estímulo aprobado en diciembre pasado.
En términos agregados, el plan destinaría poco más de una quinta parte de las erogaciones a esfuerzos de salud pública y reapertura de escuelas; algo más de la mitad a ayudas directas a individuos; y el resto principalmente a apoyos a comunidades locales y pequeños negocios.
Si bien su composición podría ser debatible, los méritos y las deficiencias del plan son similares a los de los paquetes anteriores. El principal deterioro consiste en el aumento de la deuda pública que, por tratarse de EE.UU., no parece preocupar a los mercados financieros internacionales.
Más a fondo, algunas medidas podrían tener efectos adversos a la producción, entre las que sobresalen dos: la extensión de los beneficios por desempleo a trabajadores que opten por rechazar ofertas de trabajo por considerarlas inseguras a la salud; y la propuesta de aumento del salario mínimo de 7,25 a 15 dólares por hora.
Como seguramente tomará tiempo la discusión en el Congreso, el presidente expidió una orden ejecutiva de alivio económico a familias y empresas, con medidas diversas, incluyendo el aumento del salario mínimo para proveedores federales.
El gran componente ausente es la reversión parcial, prometida por Biden, del recorte tributario de diciembre de 2017, el cual representa la pieza de política económica de la administración anterior más favorable al crecimiento.
Aunque con imperfecciones, el nuevo programa económico estadounidense es, en balance, positivo porque se orienta a combatir la expansión del COVID-19 y a atenuar sus estragos materiales. En la medida en que ello acorte la distancia para una recuperación económica de ese país, el resto del mundo y en particular México se beneficiarán.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 27 de enero de 2021 y en Cato Institute.

 

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