Cómo descapitalizar al capital
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.





"la concentración de la riqueza, aleja cada vez más los capitales de las clases pobres, lo que conduce a algunos economistas, si bien avanzados, a encontrar en unión positiva el progreso y la miseria."[1]
Ya lo dijimos muchas veces: si los capitales crecen en libertad la pobreza disminuye, si ocurre lo contrario la pobreza aumenta, y es el impuesto la más terrible herramienta para que esto último ocurra.
Suena bastante aberrante "a encontrar en unión positiva el progreso y la miseria" lo que sucede en los regímenes estatistas, progresistas o socialdemócratas y solo el capitalismo evita.
"El autor citado recuerda como antecedente del impuesto sobre el capital en la República Argentina, al denominado Impuesto de patentes, que recae sobre el capital del comercio o empresa industrial, a cuyo efecto se hace una evaluación previa. El gravamen sobre la tierra, que se regula según su valor de venta, es un impuesto al capital inmobiliario. El impuesto que grava las transferencias de cosas, muebles e inmuebles, calificado por la ley de sellos, es otro impuesto de capitales circulantes; el impuesto a las transacciones recae sobre el capital en giro." [2]
Aquí se hace una descripción de la manera en que el fisco concentra capitales en sus manos y los acumula empobreciendo a las poblaciones que sufren bajo su órbita.
El fisco es el "capitalista" más grande del mundo en casi todos los países, con la característica que, en rigor, se tratan de capitales robados a los verdaderos capitalistas, que son los únicos creadores de riqueza. De la mano de los gobiernos y sus departamentos fiscales asociados se incrementa la pobreza y la miseria de las naciones. Es su obra la pobreza que existe en el mundo de hoy, fruto de la intervención del libre mercado, donde se dirija la mirada.
La creatividad e imaginación de los burócratas solo alcanza para inventar nuevos impuestos como muestra la enumeración que se hace arriba. En todas las épocas los burócratas han hecho lo mismo. Quieren más y más poder, y saben que succionando las economías privadas lo conseguirán en la medida que lo deseen. Pero "olvidan" que está acogotando a la gallina ponedora de los huevos de oro. La avaricia fiscal no tiene límites si no fuera porque la producción tiene límites naturales para expandirse, a los que se deben sumar los tremendos límites que significan los impuestos.
"Como se demuestra otra vez, no existe ni ha existido en nuestro sistema rentístico, un impuesto al capital con carácter general, sino diversos impuestos al capital entregados a la actividad comercial e industrial. Claro que en ¡a mayoría de los casos, la tributación se aplica a los capitales productivos, a los que crean riqueza y la movilizan." [3]
Sigue nuestro autor preocupado por sus queridas distinciones y clasificaciones académicas. Ignorando que todo impuesto -sea directa o indirectamente- afecta en menos al capital.
En tal sentido, todos los impuestos "indirectos" (a la renta, consumo, etc.) afectan indirectamente al capital, porque el capital no crece de los árboles, ni es enviado por alienígenas extraterrestres, sino que se forma a partir del ahorro. Y ¿qué se puede ahorrar si no es una parte de la renta? La renta es la semilla de la cual nacerá ese árbol que se llamará capital y del cual brotarán sus frutos que llamamos renta.
Pero hay una mayoría de personas (no sólo académicos) que no comprende cómo funciona este circuito y parecen pensar que el capital es un producto de la naturaleza, de fuente inagotable, o proveniente de alguna deidad. Entonces, como Marx que pensaba de una manera análoga y por eso creía que era indiferente e inocuo expoliar al capital, sus continuadores (que no admiten ser llamados marxistas) dicen lo mismo que Marx, pero negando ser sus discípulos. Lo conozcan o no, al pensar y proponer lo mismo o algo más moderado, en esencia lo son.
"Quizá el criterio fiscal más justo y con alcances sociales indubitables, sería gravar a los capitales que se mantienen fuera de ¡a circulación o se retiran de la misma. Son estos capitales masa inerte que no beneficia a ningún otro factor del complexo social, que a su propietario. Las tendencias más evolucionadas se expresan de esta manera buscando aliviar la carga de los que manipulean capitales para descargarse sobre aquellos que lo conservan inmóvil y egoístamente." [4]
Ya refutamos antes esta falacia. No entienden el concepto dinámico del capital, ni tampoco parecen comprender como funciona una economía de mercado libre, donde el capital no puede por imposibilidad económica (no legal) permanecer improductivo. La improductividad del capital se produce apenas el gobierno interviene la economía de muchas maneras o de una sola, pero toda intervención afecta en menos negativamente a todos los capitales que son alcanzados con la misma. El impuesto es solo una manera de hacerlo, pero los gobiernos tienen diversas formas diferentes de atacar al capital. Y lo realizan cada vez que introducen sus garfios en la actividad privada. No una sino muchas veces, y en rigor, siempre que puedan hacerlo lo hacen.
Si los costos del capital son superiores a sus frutos, el capital deja de ser capital. Cualquier intervención gubernamental sólo añade más costos al capital dándole la estocada final. Se tiene la desfachatez de llamar "evolucionados" a los sistemas que atacan la propiedad privada de los medios de producción (en el caso, a través de los impuestos).
El capitalista que retira su capital de circulación (como dice la cita) sufre o soportó pérdidas, porque el capital -de esa manera- deja o dejó de rendir fruto, se desvaloriza, y -en el mercado libre- implica que ese capital desvalorizado será adquirido por otro capitalista que bajará sus costos, o le hará rendir mejores frutos, o lo venderá ganando, y de esta manera queda demostrado que el libre mercado soluciona la situación, y sin necesidad de que el "estado" intervenga de ninguna manera. El impuesto lo único que haría es impedir este proceso, y terminaría destruyendo por completo un capital que, además de no estar explotado, acaba siendo devorado por el fisco.
 


[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.
[2] Goldstein, M. ibidem.
[3] Goldstein, M. ibidem.
[4] Goldstein, M. ibidem.

 

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