Sonría, lo estamos mirando
Karina Mariani
Directora del CLUB DE LOS VIERNES Argentina.
Gerd Wiesler no firmaba sus informes con su nombre sino bajo el nick: HGW XX/7. Había sido designado para vigilar hasta los movimientos más íntimos de un famoso escritor: Georg Dreyman. La Stasi sospechaba que Dreyman no era fiel al régimen. La película se llama La vida de los otros (Das Leben der Anderen) y transcurre en Berlín en el año 1984, pocos años antes de la caída del muro, y la fecha no es casual. Las referencias al año 1984 hacen alusión a la novela distópica de George Orwell 1984 que el autor escribió en 1940 semblanteando el comportamiento de los regímenes totalitarios y opresivos.
HGW XX/7 es un convencido comunista que no sospecha las reales intenciones de su jefe al encomendarle la tarea de registrar e informar sobre la vida de Dreyman. La triste realidad es que piensa que está sirviendo al bien común. HGW XX/7 era un engranaje más del sistema de vigilancia y control social más extendido de la historia y probablemente el más eficiente y delirante.
De lo que se encontró hasta la fecha se sabe que existieron más de seis millones de fichas que almacenó la Stasi que ocupaban 202 kilómetros de estanterías. Las fichas no se dedicaban únicamente a espiar y delatar a los ciudadanos, sino que aparecen mayormente parientes y vecinos, amigos y compañeros de trabajo, que se delataron para obtener beneficios o ridículas ventajas administrativas, o en venganza por conflictos personales e incluso por miedo a que alguien se les adelante y los delate a ellos mismos.
LA CAJA DE PANDORA
Cuando en una sociedad se desata el sistema de delación interpersonal se abre una caja de Pandora que no cierra luego un gris burócrata. Los sistemas que requieren de la vigilancia extrema deben doblar permanentemente la apuesta para no perder poder. En este sentido, avanzar hacia la violación de la privacidad implica un seductor y envenenado camino de ida. La vida de los otros realza un paralelo con la idea del Gran Hermano, ese sistema de telarañas de control que requieren los autócratas para saber todo lo que ocurre en la sociedad.
Sistemas de delación social funcionaron en la URSS, y funcionan hoy mismo en Corea del Norte, en Cuba o en Irán. Responden a esa voluntad del Estado de saberlo todo sobre sus ciudadanos porque desconfía de ellos y de su obediencia. Se legitima siempre por las mejores intenciones, mas vale. Ningún gobierno va a decir que se cree con derecho a coaccionar a los ciudadanos porque los quiere oprimir o porque les teme. La narrativa en todos los casos es positiva mediante la promesa del resguardo de un bien superior, mayor eficacia en la administración, protección de la salud, mejoras futuras que el Estado, como ente superior, brindará a cambio de sumisión.
Depresiones fatales, carencias de actividad, angustias, estrés, y todo tipo de estragos físicos y psicológicos han de cargarse a la cuenta, ya no al virus coronado, sino a la tiranía mediático científica que sin tener ni la más remota idea de lo que estaba haciendo o difundiendo, se lanzaron a implementar medidas que han arruinado al país. Pero, como se ha dicho, la autocracia sólo puede correr hacia adelante y el viernes se conocieron nuevas y más duras medidas para combatir a una nueva ola covidosa, que ya ni sabemos qué número tiene pero que casualmente siempre rebrota un día antes de los anuncios.
ENTREGANDO LIBERTADES
A escasos días de cumplirse un nuevo aniversario, el 211, de los eventos que iniciaran la consagración de nuestra tierra como un país libre y soberano, se conocieron las nuevas medidas que regirán nuestra vida social. Segunda vez que nos encuentra la fecha patria entregando mansamente nuestras libertades.
El Gobierno permitirá que se ande a pie en espacio público, pero en soledad y sin permanencia (sic), prohibiéndose expresamente las reuniones a cielo abierto y se anularán los juegos infantiles que tanto daño hacen. El Secretario de Transporte de CABA dijo en una entrevista periodística: ``Al tenis no se va a poder jugar pero uno va a poder salir a hacer un deporte individual, incluso con algún conviviente de nuestro domicilio'', completó generoso.
