La manera eficaz y segura de destruir una economía
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.






"Tornando a los combatidores de la primera teoría que acabamos de enunciar, digamos que estos, después de refutar los argumentos esgrimidos en favor del impuesto sobre el capital, invocan las razones que' según ellos apuntalan su posición; y son las que siguen: a) Que si el impuesto recayese sobre el "capital circulante", se perjudicaría a las clases productoras y particularmente a los trabajadores, pues la demanda mayor o menor de estos depende en gran parte de la amplitud de los "fondos de los salarios" b) Que si el impuesto recayese sobre el "capital fijo", los propietarios se verían obligados a ir vendiendo sus bienes poco a poco para pagar el impuesto, c) Que el impuesto sobre el capital produciría en último resultado la destrucción de las riquezas, la ruina de las economías privadas y a la larga también la ruina de la economía del Estado, pues la reducción de capitales empobrecería la producción y aminoraría el rendimiento de los impuestos: gravar el capital —dice un economista moderno— equivale a cosechar el fruto abatiendo el árbol, d) Que el impuesto sobre el capital (cuando es "único") exime de tributación a las clases sociales que realizan considerables beneficios, como son, verbigracia, los artistas, los abogados, los médicos, etcétera; e) Que la estimación de los capitales no puede hacerse prescindiendo de la renta que producen, f) Y que las legislaciones positivas son un argumento experimental en contra de los impuestos sobre el capital, pues exceptuando casos muy aislados, la mayor parte los rechazan casi en absoluto o los aceptan simplemente a título de impuestos "complementarios""[1]
Todos estos puntos son ciertos y -en alguna medida- ya los hemos anticipado en el curso de este trabajo. Aquí el argumento de menor peso es el último (f) y anteúltimo (d) en ese mismo orden.
En relación al d) sostenemos que no existen "clases sociales", y que evidentemente (esto se extiende a los puntos restantes) la idea de capital que tienen los autores de esta postura no es la misma que tenemos nosotros y que ya expusimos. Es evidente que todos los puntos tienen en mira solamente el capital físico, y -como dijimos- el concepto de capital es más amplio y excede el meramente físico que -a estas alturas de los tiempos- ya ha quedado obsoleto.
La ciencia de la praxeología ha superado el concepto caduco de capital que manejan los autores en examen.
La imagen de "capital" que tienen estos autores es, como queda dicho, la del capital físico que -tradicionalmente- se dividía (y se lo sigue haciendo aun) en "fijo" y "circulante". Esto sucedía (y continúa sucediendo) porque se sigue enseñando todavía en las universidades de ciencias económicas, sobre todo, que el capital es un concepto estrechamente ligado con la producción de bienes, y se excluye del mismo a los servicios.
Nosotros, desde una postura más moderna y compatible con los fundamentos dados por la Escuela Austríaca de Economía, creemos que la noción de capital es y debe ser más amplia, extendida al rubro servicios, por lo ya dicho: bienes y servicios son productos de ideas, por lo que cabe fincar en las mentes de los inventores y emprendedores el origen real del capital que, en algunos casos y con referencia a otros temas, se denomina capital intelectual. Este concepto praxeológico es más amplio que el antiguo que limitaba la noción de capital exclusivamente a los bienes materiales y -por lo tanto- concluían en una noción física del capital como "único" capital existente.
Luego, hay algunas cuestiones a las que ya nos hemos referido y que hemos objetado. La única economía que existe es la privada, y no hay tal cosa como una economía del "estado" porque, en el mejor de los casos, lo que la economía gubernamental puede o no puede hacer dependerá siempre de los recursos que haya expoliado al sector privado, que es el único que produce y puede generar riqueza. En tal sentido, llamaríamos a esa supuesta "economía" del "estado" economía expoliada a los privados, lo que se ajustaría mucho mejor a la realidad.
Agregaríamos que, en la medida que la opinión mayoritaria insista con la existencia de los impuestos, lo mejor sería la implantación de sólo uno o dos, con la menor tasa e impacto negativo posible para que evite dañar (más de lo que lo está a la fecha) la economía privada (en rigor, la única que hay).
Pero, reiteramos, que, en general, los efectos señalados en los distintos apartados analizados de la cita anterior, son acertados.
"Por último, tenemos presente la opinión de los que con Wagner formulan una tercera posición en el tema. Esta tendencia no rechaza en absoluto el impuesto sobre el capital, si bien no de una manera general y permanente, pero señala la de la renta como fuente "normal" y "principal" del impuesto. En el parágrafo respecto a la renta como fuente de imposición, analizaremos con más detalle el asunto, reduciéndonos aquí a señalar que, según la opinión del citado economista, los impuestos sobre el capital establecidos de una manera permanente, acabarían por trastornar la producción, reducir los salarios y perturbar muchas industrias."[2]
No hay manera de determinar -analizando estos textos- en que grado estos autores creen en la inevitabilidad de los impuestos o, por el contrario, no creen en ella y directamente eluden el tema en forma deliberada porque obtienen algún provecho inconfesable o, en un tercer supuesto, creen realmente que son "necesarios" e "imprescindibles" como lo afirmó inicialmente el autor del artículo que examinamos. Otorgándoles el beneficio de la duda les atribuiremos la primera posibilidad o la tercera y descartaremos por el momento la segunda.
Repetiremos entonces que, la renta forma parte del patrimonio, y como el impuesto desmorona al mismo se grave o no la renta, los esfuerzos que hace Wagner (y los demás autores citados) por establecer supuestas "diferencias" entre "normalidades" y "anormalidades" de "fuentes" pueden tener interés como un mero ejercicio académico, pero a los fines de nuestro trabajo carecen por completo de utilidad.
También hemos aclarado antes que los impuestos (y no sólo sobre el capital sino todos ellos) “acabarían por trastornar la producción, reducir los salarios y perturbar muchas industrias".
La diferencia importante (ahora sí) para señalar es que, si alguno de esos impuestos recayera sobre el capital, dicho impuesto acabaría con el capital de manera mucho más rápida y más letal que los restantes impuestos. Pero si lo que se quiere sugerir en la cita es que los demás impuestos son inofensivos para el capital ello es un completo error.
 


[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.
[2] Goldstein, M. ibidem.
 

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