Al covid se lo vence sin pánico ni violencia, con la naturaleza
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.







                 Cuenta el ex senador Ron Paul -de centro derecha, por ubicarlo en algún lugar- que, el 24 de marzo, el presidente de Ucrania firmó prácticamente una declaración de guerra y, respaldado por Washington, dijo que la política de Ucrania es recuperar Crimea de Rusia.
                 El secretario de Defensa de EE.UU., que anteriormente sirvió en la junta del fabricante de misiles Raytheon, prometió “apoyo inquebrantable a la soberanía de Ucrania”.  Washington está enviando armas y ya van más de 300 toneladas. Como era de esperar, Moscú ha respondido reubicando tropas más cerca de su frontera con Ucrania.
                   No sé quién tiene razón, pero, en todo caso, bastaría con un plebiscito entre los ciudadanos para que decidieran qué gobierno quieren tener, si es que quieren uno. Tiene razón Ron Paul al afirmar que “Estamos viendo la política exterior hecha por Raytheon y los otros contratistas militares… los irresponsables “expertos” en política exterior… están a punto de llevarnos a la guerra”.
                    Es que eso son los Estados, estas son las “autoridades”, y los “expertos”: traficantes de armas, literalmente, que marcan fronteras y por ellas crean guerras donde mueren millones (60 millones solo en la Segunda Guerra Mundial).  
                   Y estas son las “autoridades sanitarias” que aseguran que vivimos una “pandemia” que lleva muertos a menos de 3 millones de personas -suponiendo que la cifra no esté inflada- en año y medio en todo el mundo, el 0,04% de la población global, la misma cantidad que los muertos en accidentes viales y domésticos.
                   Como dice el juez, y destacado jurista, Ricardo Manuel Rojas, “la única epidemia que existe es la del miedo infundido por el gobierno y sus aliados periodistas”, los “miedos” de comunicación, como dice un amigo, que replican, sin hacer un análisis sensato, lo que dicen los “organismos oficiales” como si éstos no fueran altamente ineficientes y corruptos.
                    El presidente mexicano de momento se resiste a vacunarse, justificándose en la opinión del médico que lo atendió cuando dio positivo en coronavirus, y ha afirmado que aún tiene “suficientes anticuerpos”. Y siempre se negó a llevar cubrebocas.
                      Después de todo, el presidente argentino se inyecto las dos dosis de la vacuna Sputnik -que no ha sido aprobada por la Unión Europea- y, sin embargo, se contagió de covid. Entretanto, se ha encontrado un vínculo entre la vacuna de AstraZeneca y las trombosis, según el jefe de estrategia de vacunas de la Agencia Europea del Medicamento.
                     Pero lo importante, en todo caso, no es si el covid es grave o no, sino que las “autoridades” acepten, y las personas y sobre todo los medios, comprendan que la violencia y el pánico -que dispara a la violencia- no solo que no son útiles sino que destruyen a la naturaleza, a la vida.
                      Son las personas en libertad -sin coacciones del monopolio estatal de la violencia- las que deben cuidarse a sí mismas. Porque la violencia es inmoral, desde que va contra la vida, contra la naturaleza, como ya lo decía Aristóteles, porque siempre destruye. Así, los confinamientos y demás restricciones al desarrollo de las economías han provocado muchas más víctimas que el covid.
                    Ya el año pasado -ahora ha empeorado-, sin contar el enorme daño sicológico y suicidios por el pánico, según Oxfam, solo el desempleo masivo, las interrupciones en el suministro de alimentos y la disminución de las ayudas a causa de los confinamientos podrían causar hasta 12.000 muertos por hambre al día en el mundo.


 

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