Un día de vergüenza
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Ayer fue un día de vergüenza para la Argentina. Un día en el que, en cualquier lugar del mundo donde uno haya estado, se habría sentido apenado por ser argentino.
Ayer el país tomó dos decisiones internacionales que resultan repugnantes: por un lado votó en contra de Israel en las Naciones Unidas y respaldo a la organización terrorista Hamas, la misma que arrojó en poco menos de 15 días más de 3000 misiles sobre su vecino judío; y, por el otro, se retiró de la demanda colectiva por violación de los Derechos Humanos en Venezuela que un grupo de países presentó ante la Corte Internacional Penal de La Haya.
Las decisiones internacionales que toman los países son como telegramas que ellos les envían al mundo para contarles a los otros países cómo son, para informarlos sobre quiénes son.
Ayer el país emitió el siguiente telegrama al mundo: “La Argentina es un estado terrorista y dictatorial”. Porque son los estados terroristas y dictatoriales los que respaldan a organizaciones terroristas y a países gobernados por tiranías dictatoriales.
El mundo no tiene ninguna obligación de andar haciendo diferenciaciones entre la Argentina y el kirchnerismo: para el mundo quien votó ayer en la ONU y quien se retiró de la demanda contra Maduro en La Haya fue la Argentina, no el kirchnerismo.
Somos nosotros los que sabemos -o los que teóricamente tendríamos que saber- que el kirchnerismo es eso: terrorismo y dictadura: es lo que son; es de dónde vienen, es su origen.
Pero para el hombre de a pie que vive a miles de kilómetros de la Argentina esa historias domésticas no cuentan: el que se expidió ayer fue el país, no un gobierno.
En estos casos también sirve aquello que decimos para las personas: “dime con quien andas y te diré quién eres”. La Argentina votó junto a Bangladesh, Bolivia, China, Cuba, Gabón, Irán, Libia, Namibia, Rusia, Somalia, Sudán y Venezuela.
Allí aparece el eje del mal: Moscú- Beijing-La Habana-Teherán-Caracas, al que el gobierno argentino sumó a Buenos Aires.
El canciller (da vergüenza utilizar un palabra que debería ser prestigiosa para nombrar a un personaje de tan poca monta) Solá dijo “Gaza se parece a La Matanza y los judios son más inteligentes y tienen más armamento que los palestinos”.
Juro que siento vergüenza de solo escribir lo que este impresentable dijo. Racista, discriminador, insultante (incluso por sus implicancias para quienes viven en La Matanza), impolítico, fuera de todos los cánones de la diplomacia.
¿Qué puede esperarse de un país que fue pro-nazi en los ‘40, pro-Castro en los ‘60, pro-Chávez en los 2000, pro-Irán en 2010 y pro-Hamas en 2021?
Quizás la respuesta se encuentre en la otra guasada que el gobierno perfeccionó ayer: el retiro de la demanda colectiva contra la dictadura de Maduro por violación a los Derechos Humanos en Venezuela frente a la Corte Penal Internacional de La Haya.
El país se había unido, durante el gobierno de Mauricio Macri, a un conjunto de democracias occidentales que, con el informe del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU (presidido por Michelle Bachelet) como prueba documental, se había presentado ante el más alto tribunal penal mundial para denunciar los delitos de lesa humanidad que comete el tirano de Caracas.
El despreciable personaje que ocupa el lugar de los presidentes en la Argentina dijo textualmente: “el problema de los derechos humanos en Venezuela fue desapareciendo”.
Se trata de la admisión tácita de una burrada descomunal en alguien que, como él, se pavonea falsamente como “profesor” (apenas es un docente adjunto) de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Fernández dice que “el problema de los Derechos Humanos fue desapareciendo”. Cómo no puede desaparecer lo que no existió, esa frase confiesa que Fernández sabe que las violaciones existieron (por supuesto que siguen existiendo, pero lo que el presidente no puede negar es que él mismo está admitiendo que como mínimo existieron en el pasado). Y si existieron el delito no prescribe nunca por constituir un crimen de lesa humanidad. Su altanería doctoral debería saberlo.
El informe de Bachelet es concluyente. Fue elaborado in situ por una comisión de notables presidida por la ex mandataria chilena. Allí se constataron, con nombre y apellido, asesinatos, desapariciones forzadas de personas, ejecuciones extrajudiciales, represión desmedida, persecución y encarcelamientos políticos. 
En fin una pléyade de barbaridades propias de una dictadura sanguinaria en manos de un tirano irredimible.
Ese payaso asesino le agradeció ayer a la Argentina el gesto que había tenido.
Mientras tanto, el mundo al cual el país va a pedirle la escupidera para que lo ayude con su deuda, observa este espectáculo gratuito que le ofrece un gobierno irresponsable presidido por un lacayo que solo se preocupa por satisfacer el resentimiento de su mandante.
Cuando la Argentina más depende del mundo para renegociar su deuda y conseguir vacunas, esta manga de irresponsables embarca al país en la desvergonzada aventura de amparar facinerosos y tiranos.
Israel podía ser una fuente de vacunas. EEUU, su aliado incondicional, un voto a favor en el complejo escenario financiero que el país tiene por delante.
La irresponsable ceguera ideológica de un conjunto de imbéciles iletrados colocó a la Argentina al lado de los que son como ellos.
¿En que pedazo de trastos repugnantes han convertido al país estos delincuentes? Ayer fue un día para sentir vergüenza por haber nacido en el mismo suelo de estos innombrables.



 

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