El partido de Guzmán
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



La situación del ministro de economía, Martín Guzmán, sitiado en el gobierno por el kirchnerismo duro por su decisión de despedir al subsecretario de energía, el cristinochavista Federico Basualdo (ex colaborador de Horacio Verbitzky en su blog marxista “El cohete a la luna”) tiene al gobierno sumido en un caos de peleas entre dos facciones que componen el Frente de Todos pero que naturalmente tienen un peso específico diferente.
De un lado está la señora Cristina Fernández de Kirchner, que está decidida a radicalizar la gestión para profundizar el plan populista del socialismo del siglo XXI y llevar al país a una dictadura de nomenklatura en donde, antes que nada, ella quede liberada por los crímenes que cometió en su pasada gestión, y luego el pueblo quede sometido a un yugo de clase que confisque toda la riqueza que aún falta robar para simular una repartición comunista entre los “pobres”.

Del otro está cierto establishment peronista histórico y algún resabio de cierta racionalidad económica, representada en este caso por el ministro Guzmán, que, entre otras cosas, defiende algún tipo de equilibrio en las cuentas públicas y de realismo tarifario de los servicios públicos para no repetir la tragedia populista del gobierno de Cristina Fernández que terminó por envilecer toda la infraestructura nacional.
Axel Kicillof es la avanzada de la Sra. Fernández en este campo y quien desembozadamente arremete contra el gobierno de Alberto Fernández secundando a Federico Basualdo. Claudio Lozano, otro caracterizado cuadro del izquierdismo marxista, dijo ayer que se está frente a una disyuntiva: o se elige la política económica del FMI que defiende Martín Guzmán o se elige la economía nacional y popular representada por los sectores que apoyan a Basulado.
Estos sectores pujan por otro jubileo monetario de impresión alocada de billetes para reponer el IFE y los ATP para hacer populismo de papel pintado antes de las elecciones. Especulan con la supina ignorancia de los sectores que porque creen que tienen pilones de billetes en sus bolsillos “han recibido la ayuda de Cristina”.
En este contexto la vicepresidente tuvo el tupé de emitir anoche un hilo de 27 tweets glosando los comentarios en el Congreso norteamericano del presidente Biden, insinuando que la política del nuevo ejecutivo es igual a la de ellos.
¿En serio señora quiere que hablemos en términos comparativos con los EEUU? ¿Cómo empezar a hacer esa comparación entre una economía que se mueve básicamente con 2 impuestos nacionales y otra que tiene 170? ¿Cómo analizar seriamente un paralelismo entre un país que produce un cuarto de la riqueza mundial y otro que hace 11 años que está estancado? La ignorancia aldeana de la vicepresidente resulta tristemente patética.
Ayer conversando, en el programa de radio con el periodista Alberto Valdez, me decía que el 70% de la dirigencia de AEA (Asociación Empresaria Argentina) ya reside fuera del país. Es el resultado del éxodo de empresas e individuos que está provocando la instalación del modelo bolivariano en el país.
Ese círculo rojo, junto al grueso de los profesionales de la economía, de los analistas políticos y de la última franja de racionalidad que va quedando en la Argentina, consideran a Guzmán como el último dique de contención que rescate algo de lo que quede de una economía destruida.
Lo que hay del otro lado del dique son los gurkas de La Cámpora, como Fernanda Vallejos, por ejemplo, cuya única idea consiste en seguir esquilmando a los argentinos que aún producen algo con más impuestos confiscatorios. Es más, su idea es extender a una base imponible más amplia y modesta el ya inentendible impuesto a la riqueza salido de la mente de los comunistas Máximo Kirchner y Carlos Heller.
El deterioro de la situación económica, con una inflación desatada, el dólar dispuesto a picar nuevamente hacia los $200 y la probada ineficacia del gobierno en el manejo de la cotidianeidad administrativa han puesto a la Argentina fuera del mundo, con sus bonos prácticamente rematados.
El sector radicalizado del kirchnerismo quiere volver al populismo tarifario para, con eso, no hacer peligrar el resultado de las elecciones legislativas. En ese evento se juegan la libertad de Cristina Fernández de Kirchner y la viabilidad de todo su proyecto totalitario.
Sin el salvoconducto democrático que legitime como “respaldado por el pueblo” el proyecto de instalación de una dictadura de clase (la “clase” de ellos) se les puede complicar la continuidad de los próximos dos años hasta las elecciones presidenciales de 2023.
Por eso toda la maquinaria de poder absoluto está puesta a trabajar a destajo para no dar el brazo a torcer ni con Guzmán ni con nada que huela a racionalidad económica. El mandato de la hora es “avanzar hasta quemar todo si es necesario, porque en esto nos jugamos nuestra propia libertad y todo el poder”. El presidente Fernández, hasta ahora, ha sido un muñeco pintado en todo esto.

Publicado en ThePost.





 

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