El intercambio es la clave de las relaciones humanas
Enrique Blasco Garma
Economista.




Thomas Malthus, a fines del siglo XVIII, estimó que la población se mantendría ineludiblemente al borde de la desnutrición, porque esperaba que la población creciera a mayor velocidad que la producción de alimentos. Pero el avance del conocimiento universal y el crecimiento del intercambio echó por tierra esa fatídica predicción.
El capitalismo maldecido por quienes desconocen sus logros asombrosos posibilitó el progreso exuberante sobre miserias aceptadas como inexorables. Alentado por derechos de propiedad confiables.
El cuadro previo ilustra los ingresos personales y el PBI agregado del planeta. Estuvieron estancados cientos de miles de años, hasta el siglo XIX. A partir de ahí, con el impulso del comercio mundial y de las libertades los ingresos despegaron vertiginosamente. En 2020, el PBI mundial era 1.070 veces el estimado al comienzo de la era cristiana.
Los ingresos promedio nacionales van de un mínimo de USD 240, en Sudán del Sur, a USD 86.000 en Suiza. Asombra la dispersión. La desigualdad es de derechos; las tecnologías están ampliamente disponibles para todos. Basta observar los armamentos utilizados en todo el planeta. Los líderes disponen lo más avanzado en lo que les interesa a ellos. No a su gente.
Actualmente, quienes sufren privaciones innecesarias son los pueblos que más restringen los negocios. Las ideologizadas Cuba, Venezuela, Corea del Norte y otros imperios de corrupción, hambrientos, inseguros, plagados de inhibiciones.
¿Porqué es así? Las ciencias marcan realidades contundentes, desinflando pretensiones ideológicas. La Segunda Ley de la Termodinámica establece que los organismos vivos tienden a desorganizarse inexorablemente; mueren a menos que incorporen energía (alimentos) e información (medicinas).
Los humanos hallamos un magnífico entendimiento para negociar las habilidades y cubrir los faltantes individuales. El libro Fin de la Pobreza explora el entramado institucional que informa las transacciones y confianza de los convenios. No sólo comerciales, también culturales, lenguajes, civiles, legales y políticos.
Estructura de la riqueza de las naciones
Los individuos tienen necesidades y habilidades diferentes, variables y educables. La acción de cada uno favorece o entorpece a otros, según convengan. Acuerdan derechos y propiedades personales a las ganancias de la competencia. Coordinan actividades negociando reglas, protocolos, instituciones y gobernanzas de control.
Liberan las habilidades, en dos niveles superpuestos: 1) los acuerdos posibles, en continua expansión con sistemas informativos; y 2) las normas gubernamentales limitando acceder a las habilidades.
Las reglas necesarias y suficientes contribuyen a ampliar los ingresos. La justicia debiera zanjar qué es justo. El Congreso legislar el funcionamiento del Estado. El Poder Ejecutivo hacer cumplir leyes y sentencias. Nunca el Gobierno debe imponer objetivos.
Bases para el desarrollo
La comunicación fluye con señales, normas, estandarizadas, consensuadas. Cuanto menos varíen las reglas, lenguajes, que delinean los modos de actuar, a través de las ocasiones, más precisamente serán coordinadas las actividades. En cambio, las normas irregulares, las imposiciones, vallados y protecciones particulares, entorpecen el desarrollo.
Los planes individuales pueden llevarse a cabo exitosamente en tanto los criterios sean justos y las contrapartes personales respeten las restricciones anticipadas. El crédito y la competencia favorecen el crecimiento de las actividades y la riqueza.
Eficaz es lo que satisface más plenamente los deseos sostenibles. Por eso, la superación de conflictos marca la certidumbre normativa, el nivel de desarrollo. Cada variación de reglas conlleva esfuerzos adicionales para adaptarse a los cambios.
No bastan los convenios privados. Cada vida y posesión suele ser molestada por infinidad de actores que ninguna gobernanza particular, por sí misma, puede prevenir. Entonces, los derechos se completan con distintos instrumentos de medición de transacciones individuales y una estructura de diferentes gobernanzas superpuestas especializadas en contener capturas y remunerar transacciones valiosas.
Se necesitan arreglos complejos para aventar los abusos y expandir las ganancias de especializarse, consiguiendo reglas justas, iguales para todos.
Los casi 8.000 millones de humanos somos todos diferentes. Nuestro genes y ambientes nos hacen especiales en algún grado. Es extremadamente relevante a nivel privado pero imposible de valorar para muchos gobernantes, planificadores.
No debiera sorprender que las naciones con mayores libertades consigan más altos ingresos por habitantes. La competencia induce a especializase donde mejor convenga a cada uno. Ningún gobernante puede decretar lo mejor para cada individuo.
Estas naciones abarcan 52% del PBI con apenas 11% de la población mundial, en 2020, promedian USD 55.300 por habitante, frente a un promedio de USD 6.700 del resto del planeta. Beneficios de la libertad de contratar.
La anterior enseñanza de la microeconomía neoclásica desconocía las diferencias individuales. Difundían mapas de preferencias de consumidores y funciones de producción iguales para todos, confundiendo la esencia de las relaciones personales. Enseñanza que justificó a los planificadores soñando con Excel para dominar a sus pueblos.
La competencia y especialización impulsan a descubrir necesidades, habilidades, novedosas, ampliando las libertades de contratación.

Publicado en INFOBAE.





 

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