Argentina ante un dilema: libertad o sumisión

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
La pandemia
le ha servido al Gobierno para esconder o enmascarar problemas que tienen su
causa en razonamientos contradictorios, los que aumentarán la incertidumbre y el
malestar social desembocando en
conflictos donde, probablemente, no escasee la violencia.
La política
económica está provocando descapitalización, atraso económico y
subdesarrollo. El Gobierno debería apelar a la razón para poder encontrar los medios idóneos que
impidan la tan temida desintegración social,
garantizando un mejor nivel de
vida. Al periodismo y a la oposición, también a la Justicia, les cabe la indispensable tarea de
desenmascarar los errores y refutarlos
en el menor tiempo posible.
Observando
al gobierno y a la oposición vemos que el odio y el dogmatismo enturbian las
interacciones entre ambos, no se
escuchan propuestas serias y bien definidas porque provienen del bando
contrario. Casi no las hay, porque se pierde el tiempo en la ofensa
mutua, en vez de buscar errores y
soluciones para salir de la compleja situación en la que nos encontramos. Sin
cooperación será imposible resolverla porque primará el dogmatismo a la búsqueda
de alternativas.
La
cooperación implica un clima de paz.
Cuando se tienen fundamentos para defender las ideas se discuten, es necesario,
así progresó el Conocimiento, con el
debate, y la crítica racional. Lo malo es batallar por tener razón, en vez de por llegar a la verdad. En las
dictaduras no se puede decir: “estas son mis ideas, si quieres síguelas y si no quédate con las
tuyas”. Stalin es un ejemplo, mató a sus
camaradas. El examen crítico de las acciones de gobierno es fundamental, la
violencia no es el camino sino la cooperación.
Se debería rechazar a quienes conciben al poder como una fuerza
que permite imponerse por métodos violentos,
el Gobierno, por ejemplo, apela a La Càmpora y otros equipos subalternos
para que impongan las órdenes recibidas, están intentando someter voluntades sin vacilaciones ni
escrúpulos. Esto es sumamente peligroso.
El
mercado, la competencia, son creaciones
no deliberadas, las relaciones sociales son dominadas por principios que
no han sido creados por el hombre, pertenecen al orden espontaneo. La economía
y la democracia responden a leyes inmanentes que no cambian y hay que respetar,
ir en la misma dirección. Luego viene la etapa de contrastar, poner a prueba las acciones o teorías con la realidad, aquí tiene un papel fundamental la tolerancia,
dejar de lado los antagonismos para dar paso a soluciones consensuadas,
en vez de pregonar el aniquilamiento del contrincante. Por lo general no se
difiere tanto en los fines, es importante tener en cuenta los métodos y medios para alcanzarlos. Esa es
la cuestión.
Toda
política que no tenga en cuenta la extensión de la cooperación social está
destinada a fracasar, la división del trabajo es elemental para la preservación
y funcionamiento de la sociedad. La
democracia presupone un orden legal y Estado de Derecho, que imperen leyes que respeten la Constitución, no cualquier
ley. No es así en el estado autoritario, que se pretende imponer: el Presidente
procura gobernar por encima de la ley, con controles de todo tipo, intentando algo que está demostrando, por
ahora, ser imposible en nuestro país,
someternos a sus caprichos, que marchemos como en las dictaduras al son del
tambor.
Un problema
para dar el paso adelante es que una gran parte de la sociedad adhiere a
doctrinas erróneas, que no pasan por el filtro de la realidad, prefieren las
regulaciones económicas, los subsidios, el estatismo y el intervencionismo.
Mientras ideas nacionalistas y socialistas sigan arraigadas en la mente de los
argentinos, con la ayuda de profesores universitarios, maestros de escuelas,
periodistas y políticos, difícil va a
ser poder realizar un cambio positivo.
