“Los barones del espacio” y las ventajas de la economía libre
Marian Tupy
Editor de HumanProgress.org y analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global. 



El 11 de julio de 2021 el empresario británico Richard Branson cumplió el sueño de su vida de volar al espacio. A las 8:40 am, la nave espacial Virgin de Branson (VSS) Unidad 22 y su nave madre Eve despegaron del puerto espacial en Nuevo México. Habiendo alcanzado la altitud de más de 50 millas, que es la definición del gobierno estadounidense del espacio, y la gravedad cero, la Unidad 22 llevó a la tripulación, consistiendo de Branson y cinco trabajadores de Virgin Galactic, seguramente de vuelta a la tierra. El vuelo, que era la culminación de 17 años de planificación, investigaciones, desarrollo, y exhaustivas pruebas de seguridad, podría marcar el inicio del turismo comercial en el espacio
Es difícil sobreestimar el logro de Branson. Nuestros ancestros solían contemplar el cielo por la noche, imaginando un mundo etéreo poblado de deidades poderosas y vengativas que requerían ser apaciguadas. Hoy, una serie de empresas privadas, incluyendo Blue Origin de Jeff Bezos, están intentando lograr objetivos que son similares al de Branson: llevar los viajes espaciales a las masas. Inicialmente, la emoción de un vuelo espacial será costosísima —los tickets de Virgin Galactic se venderán por $250.000 por vuelo— pero miles de personas relativamente acaudaladas alrededor del mundo pueden esperar ver nuestro hermoso planeta desde arriba durante la próxima década. 
¿Cómo, entonces, es que partes del clérigo estadounidense eligió conmemorar el logro de Branson? El titular “El multimillonario británico vuela 50 millas sobre la tierra en su nave espacial, siendo el primer ‘barón espacial’ que califica para tener alas de astronauta” conjura imágenes de los empresarios estadounidenses del siglo 19, como Astor, Carnegie, Hearst, Mellon, Morgan, y Vanderbilt, quienes se valieron de prácticas supuestamente explotadoras para acumular su riqueza. 
Tal vez la figura más odiada de estas era J. D. Rockefeller, cuya Standard Oil Company había visto crecer su porción en el mercado de petróleo refinado desde 4 por ciento en 1870 hasta 85 por ciento en 1880. Muchas veces se olvida que Standard Oil redujo el precio del petróleo refinado desde más de 30 centavos por galón en 1869 hasta 8 centavos en 1885. Ciertamente, Branson, Bezos, y otros empresarios del espacio van a enriquecerse todavía más, pero la competencia, las economías de escala y las resultantes ganancias por una mayor eficiencia tarde o temprano reducirán el precio del turismo espacial a través del tiempo. El costo del Modelo T de la Ford Motor Company, por ejemplo, cayó de $825 en 1909 (o $4.853 horas de trabajo con un salario de obrero de $0,17 por hora) a $360 en 1927 (o 692 horas de trabajo con un salario de obrero de $0,52 por hora). Eso constituye una reducción en el precio en tiempo de 86 por ciento. El otrora lujo casi inasequible es ahora ubicuo, teniendo un 93 por ciento de los hogares estadounidenses acceso a por lo menos un auto en 2019, según la Administración de las Carreteras Federales
Lo mismo es cierto acerca de la electricidad, las tuberías, las radios, los refrigeradores, la vestimenta, las lavadoras y secadoras, los aires acondicionados, las lavadoras de vajilla, las televisiones a color, los microondas, las computadoras, los celulares, los equipos de VHS y DVDs, etc. Más aún, la velocidad de la adaptación a las nuevas tecnologías, como W. Michael Cox y Richard Alm de Southern Methodist University han mostrado, está aumentando. Pasó medio siglo desde la invención del teléfono hasta el momento en que un 50% de los hogares estadounidenses tuviesen uno. En cambio, solo doce años después de que los teléfonos inteligentes llegaran a las tiendas, 50 por ciento de los estadounidenses individuales poseían uno. Eso es lo que el economista austriaco Joseph Schumpeter tenía en mente cuando notó que: 
“el motor capitalista es en primer y último lugar un motor de producción masiva que es inevitablemente también un medio de producción para las masas. . . . Es la tela barata, el algodón y rayón barato, las botas, los automóviles y demás que son los logros típicos de la producción capitalista, y no generalmente mejoras que significarían mucho para el hombre rico. La Reina Elizabeth poseía medias de seda. El logro capitalista usualmente no consiste en proveer más medias de seda para reinas sino en poner estas al alcance de las chicas que trabajan en las fábricas”.
De hecho, estoy dispuesta a extender un apuesta de $10.000 al editor del Washington Post que escribió el titular del “barón del espacio” de que en 10 años, un vuelo en Virgin Galactic equivalente a aquel que tomó el multimillonario británico costará menos en términos de horas de trabajo que lo que cuesta hoy. 
En NBC News, el titular decía “El vuelo espacial de Richard Branson le gana a Jeff Bezos. Pero toda la humanidad pierde”. Según la autora, Chandra Steele, “la estratificación de quién logra salir a la estratosfera no es otra división que necesitamos”. En el pasado, 
“los astronautas no iban en lugar del resto del planeta; ellos eran pioneros en nombre del resto de la población. . . .Parece poco probable que los multimillonarios que viajan al espacio se involucrarán de una manera significativa con la población más amplia después de esto, en parte porque están tan aislados de otras personas. De hecho, su privilegio los ha puesto tan en contraste con los habitantes de la Tierra que muchos no quieren que vuelvan”.
