Derrotado Guzmán, la economía entró en plena lógica electoral
Sergio Crivelli




Alberto Fernández es conocido por la volatilidad de sus opiniones. No hace falta dar ejemplos. Su viaje a Europa con el alegado propósito de llegar a un acuerdo por la deuda con el Club de París y el FMI también debe ser considerarlo desde esa perspectiva.
Después de encontrarse con la titular del FMI, Cristalina Georgieva, sostuvo que “la vocación” del gobierno era la de “encontrar un acuerdo lo más rápido posible” con el organismo. Consideró el encuentro “constructivo”, mientras que Georgieva lo calificaba de “muy positivo”, pero no hubo anuncios, ni siquiera de una hoja de ruta. Sólo el ya famoso “seguiremos trabajando” en un plan etcétera, etcétera.
Poco después una agencia de noticias internacional dejó trascender la voluntad del Club de París de no ejecutar la deuda argentina que vence a fin de mes. Los bonos argentinos no se derrumbaron. Tampoco lo hicieron las acciones de Guzmán que habían llegado la semana previa a precios de remate después de la pulseada perdida con un subsecretario apoyado por Cristina Kirchner.
Claramente la idea de los acreedores es no contribuir a su aniquilación política. Peor sería que tuvieran que vérselas con un reemplazante miembro del Instituto Patria.
Los acreedores conocen la interna “K”. Saben que Alberto Fernández ya se sometió a Cristina Kirchner y que en privado opina como ella sobre el FMI.
En un encuentro a puertas cerradas con empresarios franceses sostuvo que previo a cualquier acuerdo el FMI debía reconocer de manera explícita su “responsabilidad” en el préstamo de 44 mil millones de dólares al gobierno anterior. La original opinión tardó poco en llegar a oídos del Fondo.
La actitud desafiante de Fernández copia la actitud desafiante del kirchnerismo. El jueves el bloque oficialista del Senado aprobó una declaración exigiéndole al presidente que use en gastos de pandemia los cerca de 4.300 millones de dólares en derechos de giro que otorgará el FMI a Argentina. Que ni se le ocurra aplicarlos a pago de deuda. Retórica electoralista a expensas de las conversaciones llevadas durante meses por Guzmán con los organismos de crédito.
Mucho menos retórica es la rebaja de la tarifa del gas presentada el mismo jueves, con Fernández y Guzmán en Europa, por el hijo de la vice. Será de entre el 30 y el 50% en cuatro provincias, incluida la de Buenos Aires. Ya no congelamiento, sino rebaja. Al lado de esto Basualdo quedó como un lobbista del sector energético.
Acompañó a Máximo Kirchner en la iniciativa Sergio Massa, por si a alguien no le quedaba claro hacía dónde se corrió el poder en el Frente de Todos. Si eso no es estar poniendo a empujones a Guzmán en la puerta de salida resulta difícil entender qué es.
Pero la cuestión no es personal. Los empujones se los ganó Guzmán por los resultados de su gestión. El consumo en supermercados cayó el 19% interanual en abril. La caída en los alimentos fue del 20%.
Otro dato de la magnitud del ajuste que el ministro puso en marcha asustado por la corrida cambiaria del año pasado lo da el aumento de precios de alimentos básicos como el pan, 13%, al tiempo que para todo el segundo trimestre la suba de las jubilaciones con la nueva fórmula será del 12%.
La gran herramienta del ajuste fue como siempre la inflación. En abril fue del 4,1% y  la acumulada en el primer cuatrimestre de 2021 se ubicó en 17,6%. Proyectada al resto del año equivale al 62,5%. La de los últimos 12 meses fue de 46,3%. El peor arranque de un año desde 2002.
Con ajuste e inflación se hace muy cuesta arriba ganar elecciones, por lo que la vice desplegó su poder hegemónico en el Congreso, encuadró al presidente y disciplinó al ministro de Economía, al que ningún “waiver” del Club de París o del Fondo podrá salvar si sigue obteniendo resultados como los de los últimos seis meses. Y no se ven indicios por ahora de un milagro preelectoral.
No se paga la deuda con el Fondo, ni con los bonistas, la cotización de la soja está por las nubes y la presión fiscal otro tanto, pero ni siquiera así consigue el gobierno frenar la destrucción de la moneda, el aumento de la pobreza y del desempleo y la actividad sigue sin arrancar. A lo que se agrega que faltan vacunas y hay que encerrar a la población para evitar el descontrol de los contagios. A esta altura y con las variables macroeconómicas a la vista el riesgo de estallido es real. La única duda es cuándo.
En este panorama adverso el kirchnerismo cuenta, sin embargo, con un factor favorable, la falta de una oposición competitiva. Juntos por el Cambio consiguió mantenerse unido, pero sin un liderazgo que garantice una salida del actual laberinto difícilmente se convierta en una alternativa electoral con chances de ganar en noviembre.


Publicado en La Prensa.
 

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