Por eso es tan importante convencer a los argentinos de que para vivir
mejor no deben rechazar ni el capitalismo ni la democracia. Existen grupos a
los que le fascinan las utopías, las desean, son el sustituto del ideal, se
sigue creyendo en la astrología, la magia, creencias que ha superado el
conocimiento hace cientos de años, lo que muestra que, por inercia cultural, seguirá siendo difícil desprendernos de
teorías equivocadas.
La violencia con que se expresan muchos
políticos indica que los argentinos estamos ideológicamente muy divididos por
lo cual existe la posibilidad de que ningún grupo pueda ofrecer un gobierno
estable, siempre le amenazará la anarquía, o severos conflictos sociales. Los
dogmaticos defensores de la democracia
erran al considerar que con ella inevitablemente se progresa, si bien, como afirmaba Churchill, es el mejor sistema de gobierno conocido, las
mayorías pueden equivocarse y elegir al
gobernante que la destruye. Solo es un sistema que permite la lucha pacífica
por el poder y garantiza, de este
modo, un gobierno aceptado por la
mayoría, depende de lo que piense la
gente, trae progreso si se acierta en
las metas, técnicas y recursos para vivir mejor.
No
deberíamos cansarnos de predicar en Argentina que tanto la democracia como la
igualdad ante la ley, la propiedad
privada, la libertad y la tolerancia,
benefician a toda la sociedad, nos
podremos equivocar pero nos dan la posibilidad de corregir nuestros
errores, porque tendremos más y mejor información y más cooperación para
resolver los problemas. Se debería
descartar la lucha irracional
entre líderes políticos, el rechazo al
sistema de partidos, a las normas que lo hacen posible y los permanentes conflictos con países
democráticos. No se progresa eliminando
adversarios sino discutiendo ideas,
volver a realzar la razón humana, en vez de dejamos llevar por conductas
instintivas o impulsivas como las que están debilitando al Gobierno. Las
políticas anticapitalistas no le han traído buenos resultados según lo
evidencian la realidad política y económica.
Se acerca un
periodo eleccionario, la competencia por la cual cada postulante a un cargo
público compite por superar a sus rivales. Es necesario que se realicen dentro de un orden de cooperación, respetando
las normas que hacen a una convivencia pacífica. La gente decidirá quién ocupara tal o cual lugar
mediante el voto. Llegarán quienes puedan demostrar que pueden satisfacer y
servir a los sufragantes de un modo mejor, con un programa de gobierno que les permita la libertad necesaria para acceder a la
satisfacción de sus necesidades. El peronismo ha controlado la oferta política
por décadas. Se ha sabido adaptar a las
diferentes circunstancias, lo demuestran los gobiernos menemistas, a veces, también, mediante el saboteo
a la competencia y a restringirla mediante artimañas antidemocráticas.
Es preciso evitar que el actual gobierno destruya las
bases de la República. El kirchnerismo es
especial, pretende disfrutar de las ventajas que les ofrece el poder en
el corto plazo mientras que las perniciosas consecuencias de su política dañan
a la sociedad en general. Si no se le pone coto en las elecciones futuras, este proceder mafioso se va a generalizar.
Están cobrando sentido las palabras libertad o
sumisión, de los argentinos dependerá a cuál de ellas aferrarse, si aceptan la
sumisión al Gobierno, tendrán un Estado que no obligara a respetar la ley, continuará dominando la agresión y la rapacidad. Los Kirchner
intentarán reducir, más aún, el Estado de Derecho. Gobiernan funcionarios
que quieren hacer sucumbir a la
ciudadanía bajo la opresión estatal, no
debería tirarse en brazos de quienes son
enemigos de la Libertad. La Constitución aprueba defender a la República
de todo matón que pretenda esclavizarlos
y defender la cooperación social bajo el signo
de la propiedad privada de los medios de producción, permite rebelarse, no obedecer, ni
servir, a un gobierno con
actitudes antirrepublicanas.
