Ludwig von Mises y la importancia de la libertad.
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El
gobierno de Alberto Fernández está tocando su punto más bajo. Por su
inconsistencia con los valores republicanos, por su endeblez jurídica, por el
desprecio que siente por una buena parte del electorado que le dio su apoyo y
por sus objetivos reñidos con la democracia,
hay una buena porción del electorado que ha adquirido conciencia de que
es necesaria una oposición efectiva, constructiva y firme en la defensa de
principios y proposiciones concretas. Es que se ha dado cuenta que está en
juego no solo la suerte electoral de un gobierno y la solución a los gravísimos
problemas que ya se ven en rojo vivo, sino también, el futuro institucional con el que los
argentinos transitaran sus vidas. El Estado sigue aumentando su poder, siendo
causa principal del la perturbación del
orden económico y de las soluciones que la gente quiere darle a sus problemas.
Es urgente resucitar a los grandes pensadores
liberales para que les muestren el rumbo a la mayoría de los candidatos que
solo ofrecen títulos a los problemas del país, sin profundizar en ninguno.
Cambian de partido como si tal cosa
porque no tienen principios sólidos para actuar racionalmente. El país necesita
libertad de las leyes y reglamentaciones que paralizan inversiones, contratos,
precios e intercambios y respeto por la propiedad privada para que sus dueños
la puedan usufructuar como les plazca,
respetando la de los otros.
Hoy
les acerco opiniones que resaltan
la importancia de la libertad y sus ventajas, del brillante economista del siglo XX, Ludwig von Mises, un estudioso de la acción humana y de las
consecuencias del intervencionismo estatal.
Parte de la base de que todo ser humano
actúa tratando de pasar de una situación menos satisfactoria a una situación más favorable, por ello considera que el hombre es libre cuando puede
determinar sus objetivos y elegir los medios que estime mejores para lograrlos,
sin desestimar que la libertad se haya
limitada por leyes físicas y
praxeologicas. Por eso mismo,
explica, no se pueden alcanzar metas incompatibles entre sí como pretender, por un lado,
disfrutar de las ventajas que implica la pacifica colaboración en
sociedad, y por el otro actuar de tal
modo que desintegre esa colaboración.
Indica dos alternativas: o se adopta el marco normativo común que
permite el mantenimiento del régimen social, o se debe soportar la inseguridad
y la pobreza típicas de “la vida arriesgada”
en perpetuo conflicto de todos contra todos.
Señala,
que esta ley de la convivencia humana es
tan inquebrantable como cualquier otra ley de la naturaleza, por lo cual quien
actúa de tal manera, no solo se
perjudica a sí mismo sino también, a toda la sociedad. Por esta razón es que se
consideran delictivas a las conductas que son nocivas para todos, ya que si se
generalizan, la gente se vería privada de
las ventajas que supone la cooperación social.
Para que la sociedad perdure, explica, fue
preciso adoptar medidas que impidieran a los seres antisociales destruir
lo que el género humano, con tanto esfuerzo, consiguió a lo largo de toda su
historia. Así apareció el Estado, una organización de mando y coerción. Tal
coerción no limita la libertad del
hombre, aunque no existiera un Estado que obligue a respetar la ley no
podría el individuo pretender disfrutar de las ventajas del orden social y al
mismo tiempo dar rienda suelta a sus instintos animales de agresión y
rapacidad. Sin embargo, Mises deja en
claro que el Gobierno, organismo que
dirige al Estado, aparece como defensor de la libertad y deviene
compatible su actuar en el mantenimiento de ésta, solo cuando delimita y restringe convenientemente la órbita estatal en provecho de la libertad
económica. Aunque existan las leyes y constituciones más generosas, cuando desaparece la economía de mercado,
revela Mises, no son más que letra
muerta: no hay más libertad que la engendrada por la economía de mercado.
En “La
acción humnana” deja bien claro que el mercado es un instrumento social
voluntario, políticamente neutral y autoregulador, igualitario solo en su normatividad, que incentiva la posibilidad del
descubrimiento y la exploración. En la actualidad, con la experiencia histórica que tenemos,
vemos claramente, salvo la mayoría de nuestros políticos, que en los países
capitalistas el progreso no es solo
económico, sino también político y ético.
Surgió el Estado de Derecho, se mejoró la legislación, aumentó la producción en
calidad y cantidad, como así también, la movilidad social y las condiciones de
pobreza mejoraron. Es vital para el buen
funcionamiento de una economía libre, que exista una extensa y diversificada trama
institucional que viva y se renueve custodiada por la Justicia y fundada en el
respeto a la autonomía de las personas.
