San Martín, la independencia y la masonería: historia confidencial
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“La soberbia es una discapacidad que suele
afectar a pobres
infelices mortales que se encuentran de
golpe con una
miserable cuota de poder.”
“Por la Patria, sacrificar la vida e
intereses, pero no el honor.”
José de San Martín
La
vida de Don José no fue perfecta, tampoco lo fueron sus actos. Pero es precisamente esta condición de ser
humano perseguido como cualquiera por sus defectos, vicios y errores, lo que
ennoblece sus logros. Ser el más grande
prócer de nuestra patria siendo un semidiós o un héroe homérico es fácil, el
mérito es serlo siendo una persona común de carne y hueso.
Nacido
el 25 de febrero de 1778, el primer interrogante que se presenta al hablar de
José Francisco de San Martín y Matorras es: ¿quiénes fueron sus padres?
La
historia oficial y documentada dice que fue el quinto hijo del matrimonio del
entonces teniente gobernador de Yapeyú, Juan de San Martín y Gregoria Matorras
del Ser, prima hermana de Jerónimo Matorras, gobernador y capitán general del
Tucumán.
Pero
también existe la versión mal llamada “romántica”, en la que se dice que fue el
hijo ilegítimo del amorío entre el capitán español Diego de Alvear y la criada
guaraní Rosa Guarú; hecho que lo convertiría en hermanastro de Carlos María de
Alvear. San Martín, sería un mestizo; condición que lo acercaría más a una “identidad nacional”.
Esta
versión carece de sustento documental. Además, tener vástagos “accidentales” no
eran para nada infrecuentes en aquellos tiempos, por lo que no existía
necesidad alguna por parte de Juan de San Martín de asumir la paternidad de un
hijo ilegítimo de una aborigen.
Cuenta
la leyenda, que una anciana le preguntó a un soldado paraguayo acerca de San
Martín; dicha mujer se supone que guardaba un relicario con la imagen del
libertador y aseguraba que este era su hijo.
Este evento estaría fechado en 1865, Don José nació en 1778. Si dicha
aborigen hubiese parido a Don José a los 15 años, al momento de la anécdota
tendría “apenas” 102 años.
Luego
de un breve período en Buenos Aires, con tan sólo 7 años de edad, se embarca a
España y, apenas cumplidos los 11, ingresa a la Academia Militar. Tanto en
tierra como en mar, su carrera castrense fue intensa y brillante; vivió todos
los sinsabores de la guerra: heridas de batalla, derrotas, fue prisionero del
ejército napoleónico e incluso sufrió una peligrosa herida cuando le robaron la
paga de un batallón, hecho por el cual fue sancionado.
Renunció
al ejército español, pasó por Inglaterra y desde ahí partió al Río de la Plata
a sumarse a la causa libertadora.
Pero
San Martín despertaba sospechas. ¿Qué hacía en estas tierras este militar que
hablaba como español, tenía modos de francés y se relacionaba con los ingleses?
Don José fue acusado, en proporciones idénticas, de ser espía de estas tres
potencias.
Quizás
fue para borrar esas sospechas, o quizás fue por puro amor, pero el hecho es
que, a los 34 años, se casó con María de los Remedios de Escalada, de tan solo
14 años de edad. No falta quien alude que se trató de un matrimonio
“arreglado”. A San Martín le servía el
apoyo de una familia “aristocrática” de Buenos Aires y los Escalada veían en el
general un futuro promisorio.
Pasó
la batalla de San Lorenzo y junto al héroe Cabral, fueron brillantemente
elevados a iconos patrios en el marketing independentista y en el fogoneo de la
moral de la tropa.
Apenas
5 años después de haber arribado a la Argentina, este “paisano” sospechado de
“espía europeo”, profesionalizó las milicias, reorganizó el Ejército del Norte,
presionó en forma determinante a los congresistas de Tucumán para que de una
vez por todas declaren la independencia y se convirtió estratégicamente en
gobernador Mendoza, lugar donde “creó” un ejército ad hoc, destinado a llevar
adelante el temerario cruce de Los Andes (una proeza militar superior incluso a
la de Aníbal Barca) y con él liberar a Chile y Perú del dominio español para
finalmente unirse con Simón Bolívar en Guayaquil, Ecuador; luego de casi 5 años
de batallar contra los realistas fuera de Argentina.
Ambas
figuras eran demasiado importantes como para comandar a la par el ejército; por
esa misma razón, no era posible que uno se subordinase al otro, tal como se
ofreció Don José. Finalmente (se
especula), acordaron dividir tareas: Bolivar se quedaría a terminar la campaña
militar y San Martín viajaría a Europa, buscando el indispensable reconocimiento
de la independencia de las nuevas naciones americanas ante los países del viejo
continente.
La
salud de San Martín no fue de lo mejor.