Más de 5.000 agentes recorrerán las calles para vigilar esto y tendrán la encomiable tarea, además, de impedir que nadie se siente ni adentro ni afuera de ningún lugar a comer nada. Tampoco se podrá comprar: shoppings y centros comerciales seguirán sin abrir. En el super se puede comprar comida pero no se puede llevar una ensaladera o un tenedor para comerla, eso está prohibido y el comerciante es multado si vende esos productos. A los medicamentos sí se permite acceder, son piadosos.
Mientras duró la República Democrática Alemana, la Stasi no paró de crecer, su volumen y objetivos pasaron a ser un auténtico delirio que, según consta en los registros, tenía un informante por cada 6,5 ciudadanos. Al comienzo, hacia los años 50, eran informes y notas lo que abundaba pero en los 80 la fotografía se convirtió en un arma que creció exponencialmente. Existen muchos sitios especializados en la historia reciente que muestran que se escondían cámaras dentro de yesos de brazos, bolsas de compras, libros y corpiños, pero eso ya no será necesario si los porteros de edificios cuentan con las cámaras de ingreso a los mismos, vaya paradoja la funcionalidad de esos aparatitos.
Un rumor o suposición se convertía automáticamente en prueba judicial y cada mirilla era una trinchera. Al poco tiempo todos eran jueces y verdugos. La gente común ayudó a la localización de los sospechosos. En busca de la utopía del control total se denunciaba a amigos, a colegas, a esposos y vecinos. La fantasía era estar al tanto de absolutamente todo lo que ocurría al interior de la vida privada de las personas. Con ese objetivo distribuían agentes por todo el territorio que a su vez reclutaban informantes. Había sistemas de vigilancia en hoteles, hospitales y clubes.
EL JEFE DE MANZANA
No fue la Stasi la única que promovió el control social a través de los entramados de las relaciones interpersonales. Un ejemplo autóctono fue el jefe de manzana peronista. Se trataba de un eficaz mecanismo dedicado a delatar vecinos contrarios a Perón y a Evita.
Las restricciones infinitas, eternas y superpuestas que los ejecutivos nacionales, provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires van dictando como si no existieran los poderes legislativos y judiciales, se escudan en la pandemia y en la condición de transitoriedad de la emergencia. Esta premisa se da de bruces con la extensión de dichas medidas, con lo irrisorio y advenedizo de las mismas y con una cuestión clave para determinar si una política pública es totalitaria: si es mensurable.
CAMBIO DE DISCURSO
Hasta la semana pasada los funcionarios de CABA argumentaban que no había saturación de camas de terapia y que las actividades deportivas y las escuelas no influían en los contagios. Y con datos enfatizaban estas soflamas. Una semana después levantan vallas para la salida y entrada de la Ciudad y vuelven delitos las reuniones sociales, el trabajo y el estudio. El Secretario de Seguridad de CABA, confirmó que limitaría no sólo el ingreso, si no el egreso, ya que el gobierno desea evitar que los porteños vayan a residencias de fin de semana a pasar los confinamientos. En televisión abierta el funcionario declaró que había que detectar a los "imbéciles'' que organizaban reuniones clandestinas.
La Stasi fue muy efectiva en el control de la disidencia. Si se necesitaba un permiso para trasladarse dentro de Alemania o para ir al extranjero, para tener trabajo o para conseguir atención médica era importante estar del lado de la Stasi. Podemos llamarlo una represión blanda que logró que nadie se sintiera seguro porque siempre había razones para sospechar que alguien cercano fuera delator. Un mecanismo de tortura colectiva que tardó generaciones en sanar.
Cada alumno es un chivato/Que viene a pasar el rato Y luego ese niño tierno/Salido del mismo infiernoLleva al esbirro a su hogar/Señala al progenitorDiciendo que es un traidor/Y a la cárcel va a parar.
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