Las siete medidas necesarias para cambiar el rumbo de decadencia y volver a la cultura del trabajo
Roberto Cachanosky
Economista. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



En las elecciones de 2021 no se juega quién va a tener mayoría en diputados para aprobar leyes, sino que se pone en juego la existencia misma de las libertades individuales, con el riesgo que el sistema republicano de gobierno quede en el olvido y sea sustituido por un sistema autocrático. La grieta es, justamente, los que se oponen a reemplazar un sistema republicano liberal por uno autocrático en que el Poder Ejecutivo pasa a tener el poder absoluto de los tres poderes, en particular la justicia, y destruir la democracia desde dentro. Reestablecer un poder monárquico.
No sería la primera vez en la historia del mundo que un determinado grupo use la democracia para ganar elecciones y luego, en el poder, la destruya y establezca una dictadura. El ejemplo más cercano que se puede ver es el de Hugo Chávez en Venezuela.
De manera que se hace difícil pensar en un 2023 sin un 2021 en que se le ponga un límite a los proyectos autocráticos del kirchnerismo. Pero, al mismo tiempo, la oposición tiene un serio problema que tiene que ver una historia de horrible manejo económico.
Puesto de otra manera, Juntos por el Cambio nunca terminó de hacer una autocrítica seria de los errores que cometió en el campo de la economía, mientras sus acérrimos defensores se limitan a decir que no tenían mayoría en ambas cámaras legislativas para hacer las reformas estructurales necesarias. La realidad es que nunca parece haber pasado por la cabeza de Cambiemos implementar esas reformas y ni siquiera hubo un mínimo de espíritu en el cambio de discurso. Por momentos lució más como “Continuemos” que como Cambiemos.
A modo de ejemplo se puede ver en el gráfico previo la evolución de los planes sociales entre 2008 y 2019. Prácticamente se duplicaron punta a punta y a pesar de eso cada vez hay más pobres. Durante el gobierno de Juntos por el Cambio pasaron de 10,6 millones a 12,8 millones de beneficiarios, un aumento del 20,8 por ciento.
Los problemas a resolver
La economía tiene un monumental problema por delante. Nivel de gasto público y su pésima calidad; un sistema tributario delirante; no hay moneda; carece de ahorro interno para financiar el consumo y la inversión; tiene regulaciones que paralizan la capacidad de innovación de los agentes económicos; y vive de espaldas al mundo. Vivir con lo nuestro, refugiado en el proteccionismo.
Se hace difícil pensar en un 2023 sin un 2021 en que se le ponga un límite a los proyectos autocráticos del kirchnerismo. Para salir de esta larga decadencia hay tres pasos gigantescos a dar:
1) Frenar al kirchnerismo en octubre para mantener un sistema republicano y preservar las libertades individuales más elementales;
2) Empezar a construir una mayoría en el Congreso que, en caso de Cambiemos llegar al gobierno en 2023, apoye las reformas necesarias. No sea cosa que, de tanta mezcla ideológica, termine teniendo en el Congreso a la oposición en sus propias filas que impida revertir la tendencia; y
3) Acordar las medidas económicas mínimas indispensables a aplicar para torcer el rumbo de colisión del barco y enfilarlo hacia puerto seguro.
Reformas estructurales
A partir de ahí, con una dirigencia política convencida del camino a seguir y dispuesta a apoyar contra viento y marea el mínimo de medidas a aplicar para iniciar la recuperación o, si se prefiere, cambiar el rumbo de colisión del barco, se requieren aprobar diversas reformas de fondo:
1) Monetaria: ¿Cómo hace un empresario para estimar la rentabilidad de una inversión si no puede calcular costos hacia el futuro porque el peso se deprecia día a día? ¿Cómo se otorga crédito de largo plazo sin estabilidad de precios? Quitarle el curso forzoso al peso y establecer el curso legal de otras monedas daría lugar a que la población pueda optar por hacer sus contratos en la divisa que le merezca más confianza y tenga cierta estabilidad en el tiempo;
2) Laboral: Lo mínimo que debe contener es que toda nueva persona que pueda ser contratada no amenace a las empresas con la industria del juicio que genera pánico, en particular en las pyme, de manera que incentive el empleo neto. Incluso si se va a hacer una reforma del Estado que transfiera empleados del sector público hacia el sector privado;
3) Del Estado: El problema del gasto público es doble: alto e ineficiente. Lo primero que hay que hacer es bajarlo para ir lo más rápido posible al equilibrio fiscal, y a partir de ahí ir trabajando con tiempo en la mejora de la calidad. La Argentina carece de instrumentos para financiar el rojo de las finanzas públicas y depender del crédito externo es tan riesgoso como que Cambiemos quedó “colgado del pincel” en abril de 2018 cuando debió acudir a la asistencia del FMI;
4) Impositiva. Simplificar el sistema tributario y bajar la presión fiscal es clave para atraer inversiones productivas. Argentina no solo no tiene seguridad jurídica afianzada sobre los derechos de propiedad, sino que, además, las personas y las empresas son explotadas impositivamente de tal manera que alentó el éxodo hacia otros países en busca de otra residencia fiscal;
5) Amplia desregulación que libere la capacidad de innovación de la sociedad y quite costos altísimos que restan competitividad a las empresas;
6) Transformar los planes sociales en transitoriosobligando a todo beneficiario a hacer un curso de algún oficio con salida laboral (electricista, plomero, gasista, carpintero u otros), y plan de recorte de la asistencia a razón de un 20% por mes, mientras se afirma en su nueva tarea como independiente. Esto, junto con el Monotributo Social, contribuiría a reestablecer la cultura del trabajo, hoy desplazada por la cultura de la dádiva.
7) Integración al mundo. Nadie va a hacer grandes inversiones, y por lo tanto crear muchos puestos de trabajo, para abastecer un mercado interno de 46 millones de habitantes donde casi el 50% de la población es pobre, y el resto fue perdiendo capacidad de consumo. Abrir la economía, con incentivos a la exportación, permitirá reactivar la producción, el consumo y la inversión, y por extensión el empleo. No se puede desaprovechar el acuerdo Mercosur-Unión Europea que da acceso a un mercado de casi 450 millones de habitantes con un ingreso per cápita promedio de USD 34.000 por año, con la ventaja que el tratado contempla que la UE baja más rápido los aranceles y le da tiempo al bloque regional para convertir en competitivas a sus empresas.
Una vez que se logre incrementar notablemente las exportaciones gracias a las inversiones y las reformas estructurales, bajará la desocupación, irá mejorando el ingreso real de la población y se podrá terminar con la pobreza aumentando el consumo. Creer que Argentina sale estimulando el consumo interno antes de exportar es un grosero error conceptual o puro populismo.
Estas siete medidas económicas son las mínimas indispensables para girar el rumbo del barco y ponerlo proa al norte para empezar a navegar a toda velocidad hacia la prosperidad. Se sabe que no será sencillo, pero lo que no se puede es insistir con más empleo público, más planes sociales, más impuestos y más violaciones a los derechos de propiedad, porque agudizará la decadencia. Es fundamental recrear las condiciones para restablecer la cultura del trabajo y la inversión productiva, y reducir la carga del Estado.

Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 16 de marzo de 2021 y en Cato Institute.

 

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