Sufría de reuma y de dolores abdominales desde muy joven; en aquellos
tiempos el único tratamiento para combatir los dolores que la patología
articular le producía era el consumo de láudano (derivado del opio), al cual se
volvió adicto. El abuso de esta
sustancia no afectó sus facultades intelectuales, pero si su estómago. Sufría severas hemorragias digestivas que lo
postraban durante días.
Desandado
el camino hasta Mendoza, Don José se entera del estado terminal de su esposa
Remedios, enferma de tuberculosis a sus jóvenes 26 años. El matrimonio no fue
un lecho de rosas y el amor que quizás algún día existió, era cosa del pasado.
Son
conocidos los romances del libertador con la patriota peruana Rosa Campuzano
Cornejo, Carmen Mirón y Alayón; en menor medida el que habría mantenido con una
aristócrata chilena (según relata Sarmiento) y ciertamente dudosos los que se
le imputan con María Josefa Morales, con
la mulata Jesusa y con Fermina González Lobatón . Lejos de justificar ese comportamiento, era
muy común que los militares (así como los marineros), alejados de sus hogares
durante años, tomaran esas “licencias”.
También
existen dudas con respecto a la paternidad de Don José en lo que concierne a su
hija Merceditas. Al momento de su
nacimiento (1816), San Martín estaba casado y convivía con su esposa en
Mendoza. Remedios era una joven de 18
años, de una familia tradicional y muy enamorada de su esposo (al menos hasta
ese momento). Sin embargo, las esposas
de los militares solían “caer en la tentación” más de una vez. Tal parece haber sido el caso de Remedios,
sea con Bernardo de Monteagudo, en Buenos Aires; o con Gregorio Murillo y
Joaquín Ramiro, en Mendoza. Estas
aventuras no han podido ser confirmadas y son una de tantas suposiciones que
difícilmente sean develadas.
Don
José no pudo llegar a Buenos Aires antes de la muerte de su esposa. Su regreso fue muy complejo debido a que
gobernaban el país los unitarios y estos no olvidaban que, años atrás, el
general había desoído la orden de atacar a los caudillos federales. Después del oficio, tomó a su hija
Merceditas, arrancándola de su “malcriadora” abuela materna (que también lo
ninguneaba a él) y, en 1824, embarcó con destino a Europa por el mismo puerto
que 12 años atrás lo vio arribar.
No
pudo llegar a Francia, pues el clima político del momento le era adverso (los
Borbones habían recuperado el poder) y se dirigió a Inglaterra, para luego
pasar por Escocia, Bélgica. En su periplo, consiguió algunos reconocimientos a
la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y en otros casos
dio los primeros pasos a tal efecto.
Eterno
amante y defensor de estas tierras, en 1827 ofreció sus servicios durante la
guerra con el Brasil (después de que renunciara a la presidencia su enemigo
Rivadavia); pero la contienda llegaba a su fin por lo que no fue necesaria su
presencia.
En
1829, San Martín se encuentra de incógnito a bordo del buque Chichester en el
puerto de Buenos Aires. Está a un paso de volver a su patria a pasar sus
últimos días como civil, pero las convulsiones internas y el fusilamiento de
Dorrego lo hacen desistir; desembarca en Montevideo, donde, al ser descubierto,
recibe la visita de varios amigos y la propuesta de Lavalle de hacerse cargo
del gobierno de Buenos Aires, oferta que rechaza sin dudar. Días más tarde,
volverá a cruzar el Atlántico para no volver.
Termina
sus días en Boulogne-sur-Mer, en la costa francesa, a los 72 años; exhibiendo
una riqueza gigantesca, no una fortuna material (dicho sea de paso, tenía un
muy buen pasar económico), sino un enorme capital humano y cívico patentado en
su modestia, en su vida sobria y austera; y en su ausencia absoluta de avaricia
y vanidades.
San
Martín, ¿era pobre o millonario? Ni una
cosa ni la otra, digamos que tenía un buen pasar. Recibía rentas de propiedades en Buenos
Aires, Mendoza y Chile, así como una pensión desde Perú; también heredó un
importante capital de su esposa Remedios.
Don José tenía una casa en París y otra en Boulogne Sur Mer.
Las
hazañas, la valentía, la entrega, el patriotismo, la modestia y la hombría de
bien de Don José, no son empañadas por sus debilidades de ser humano, más bien
lo enaltecen aún más.
Mitre
lo transformó en bronce, con el fin de convertirlo en un modelo y fomentar la
identidad nacional en una población cuyo porcentaje de inmigrantes llegó a ser
del 40% del total. Quizás fue una
decisión desacertada, no lo sé, tampoco creo que esa exageración nos
perjudicase como individuos, como ciudadanos y como argentinos.
Sólo
una reflexión final: No creo que debiesen existir tantos feriados en nuestro
país, pero ¿no les llama la atención que el Día Nacional de la Memoria por la
Verdad y la Justicia sea un feriado inamovible y el que recuerda a quien
llamamos “el padre de la patria”no lo sea?
Se ve que ser un patriota para los políticos, y para muchos otros, ha pasado de moda; “está devaluado” y “no
garpa”.
