Progresión versus proporcionalidad
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.




La idea sonada que "las grandes fortunas son en su mayoría un producto del medio social" es falsa, y alude a la teoría marxista que es la que sostiene exactamente esa misma falacia. Tales fortunas responden a la iniciativa individual privada, al espíritu emprendedor o empresario de uno o más individuos creativos que arriesgando sus propios capitales se lanzan al terreno empresarial a probar suerte, fabricando u ofreciendo lo que el consumidor demanda.
También es manifiestamente falso que "reciben del Estado mayores garantías de protección y de seguridad que las pequeñas". Por el contrario, son las más castigadas con impuestos más pesados. Y precisamente por su mayor tamaño son las más atractivas para el ladrón estatal siempre voraz. Nuevamente, que el "estado" favorece "las grandes fortunas" es otra idea marxista tan falsa como muy popular.
Por último, respecto de que el impuesto proporcional es más oneroso para el pobre que para el rico es otra falsedad más. En rigor cualquier impuesto de cualquier tipo y sistema siempre es más oneroso para el pobre que para el rico aun la ley eximiera al pobre de su pago.
En segundo lugar, tanto lo "necesario" como lo "superfluo" son apreciaciones que solamente puede hacer el propio sujeto que valora y no un tercero ajeno al mismo. Mientras haya impuestos nadie estará exento de sus efectos económicos, aunque no tenga efectos legales. En este sentido, insistiremos que cualquier impuesto implica un grado más de pobreza para la sociedad que lo sufra.
Es decir, no resulta posible en ningún caso determinar cuándo un 10, 20, 30% etc. está gravando lo "necesario" o lo "superfluo".
En la práctica, los gobiernos zanjan la cuestión centrándose en los que ellos llaman los grandes "contribuyentes", que también se denominan como "grandes fortunas" sin prestar mayor atención al resto.
Como cualquier buen pescador podrá acreditarlo, las redes de pesca capturan de manera más rápida y mucho mejor a los peces gordos que a los pequeños. Lo mismo ocurre con las redes fiscales y en exacta medida.
"c) El impuesto progresivo. Los opositores del impuesto proporcional adhieren decididamente al impuesto progresivo. ¿En qué consiste? Se llama así a aquel cuya cuantía crece en proporción más rápida que la riqueza objeto del mismo. El divisor (tasa del impuesto) es variable y crece a medida que aumenta el dividendo (riqueza imponible). Dentro de este sistema, que ha venido ganando la mente y el corazón de los estadistas y legisladores, hay numerosas formas y modalidades de la progresión."[1]
Implica pues que a medida que el patrimonio del expoliado aumenta se incrementa más que proporcionalmente el impuesto que lo expolia. Varios autores han expuesto lo negativo de estos impuestos. Recordaremos -por ahora- lo que el Dr. Sabino dice de los mismos en su ya afamado Diccionario de economía y finanzas al respecto:
"Los impuestos directos se calculan normalmente sobre la renta o el enriquecimiento neto que una persona ha obtenido en un año o período fiscal determinado, o sobre las ganancias de las empresas. Hasta hace algunas décadas éste era el impuesto principal que recogían casi todos los gobiernos. A medida que las funciones del Estado fueron creciendo, que se difundieron políticas de corte redistribucionista y que se expandió la seguridad social, las escalas fueron aumentando también, para obtener los ingentes recursos fiscales que se iban requiriendo."[2]
En otros términos -y pese a la prudencia y sobriedad de la definición dada- lo que se debe interpretar de ella es que a medida que los gobiernos tornaron cada vez más voraces y esa voracidad se hizo incontenible "las escalas fueron aumentando también, para obtener los ingentes recursos fiscales que se iban requiriendo". El pretexto de los gobiernos es siempre el mismo : el "deber social" o la "justicia social" donde el gobierno asume por sí mismo la misión de ser algo así como un enorme Santa Claus que en su formidable trineo tirado por renos (que bien podrían simbolizar a los contribuyentes expoliados) reparte el botín entre los "niños" adultos (los "más necesitados").
Y continúa así: "Ello llevó a que, más allá de cierto punto, se sintiesen los efectos de tan fuertes cargas impositivas sobre el ahorro y la inversión: al privar a los ciudadanos y las empresas de una significativa proporción de los ingresos que superan una determinada cifra, se desalientan por completo los esfuerzos por aumentar la producción y el ahorro. Los impuestos, por lo tanto, presentan un rendimiento decreciente más allá de cierto punto: la gente prefiere un mayor ocio frente a una renta imponible mayor e, incluso, puede tener que optar por el desahorro para poder mantener un cierto nivel de consumo. Por ello los impuestos directos se han reducido en muchos países durante la última década y han sido sustituidos en parte, como fuente de ingresos fiscales, por los indirectos."[3]
Lamentablemente los impuestos directos han vuelto con toda su virulencia luego de que el Dr. Sabino escribiera estas palabras en 1991.
"El tratadista americano Edwing R. A. Seligman, en su notable libro El Impuesto progresivo, analiza las diversas expresiones del impuesto progresivo y reconoce las siguientes especies: 1») Progresión por clases: consiste en dividir la riqueza imponible en diversas categorías, la más baja generalmente exenta de impuesto. Cada clase paga no un porcentaje sino una suma fija que aumenta a medida que se pasa de una clase a otra superior."[4]
Es decir, la arbitrariedad de las arbitrariedades dado que esa "suma fija" no es "fija" y, además, la determina el ladrón fiscal a voluntad y sin criterio objetivo alguno. Quedando librado a la arbitrio discrecional del burócrata de turno que ampliará el siguiente burócrata y así sucesivamente a medida que vayan rotando las distintas burocracias. Se divide la riqueza, que es lo mismo que decir dividir a las personas en clases o castas, y se trata cada casta conforme a lo que le toque en suerte o desgracia, consonante varían los humores del todopoderoso organismo fiscal. Claro está que, el criterio divisor de cada categoría tampoco es objetivo sino subjetivo de la voluntad del burócrata. En suma, la expoliación llevada a su mayor grado de tétrica perfección.


[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.
[2] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela.
[3] SABINO C.; Ibídem.
[4] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.



 

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