Con
respecto a las sociedades hegemónicas y
totalitarias, apunta el gran economista, el individuo goza de una sola libertad
que no puede ser cercenada: la del suicidio. La palabra libertad y sumisión
cobran sentido solo cuando se enjuicia el modo de actuar del gobernante con
respecto a sus súbditos, cuando el
gobierno extiende su campo de acción estatal en mayor medida de lo que le
corresponde.
Por ello nos alienta a limitar el poderío estatal, subrayando que
este ha sido el objetivo de todas las constituciones, leyes y declaraciones de
derechos, conseguirlo fue la aspiración
del hombre en todas las luchas que ha mantenido por la libertad. La filosofía
social de Occidente, aclara, es en
esencia la filosofía de la libertad. La historia de Europa, así como de
aquellos pueblos de inmigrantes europeos y sus descendientes, en otras partes del mundo, no es mucho más que una continua lucha por
ella.
Acusa
Mises a los defensores del totalitarismo por tergiversar el sentido de las
palabras, como táctica, calificando de
auténtica y genuina la libertad de los que viven bajo el régimen que no concede
a sus súbditos más derechos que el de obedecer. Cuando recomiendan la
implantación de semejante orden social, califican de democracia a los dictatoriales métodos soviéticos de
gobierno, asegurando que es una
democracia industrial el régimen de violencia y coacción propugnado por los
sindicatos, considerando que es libre la
persona cuándo solo al gobierno compete decidir qué libros y revistas pueden
publicarse y definiendo la libertad como el derecho de proceder rectamente reservándose, en exclusiva,
la facultad de determinar qué es lo “ recto”. Pregonan que solo la
omnipotencia gubernamental asegura la libertad y que luchar por ella consiste en conceder a la
policía poderes omnímodos. Hacen creer
que el socialismo significa emancipar al
hombre común y que es igual a libertad y
riqueza para todos. A estas mentiras le
opuso Mises una eficaz crítica racional
mostrando en sus libros como el régimen socialista nos impone un mecanismo institucional rígido
y autoritario, políticamente orientado, que reparte premios y castigos de
acuerdo a lo que piensen los burócratas
y que no es para nada igualitario, tampoco en las oportunidades.
En los
países democráticos de Occidente durante la época del viejo liberalismo, las constituciones, las declaraciones de
derechos del hombre, las leyes o los reglamentos, aspiraban, simplemente,
a proteger contra los atropellos de los funcionarios públicos aquella
libertad que ampliamente había florecido al amparo de la economía de mercado.
No hay gobierno, ni constitución alguna,
como con razón nos dice el ilustre economista, que pueda por sí engendrar ni garantizar la
libertad si no ampara y defiende los instrumentos fundamentales en que se basa
el capitalismo.
El gobernar implica siempre apelar a la
coacción y a la fuerza, por lo cual, la
acción estatal viene a ser la antítesis de la libertad. Tan pronto como se
anula esa libertad económica que el mercado confiere a quienes bajo su signo
operan, todas las libertades políticas, todos los derechos del hombre se
convierten en pura farsa. Las personas cuyo futuro depende del criterio de
inapelables autoridades que monopolizan toda posibilidad de planear, no son,
desde luego, libres en el sentido que solo el mercado atribuyó hasta que la
revolución semántica de nuestros días ha desencadenado la moderna confusión del
lenguaje.
Hoy vemos con claridad meridiana que la
tendencia del Estado es absorber a la
sociedad civil, el estado democrático fue una imposición de ésta sobre Él, y solo fue posible cuando la propiedad privada
pudo convertirse en un centro autónomo de lealtades frente al Rey o el
emperador. Mises entiende la necesidad del Estado en una sociedad de
alta complejidad, no lo rechaza, como bien explica, es indispensable para obligar al respeto del
orden y para hacer posible las diferentes tareas cooperativas. Apareció cuando
fue necesario como agente esencial y especializado para coordinar las funciones
sociales en el contexto de una sociedad compleja.
Es
necesario volver a Mises y a los pensadores de la libertad, decir en voz alta
sus argumentos a los cuales la Historia,
les da la razón. Hoy tenemos muchos más ejemplos que él para asegurar
que ha triunfado en el mundo el sistema capitalista y que se equivocan quienes
siguen apelando a los cantos de sirena del socialismo que tan bien describió
Trotsky: “En un País donde el único empleador es el Estado, oponerse significa
morirse de hambre, lentamente. El viejo
principio “quien no trabaja no come, ha sido reemplazado por uno nuevo: “quien
no obedece, no come”. Es así, lo vemos en Cuba y Venezuela,
bien de cerca. Si el Gobierno tiene el control de los alimentos, tiene
el poder absoluto. Los que gobiernan el Estado procuran utilizarlo como botín y
exterminar todo centro de poder espontáneo que pueda competir con el Estado
como centro de lealtades. De ahí también el impulso hacia la centralización.
Los Fernández los tienen como modelo.
Últimos 5 Artículos del Autor
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!