El Estado
tiene el monopolio de la fuerza, si no se lo controla mediante el
fortalecimiento de la sociedad civil la acción del Estado irá, sin duda, en contra del bien más preciado
sobre la tierra, la Libertad, por ello hay que disminuir el poder estatal, de
allí la necesidad de apoyar una reforma
integral, profunda, como hace tiempo están proponiendo los pocos que ven mejor
la realidad.
Todas las
instituciones liberales se han creado para evitar el poder absoluto, el
cual, como lo muestra la Historia, ha aniquilado la propiedad privada y al
mercado para poder instaurar un sistema
totalitario. En Argentina, ya comenzó el trabajo fino, mediante la planificación económica. Están obligando, mediante controles
draconianos a la economía, a consumir
lo que el Gobierno indica, en qué
cantidad y a qué precio. El desempleo y
el hambre han convertido en esclavos de dadivas y subsidios, a mucha gente, haciendo olvidar que solo se
puede ser libre si el
Gobierno no pone trabas a la realización del propio destino. También los empresarios dependen de las decisiones
arbitrarias del Estado: no les vale hacer las cosas bien, no se les permite disfrutar
de las ventajas que el mercado da solo a
quienes mejor entienden los deseos y
necesidades de los consumidores.
Nuestros
gobernantes van contra la sociedad de
consumo, la única en la historia, que
arremetió contra la pobreza y la hizo
retroceder, van contra los empresarios, la producción y la productividad.
Condenan con intervenciones a la industria y al comercio y con ideas locas como
subrayar la rapacidad y egoísmo del sistema capitalista en vez de pensar como
se puede solucionar el problema de vestir,
alimentar, y emplear a los
sectores que están penando por culpa de
un estado acaparador.
La Argentina
del revés no entiende, aún, que las relaciones sociales no deben ser
impuestas, ni por el grupo y sus
tradiciones, ni por el Estado, deben ser
buscadas y elegidas por cada persona como entidad libre, y por lo tanto responsable, condición
necesaria para garantizar la autonomía y
la libertad de los otros.
Casi todos
los políticos argentinos olvidan que la sociedad liberal ha promovido el
cuidado y la ética por el trabajo como ninguna otra, basta enumerar algunas de sus creaciones
institucionales: el derecho laboral, la
seguridad en el trabajo, la seguridad social y el sindicalismo. Ha llevado,
también, en pocos siglos, y a velocidad creciente, la idea y la práctica de la justicia
igualitaria, creando limitaciones a las
arbitrariedades del poder, sea político o económico, garantizando la autonomía y la integridad de
la persona permitiéndole un espacio social para el ejercicio de sus
potencialidades individuales.
En las escuelas de nuestro país no se subraya
que la libertad es, en Occidente,
un concepto unido al de rechazo a la arbitrariedad política y por lo
tanto al de Justicia. Es así como la
gente no se percata del intento del gobierno actual por despertarles una
exagerada dependencia del Estado, fomentando, para conseguirlo, una extendida incertidumbre e inseguridad,
una necesidad enfermiza de subordinación,
elemento esencial de las dictaduras y en mayor medida del totalitarismo.
El
socialismo trasnochado, que pretende imponer el kirchnerismo, fue un fracaso en todo el mundo, inaplicable,
por ello las experiencias fracasaron en la URSS, Hungría,
Albania, Polonia, Checoslovaquia, todavía en Cuba y otros países. Partieron de situaciones diferentes pero en
todos naufragó el intento de destruir la propiedad privada, como lo deseaba Marx, es que ningún sistema de ideas puede modificar la
realidad a menos que se la respete,
conozca, y adapte a sus imperativos. Por ello es tan
importante reforzar nuestras Instituciones con hombres probos,
democráticos, y capaces, para evitar que gobiernos, con pretensiones totalitarias, tengan éxito en igualar la mente de los
argentinos, con lo cual, se haría imposible el progreso.
Últimos 5 Artículos del Autor
.: AtlasTV
.: Suscribite!
