Las prohibiciones y restricciones que impone un gobierno retrasan el progreso
Enrique Blasco Garma
Economista.
Todas las vidas sufren la contundencia de la Segunda Ley de la Termodinámica. Cada organismo individual se desorganiza inexorablemente con el tiempo. Hasta causarle la muerte si no actúa con inteligencia, adquiriendo energía en forma de alimentos. El gran científico Charles Darwin explicó el desarrollo de la vida en la auto organización de las especies, mediante la competencia y especialización. En el siglo XIX, la teoría de la evolución provocó un intenso debate por las implicaciones filosóficas y religiosas. Hoy la evolución como propiedad inherente a los seres vivos no es discutida.
Darwin estableció que la vida y diversidad en la naturaleza resultan de las variaciones acumuladas durante la evolución a lo largo de generaciones. Proceso tan complejo que nadie podría proyectar detalladamente, careciendo todos de información suficiente. Algo similar ocurre con la economía.
La obra de Darwin entronca con la anterior de Adam Smith. Quien, en su obra “La Riqueza de las Naciones”, relató que un operario calificado aislado producía un alfiler por día. Pero coordinando con un número de otros obreros, producía cada uno 5.000 alfileres diarios, explosionando la productividad.
La Riqueza, el progreso de la Humanidad, no está dado. Si no que depende de las actividades espontáneas de individuos en búsqueda de habilidades, derribando trabas redundantes a la competencia, especializándose cada uno en lo que le resulte ventajoso. Según relaciones beneficio/costo, particulares, diferentes en cada caso. De ahí que nadie podría decidir modificaciones regulatorias interfiriendo relaciones voluntarias que, por definición, son beneficiosas para cada individuo.
Las pretendidas “creaciones de derechos”, tratamientos diferenciales, imponiendo restricciones a particulares en beneficio de otros, son siempre violaciones, redistribuciones forzadas que deterioran satisfacciones personales, ingresos. Para forzar atender “necesidades” particulares imponen restricciones en perjuicio de muchos. No debe extrañar que la actividad legislativa intensa arroje tantas frustraciones. Cómo en el amor, sólo las relaciones voluntarias satisfacen necesidades mutuas.
Efecto sobre el PBI por habitante
A pesar de que las tecnologías están ampliamente difundidas, las diferencias de ingresos nacionales son abismales. Desde USD 300 por año, del habitante promedio de Sudán del Sur y USD 1.700 anuales de la empobrecida Venezuela, pasando por USD 8.550 de la Argentina, USD 15.300 de Uruguay, hasta USD 27.000 en España, y extremos de USD 80.000 por año en Irlanda. Entre ambos extremos, los ingresos se multiplican 270 veces, menores en las economías más reprimidas con trabas artificiales y más altos en las más abiertas y libres.
Cada persona tiene habilidades limitadas y necesidades diferentes. Buscando inteligencia, habilidades, individuos compiten especializándose en lo mas conveniente a cada uno. El milagro del comercio, donde ambas partes coinciden intercambiando bienes, créditos, que necesitan menos que los que adquiere, multiplica conformidades, enriqueciendo los derechos individuales, ingresos y propiedades.
Las transacciones edifican entramados institucionales, favoreciendo acuerdos satisfactorios. Entramado que nadie podría haber creado deliberadamente, sino que es una consecuencia espontánea de transacciones singulares. Por eso, los reguladores y legisladores debieran ser muy precavidos al modificar lo que no alcanzan a comprender en su complejidad. Las imposiciones de normas traban el multiplicador de los ingresos.
El libro “Por un País más Justo y Floreciente” expone que la Justicia, la misma Ley y Medida, para todos las personas y tiempos, informa, organiza eficiencia. La misma regla para todos y cada uno aproxima al orden mayor.
Coincidiendo con la enseñanza de la Torre de Babel, de las Santas Escrituras. En Babel, estaban erigiendo una torre que llegaría hasta el cielo. Ante tamaña osadía, Dios les hizo hablar de golpe idiomas distintos. Entonces, no pudiendo comunicarse ni coordinar actividades, suspendieron la obra. El súbito cambio de reglas, idiomas, incrementó el caos, sumiéndolos en la ignorancia, incomunicación.
Los datos respaldan: a mayor libertad, seguridad de contratar, mayor ingreso. Los países son más pobres cuando más inseguros, desorganizados están.
Los legisladores deben admitir que el deseo de mejorar no genera progresos. Sólo lo consigue la libertad y justicia de ejercer habilidades. La inflación desordena las decisiones, desinforma. No sólo la monetaria, también la inflación de leyes y regulaciones aumentan el desorden del sistema.
El gráfico describe la tremenda diferencia de rendimiento de los bonos del gobierno argentino y latinoamericanos. El enorme salto tras las PASO de agosto 2019 y las primeras actuaciones del nuevo gobierno; luego la brecha se redujo, aunque todavía es más del doble que entonces.
Pérdida de ingresos
Durante los últimos 40 años los argentinos perdimos dos terceras partes del valor adquisitivo de los ingresos, en dólares actualizados por el índice de precios al consumidor de los EEUU. El gráfico ilustra las variaciones del ingreso por habitante de Argentina, del promedio mundial, Uruguay y Venezuela.
En 2020, el poder adquisitivo del argentino promedio era apenas un tercio del de 1980. La crisis de la deuda, devaluaciones y Guerra de Malvinas precipitaron la abismal pérdida de ingresos de 1980/82. Luego, el exceso de legislación e imposiciones fue desordenando competencias. La Convertibilidad y regulaciones amigables de 1989/2001 elevaron marcadamente los ingresos. Hasta la destrucción institucional de 2002, cuando el PBI por habitante cayó al 37% del año anterior. Sólo la bonanza de los precios internacionales de las materias primas permitió recuperar ingresos una década mas tarde, para volver a caer pasando 2017, desde USD 15.500 a USD 8.550 al cambio oficial. De ahí que no sorprende el furibundo aumento de la pobreza.
En América, sólo Venezuela perdió más: su ingreso promediaba apenas 10% de lo obtenido en 1980. El ingreso promedio mundial en 2020 era 140% del de 1980, el uruguayo 120%, a pesar de la fuerte merma desde 2013. Estos datos exponen que el PBI por habitante promedio aumentó sus ingresos 4,3 veces, y el uruguayo 3,7 veces, respecto de la caída del argentino.
Si, más allá de los discursos, se desea recuperar lo perdido, se debieran liberar actividades en lugar de restringirlas y muchos menos prohibirlas. El orden espontáneo liberador de obstáculos artificiales y la justicia de las mismas reglas para todos los individuos y tiempos conduce a mayor certidumbre e ingresos que los gobiernos intervencionistas.
Publicado en INFOBAE.
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