¿San Martín Masón?
Su
pertenencia a la orden explicaría algunas de sus extrañas decisiones de
vida. Habiendo dejado de niño el
Virreinato del Río de la Plata (territorio español), viaja a la península y se
suma al ejército español, luchando bajo su bandera durante más de 20 años. Sorpresivamente pide la baja, viaja a
Inglaterra y desde allí se embarca hacia Buenos Aires, donde se convierte en el
paladín de la lucha libertadora americana.
Diez años después, abandona América y regresa a Europa para terminar sus
días en el viejo continente.
Hay
que ir algunos años antes de su arribo a nuestras tierras para analizar este
punto. Estando al servicio de la corona
española a la corona española, le tocó combatir a las órdenes del general inglés
William Carr Beresford, el mismo que dos años antes, había gestado la primera
invasión inglesa. En esa campaña, San
Martín conoce a James Macduff, un Lord escocés que lo entusiasma con las ideas
republicanas, liberales e independentistas del nuevo mundo. Estos ideales eran profesados por la
masonería, organización fuertemente ligada a estas empresas libertadoras. San
Martín se habría convertido en masón en Cádiz en 1808.
El
6 de septiembre de 1811, San Martín renuncia a su carrera militar en España y viajar
a Londres en donde, junto a Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés
Bello, Tomás Guido y entre otros, se suma a la logia Gran Reunión Americana,
espacio de debate, apoyo y planificación de los libertadores de la América de
habla hispana.
Es
allí donde se supone que San Martín conoce el plan de conquista de
Latinoamérica de Thomas Maitland, que es exactamente el que aplica para liberar
la Iberoamérica.
Don
José se embarca con destino a Buenos Aires junto a algunos de “sus hermanos” y
al llegar al Río de la Plata, participa de la reorganización del gobierno
nacional, de la profesionalización de las fuerzas armadas y de la conformación
de la logia Lautaro, organización cuyo objetivo central era la independencia de
estas tierras. También funda logias
Lautaro en Córdoba, Mendoza, Chile y en Perú.
Es fundamental tener en cuenta que desde Washington hasta Pueyrredón,
pasando por O’Higgins, Miranda, Belgrano y hasta el propio Bolívar, todos
pertenecían a la masonería, lo que sugiere una profunda relación de la misma
con las luchas por la independencia libradas en el continente.
¿Por
qué San Martín le dejó el ejército a Bolívar en Guayaquil y se fue a
Europa? Existen muchas interpretaciones,
pero quizás la más atractiva sea la que lo explica en relación a sus
condiciones de masones, calidad que sólo unos pocos ponen en duda. Este encuentro entre “hermanos” habría
definido la división de tareas: Bolívar se encargaría de la lucha armada y San
Martín del reconocimiento de las nuevas naciones en Europa.
Otro
dato que confirmaría su pertenencia a la masonería, es la medalla que acuñó con
su efigie la institución masónica belga “Los Amigos de Bruselas” al momento de
su arribo a tierras belgas.
Definitivamente,
la independencia americana y la masonería se encuentran profundamente
conectadas entre sí, no tengo dudas. Al lector le dejo planteado un
interrogante:
San
Martín, aunque nació en territorio español; fue hijo de españoles y su padre
militar y político de la corona; apenas con 7 años de edad, viaja a España
donde desarrolla un historial castrense promisorio durante unos 20 años. Se
convierte en masón, renuncia a su carrera militar de toda la vida y viene a
estas tierras a “pelear contra España”. Después de unos 10 años de batallas y
penurias, regresa a Europa para nunca más volver. ¿Qué otra explicación se le
ocurre para este comportamiento que no sea que cumplía un plan trazado por
otros?
P.D.: La Masonería y las
independencias Americanas
Considero
que la independencia de toda la América, fue un experimento pergeñado por la
masonería, organización muy identificada con los principios liberales y
republicanos que florecían en esos tiempos. Nada mejor para este ensayo, que un
territorio “a estrenar”, sin los vicios del viejo continente; ideal para crear
el “Nuevo Mundo”.
No
es casualidad que en todos los países de esta latitud, los protagonistas
principales de las revoluciones, fuesen masones. Desde los padres fundadores de
Estados Unidos, Thomas Jefferson, John Adams, Benjamín Franklin y George
Washington; hasta los latinoamericanos Francisco de Miranda, Bernardo
O’Higgins, Simón Bolívar, Carlos María de Alvear, Cornelio Saavedra, Juan José
Pasos y el propio José de San Martín, entre tantos otros.
Incluso
la masonería española jugó una carta fundamental en esta gesta. En 1820, el
comandante y masón Rafael del Riego y Núñez, debía embarcarse al frente de un
ejército de 20.000 hombres, para sofocar las revoluciones de las colonias; pero
sorpresivamente se reveló antes de partir y proclamó la constitución liberal de
1812, evitando la segura derrota de las fuerzas patrias del nuevo continente.
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