Alberdi se opondría al discurso Albertista por corporativista y reglamentarista
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




Alberto ya decía hace un año atrás que: La solidaridad es la viga maestra del gobierno y la que define sus prioridades sin aportar mayores detalles sobre cómo sostener ese esquema macroeconómico sin afectar la dinámica privada y la libertad que se necesita para producir.
 
Después, forjó una serie de célebres ideas para construir su relato fundante de gobierno en la que encontramos expresiones como: Una idea del gobierno de científicos de corte cientificista y corporativo, lejos de las visiones democráticas y participativas; también juró realizar políticas de evidencia científica o políticas de datos; o la necesidad de un programa de desarrollo integral para la próxima década que tenga bien presente los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, incluso una sorprendente iniciativa como enviar una nueva Ley de Educación Superior, además de habilitar una pretendida profunda reforma judicial y la sanción de la interrupción voluntaria del embarazo –único acto cumplido-, hasta pedir que se recupere la palabra y la idea de verdad.
 
Resulta claro y evidente de este set de medidas las pocas previsiones en materia económica, siendo único tema real la negociación de la deuda -cuestión aún por resolver en su totalidad con el FMI- pero nada quedó en pie como sistema previsible y estable con la aprobación de la Ley de Presupuesto de la Nación 2021, la cual nació con perspectiva de género pero con indicadores frágiles, y ya hoy, no tiene correlato con las tendencias en materia de inflación, recaudación y equilibrio en el gasto público para sostener todo lo que expresó en su discurso.
 
Por ende, como bien decía Alberdi, en el Sistema Económico y Rentístico: No hay un barómetro más exacto para estimar el grado de sensatez y civilización de cada país, que su ley de presupuesto, o la cuenta de sus gastos públicos.
 
Este punto sigue siendo clave en cuanto vemos que las leyes del congreso que son parte de la agenda del Poder Ejecutivo dan vuelta estos otros principios rectores de la Constitución Nacional: La ley nada tiene que hacer en los consumos privados; pero puede establecer reglas y garantías para que los consumos públicos o gastos del Estado no devoren la riqueza del país; para que el Tesoro nacional, destinado a sufragarlos, se forme, administre y aplique en bien y utilidad de la Nación, y nunca en daño de los contribuyentes. El conjunto de estas garantías forma lo que se llama el sistema rentístico o financiero de la Confederación.
 
El discurso, siguiendo esta lógica, sólo confirmó que la iniciativa es privativa del Estado. El sector privado no recupera su capacidad de desarrollo producto del alto nivel impositivo de la cantidad de regulaciones e instituciones que el gobierno crea para coordinar, desde su ética, qué producir, cuánto y cómo hacerlo.
 
El impulso al consumo es entonces estratégico, parte del Estado, con programas para mover la economía. No entiende otra mirada de producción y desarrollo, es potenciación según el diseño normativo para dirigir a sectores ganadores y perdedores.
 
Reconoce aún así que la inflación es un problema pero yerra nuevamente cuando dice que es multicausal. No entiende que es un problema monetario.
 
Por eso, resalta, la capacidad de fiscalización, control y seguimiento de precios para abastecer las góndolas. El paternalismo sigue diciendo que cuida la mesa y resguarda el valor de la moneda pero fracasa en disminuir la oferta finalmente. También el Compre Nacional en materia sanitaria y para el sector privado vuelve a dejar en manos de funcionarios el destino del sector económico.
 
El capitalismo entonces, es el gran problema. Ese problema se soluciona con corporativismo mediante la coordinación de esfuerzos, precios y salarios, mediante el Consejo Social y Económico. Es un avance dicen pero sabemos que retrocedemos al no dejar liberado a la invención, individualismo, iniciativa no regulada sino espontánea, la creación de valor.
 
Pero paradójicamente valora la economía del conocimiento y el desarrollo 4.0 el cual no encuentra lugar ante tantos jóvenes y empresarios que se fueron y se están yendo de la argentina como el caso insignia de Mercado Libre.
 
Un punto clave y política de Estado es la emergencia de servicios públicos y la desdolarización de los costos y cobros. Difícil es pensar que por ley puede negarse, la realidad es el problema.
 
Además, si el desarrollo será verde o no será, es una problemática que le escapa ampliamente al gobierno nacional en tanto es política local su conservación, administración y explotación de los recursos naturales. Muestra de ello es que el Ministerio de Ambiente de la Nación no puede abocarse siquiera a enfrentar incendios estacionales y previsibles.
 
Fue un discurso en que los datos y la esperanza fueron centrales en su discurso. El problema es la falacia redundante y sin lugar a la crítica. Las falacias tienen ese poder, no pueden contra argumentarse porque no tienen respaldo y el debate se vuelve inocuo. Sin debate franco, sin instituciones fuertes como el Congreso Nacional como institución de control y no de asimilación de la marcha del Poder Ejecutivo nos vuelve un país populista.
 
Finalmente, las anáforas, o repeticiones de frases o nombres, respecto del gobierno anterior fueron una constante indicando que allí se iniciaron todos los problemas  de gestión y la corrupción que nos aquejan hoy, incluso las que nos encuentran debilitados ante la pandemia. Esta estrategia discursiva es propia de quien quiere direccionar los titulares y principales portales de comunicación.
 
Lo que el relato en la primer y la segunda apertura del Congreso Nacional queda claro es que no les deja ver ni comprender que: La Constitución de la Confederación Argentina difiere de las otras constituciones dadas en Sud-América, no en que es más liberal, sino en que es más juiciosa, es decir, más adecuada a las necesidades verdaderas del país de su sanción.
 
Esa razonabilidad, o actividad juiciosa, es lo que no encontramos en la gestión de un gobierno. Lo que sigue faltando son dirigentes intérpretes de los principios rectores del régimen liberal y republicano para dar a cada uno lo suyo. Orden y previsión en política, libertad de trabajo y comercio en materia económica. He aquí la clave del dominio de la libertad civil frente a la política, derecho que la Constitución Nacional asimila a la libertad individual aún en tiempos de pandemia.

Quiere ser recordado por haber sido quién sembró la unidad de un país, por ahora siembra vientos que nos pegan de frente y hacen caer pilares del progreso y civilización.


Publicada en INFOBAE.

 

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