La llave liberal y la negación de los 90
Diana Ferraro
Escritora



La Argentina no reencontrará su postergado destino natural hasta que algún líder se anime a ser ferozmente liberal y ferozmente peronista y, además, ferozmente valiente como para ser las dos cosas al mismo tiempo y mostrar a la hoy muy desconcertada comunidad cuál es el camino a seguir. Ese líder que no aparece debería pensar y transmitir las siguientes verdades: 
1) La Argentina no tiene destino si no diseña y pone inmediatamente en práctica una economía abierta a la exportación e importación, con libre mercado e inversión nacional y extranjera facilitadas por una moneda convertible y flotante, atendiendo simultáneamente a: a) una reforma fiscal que no sólo suprima y/o modifique impuestos sino que incluya la postergada reforma federal que permita a las provincias y municipios su independencia fiscal, y b) una reforma laboral que promueva el empleo. Es decir, usar la llave liberal en su plenitud y abrir todo lo que hoy está cerrado y traba el normal desarrollo del país. 
2) La Argentina nunca podrá usar esta imprescindible llave liberal sin el apoyo de las grandes mayorías peronistas que dan erróneamente por sentado que una política de este tipo dejará afuera a millones de personas. Sólo aquellos peronistas sin memoria y/o izquierdizados en un ideologismo estatista pueden sostener esto. El peronismo más genuino—además de haber ya demostrado en los años 90 que la combinación de liberalismo y peronismo era la correcta—está listo para aceptar que los trabajadores se muevan con la misma libertad dentro de sus sindicatos tradicionales, mejorando la prestación de las obras sociales y agregando el seguro de desempleo bajo el mismo modo de gestión sindical, de modo de permitir una cobertura completa y eficaz de cada trabajador que no pese sobre los empleadores. Asimismo, proveyendo sindicalización a los trabajadores hoy informales y formación de oficios, a la gran mayoría de jóvenes de ambos sexos hoy excluidos. Es decir, los sindicatos como grandes socios y protagonistas de las reformas liberales. 
3) La reforma liberal y la reforma peronista no pueden tener lugar ni ser llevadas a cabo sin asumir que la Argentina ya intentó ese camino y que ese fue el inicio de su triunfo en terminar con la inflación, aumentar la inversión, modernizar el país y hacer que cualquier persona pudiese acceder a créditos a tasas bajísimas, y que el fracaso argentino comenzó exactamente en el momento en que Duhalde destrozó el sistema monetario, pesificando los depósitos y contratos privados. Los veinte años de fracaso que llevamos, salvo algunos años de leve repunte por el precio de la soja y el comportamiento fiscal de Kirchner, comienzan ahí y no terminarán hasta que regresemos al camino abandonado. 
Hay que tener la valentía de asumir los 90 como el gran éxito argentino, debido además a ese abrazo tan postergado entre peronismo y liberalismo y contar las cosas como fueron en realidad. Con la salida de Cavallo del gobierno en 1996, dejaron de hacerse importantes reformas, entre ellas las de liberar la moneda en el momento adecuado y dejarla flotar, por un lado, y también es verdad que el regreso de Cavallo al gobierno no fue el esperado, porque de la Rua no tenía ni el mismo poder que Menem, ni era peronista como para poner en caja al peronismo retrógrado que finalmente predominó con Duhalde (apoyado por Alfonsín, otro enemigo de de la Rua). Aún con todos los errores y defectos que se puedan señalar, los años 90 continúan expresando, de muy lejos,  la gestión más exitosa de la democracia y el modelo a seguir. 
La demonización de los 90 debe terminar, y los argentinos recorrer paso a paso cada una de las instancias para mejorar las falencias de aquel revolucionario cambio—asegurar en un próximo gobierno la reconversión de empresas, el seguro de desempleo, una reforma fiscal federal.
Los 90 son el único espejo de éxito que nos queda donde mirarnos y encontrar las herramientas que precisamos para volver a crecer. 
Estas herramientas están a disposición de cualquiera de los líderes que hoy aspiran a ser elegidos representantes y, sin embargo, hasta hoy, ninguno ha sido lo suficientemente valiente como para ir en contra de la opinión general acerca de aquella década machacada sin revisión por políticos y medios. Una opinión que no es la percepción personal de millones de argentinos que recuerdan sin prejuicios los años de estabilidad y crecimiento, y de orgullo por el lugar en el mundo de la Argentina. 
Negar el liberalismo es una mala idea para cualquier candidato que quiera de verdad que la Argentina crezca y progrese. 
Negar el peronismo y todo lo que éste puede hacer empoderando a los trabajadores para participar en la nueva economía con modernos instrumentos sindicales, es renunciar al medio organizativo más eficaz y expeditivo para terminar con el 50% de pobres. 
Negar los 90 es olvidar quiénes somos en nuestra totalidad como conjunto comunitario y desarrollo histórico a lo largo de dos siglos, y renunciar al único camino de éxito colectivo que conocimos en muchas décadas. 
Abrazar a la vez el liberalismo, el peronismo y los años 90. 
¡El mayor éxito para aquel que se anime a presentar este renovado proyecto de país, hoy fuera del radar del gobierno y de la oposición!
 


 

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