La ausencia de una moneda confiable es un obstáculo para los negocios
Enrique Blasco Garma
Economista.



Los recursos económicos no consisten en naturalezas generosas sino en las habilidades de contratar. La Pampa Húmeda existió siempre, pero las oportunidades engrandecieron con la expansión de las habilidades de contratar, intercambiar con más personas y bienes. La humanidad se enriqueció ampliando las capacidades de contratar, proceso acelerado en los últimos 40 años. Entonces, el progreso consiste en remover obstáculos, liberar las habilidades de negociar actividades.
Una semana atrás, en esta columna, mostré las trabas a la creación de ingresos de los diferentes países. Suiza sirve de medida de una sociedad con distorsiones mínimas, una plena democracia que se esmera en satisfacer a su gente. Su PBI por habitante era de USD 86.600 anuales, en 2020. Postulo a Suiza de cero restricciones redundantes. Medimos las reducciones de las libertades de contratar de todos los países en relación con Suiza. Así, 22% de distorsiones en EEUU implica un conjunto de restricciones que retraen el PBI por cabeza de ese país en 22% respecto de Suiza. Y así sucesivamente.

Que las restricciones de los gobiernos argentinos achican las capacidades de hacer negocios, en 89%, no sorprende. Todo el tiempo nos desayunamos con dificultades arbitrarias. Por eso avanza la pobreza.

Los gobiernos imponen nuevas trabas en respuesta a conflictos para los que no tienen mejor respuesta. Tan alta incertidumbre impide avanzar. Los argentinos podrían multiplicar los ingresos por diez veces con las normas suizas.
Las instituciones son acuerdos valiosos para facilitar transacciones. Tanto más valiosas cuanto más comprensivas, inclusivas. Las medidas y monedas estables, aceptadas mundialmente, estructuran entramados institucionales valorados para desarrollar producciones, ingresos, como el Sistema Métrico Decimal.

La ausencia de una moneda confiable, aceptada, es un obstáculo principal a los negocios. Los funcionarios le quitan valor al peso; hasta confunden a los interesados imponiendo cotizaciones diferentes para el mismo instante, siguiendo protocolos arbitrarios. Un exportador debe vender a $100 los dólares que genera. Pero debe pagar $180 por dólar la compra insumos, pago de deudas, compra de tierras, inmuebles, empresas, viajes al exterior. Misma confusión sufren los consumidores. La brecha y volatilidad entre las cotizaciones dificulta decisiones, trabajar y contratar. Los funcionarios no advierten la ironía de denominar MULC, Mercado Único y Libre de Cambios, a las transacciones oficiales donde participan exclusivamente los aceptados por los burócratas.

Dolarizar
Un paso seguro para destrabar las actividades es adoptar la moneda preferida por los argentinos, como describo en el libro: Dolarizar: conocimientos que impulsan la economía, editado en 2001, pero todavía no se avanzó en esa dirección. Hoy es más urgente y necesario que nunca. Obviamente, si no existieran costos, ya se hubiera aceptado. Comprar calidad siempre cuesta más.
Escuchamos el argumento de la pérdida de señoreaje: los intereses ganados por el BCRA sobre las reservas netas en dólares financiadas con los pesos emitidos. En la actualidad, los intereses que puede ganar el Central son extremadamente bajos, menos del 1 por mil anual y las reservas netas de libre disponibilidad casi inexistentes. La dolarización exige abandonar, suprimir, el engaño de emitir dinero para financiar el gasto público. Una flagrante usurpación de los poderes del Congreso y estafa a la población.

Dolarizando, el costo de la deuda pública bajaría dramáticamente, a medida se compruebe su funcionamiento. Una ganancia sustancial. Por otro lado, con la dolarización no ofreceríamos riesgos cambiarios. Los bancos de todo el mundo competirían ofreciendo las mejores oportunidades a todos los argentinos. Ahorraríamos los gastos de decidir y cambiar divisas constantemente y el Estado los dedicados a la política monetaria, controles de precios, inflación, BCRA y la Casa de la Moneda, emitiendo pesos.

El conflicto constante por la relación peso/dólar dejaría de angustiarnos. Sólo quedaría para resolver la paridad de inicio para traducir las acreencias en pesos a dólares, disponer flexibilizar todos los precios, salarios, tarifas en pesos. En adelante, particulares y gobernantes acordarían valores en dólares, la moneda preferida.

Las advertencias sobre la dependencia de la Argentina de la situación internacional, por dolarizar, son exageradas. Un Estado con escaso crédito y competencia administrativa no ha sido buen resguardo. El gráfico ilustra el PBI por habitante promedio mundial ha sido mucho más estable que el argentino o uruguayo. El argentino ha sido más alto, en Convertibilidad o cotizaciones estables. Las ventajas de la independencia monetaria parecieran exageradas.
El peso, todavía vigente, es la quinta moneda utilizada desde 1967 y representa 10.000.000.000.000 del signo monetario anterior.

Dolarizando, la economía florecerá, evitaremos distorsiones, sobre y sub facturación del comercio exterior, encarecimientos innecesarios, y las tasas de interés locales se acercarían a las internacionales. Durante la Convertibilidad, las tasas de interés de los préstamos hipotecarios en dólares a 10 y a 30 años eran los más bajos de América Latina, allanando el acceso a la vivienda y activos.

Contribución a la estabilidad de precios
Cuando los negocios emplean una sola moneda, los precios reflejan costos tan estables como deseada es esa divisa. En contraste, empleando diferentes monedas con distintas cotizaciones reina la confusión. Una lección inicial de los cursos de economía es que en mercados competitivos existe un precio único para cada servicio. Los argentinos conocemos las dificultades de competir y actuar con la confusión de distintas monedas y valores según disposiciones burocráticas.

La dolarización favorecería la apertura comercial. Cada comprador y productor elegiría las opciones más convenientes para alzar el valor adquisitivo de sus ingresos.
Sería reconocer el poder formidable de integrarse a la red de 8.000 millones de personas interconectadas, conformando inteligencias de contratar inmensamente superiores a las diseñadas por un grupo de dirigentes locales, por más capacidad que tengan.

En los juegos competitivos, los equipos con más jugadores superan al de pocos, cuando no hay diferencias en las destrezas individuales o han sido elegidos al azar.

Publicado en INFOBAE.










 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]