¿Por dónde empezar? Primero, la palabra “privilegio” no significa lo que Steele parece pensar. La palabra “privilegio” en inglés (y en castellano) se deriva del Latín privilegium, la cual, a su vez, consiste de dos palabras del Latín: privus (privado) y lex (ley). Por lo tanto, por alrededor de 2.000 años, un privilegio significó “una ley solo para una persona, un beneficio gozado por un individuo o grupo más allá de lo que está disponible para los demás”. 
En una sociedad altamente estratificada, como la Europa antes de la Ilustración, distintos grupos gozaban de distintos privilegios y cuidaban estos con celo y, algunas veces, de manera violenta. 
Durante la Ilustración, los privilegios, como las tasas de siervos debidas a la nobleza y el status exento del cobro de tributos para el clero en Francia, se encontró bajo el ataque sostenido por parte de los partidarios de la igualdad a ante la ley. Desde la Revolución Francesa en 1789, que “adoptó la igualdad en la tributación y redención de todos los derechos feudales” (en las palabras del historiador Georges Lefebvre), el uso de la palabra privilegio cayó constantemente en desuso, según lo muestra el visor nGram de Google, hasta que fue revivida alrededor de siete años atrás por la Izquierda Estadounidense y pervertida para sugerir “suerte”, “fortuna”, “ventaja” u “oportunidad”.
El éxito de Branson depende de la propensidad del multimillonario británico hacia el conocimiento empresarial y una buena medida de trabajo arduo, en lugar de un derecho o “privilegio” concedido por el estado. 
Aún así, para ser justo con Steele, es perfectamente comprensible por qué la Izquierda igualitaria quisiera borrar las líneas entre un privilegio como “la buena fortuna” el privilegio entendido como la desigualdad ante la ley. En el mundo habitado por el Homo progressivus, el talento y la diligencia (por no mencionar otros factores importantes, como la inteligencia) están distribuidos igualmente y las diferencias en los resultados socioeconómicos deben ser el resultado de fuerzas sistémicas, en lugar de la pura y torpe suerte. Y eso, creen los progresistas, es una cuestión legítima que le incumbe al estado y que este debe corregir.
Segundo, Steele afirma que “toda la humanidad pierde” con el turismo espacial comercial, presumiblemente porque, como ella indica en otras partes de su artículo, la exploración del espacio solía liderar a un “compromiso unificador” de “mejorar la vida en el planeta”, mientras que ahora el turismo espacial está en riesgo de convertirse simplemente una cosa para el deleite de los ricos. Eso no tiene sentido. Branson y Bezos no restan de los esfuerzos de exploración espacial; se suman a estos. El amanecer del turismo espacial comercial no significa que la manera preferida por Steele de exploración espacial (esto es, una pagada por los contribuyentes) debe detenerse. A la Agencia Espacial Europea, NASA, y a los gobiernos ruso y chino de ninguna manera se les impide hacer lo que han estado haciendo por décadas —aunque a un paso más lento y a un costo superior.  
Tercero, Steele escribe que el acceso desigual al espacio, que ella denomina “estratificación”, es “divisivo”. Esa afirmación, que no está respaldada por la evidencia empírica, podría ser interpretada como una expresión de la decepción personal de Steele por ser incapaz de hacer lo que Branson hizo. La conclusión de su artículo, en la cual ella señala que “es perturbador verlos [Branson, Bezos y Elon Musk] ejercer el poder de dejar el planeta, particularmente en estos tiempos problemáticos”, ciertamente apunta en esa dirección. Aún en ese caso, Steele no logra comprender el papel que la “desigualdad” juega en fomentar todo tipo de progreso humano
Empecemos con la economía. Los que están económicamente bien, quienes serán los primeros clientes de los emprendimientos de Branson y Bezos, llenarán estas empresas de dinero que, a su vez, resultará en que se construyan más naves espaciales. Atraídas por el olor de ganancias, otras empresas de viajes al espacio serán lanzadas. La competencia y la oferta adicional reducirá el precio de los viajes al espacio hasta que, algún día, esto estará al alcance de los autores de NBC. Así es como un teléfono celular pasó de las manos “ambiciosas” de Gordon Gekko en la película Wall Street de 1987 a los bolsillos de los agricultores kenianos y pescadores bangladesíes. 
Ahora consideremos la política y la sociedad. La Revolución Americana condujo a una forma representativa de gobierno que colocó a EE.UU. en una categoría distinto de todas las demás entidades políticas en la tierra. Ciertamente, el derecho a votar era sumamente restringido (generalmente, aunque de ninguna manera exclusiva, para los hombres blancos que poseían propiedades), pero una porción mucho mayor de estadounidenses podían elegir su propio gobierno comparado a otros lugares. Eso resultó es una especie de desigualdad institucional —una que otras naciones primero observaron, luego la encontraron antipática, y finalmente consideraron merecía ser eliminada volviéndose más democráticas. 
O considere la Ilustración, con su énfasis en la razón, la libertad, y la dignidad, así como también la tolerancia religiosa, la libertad de expresión, la búsqueda de la felicidad, la igualdad ante la ley, etc. Pasaron siglos antes de que los valores de la Ilustración fuesen más o menos totalmente implementados en Occidente. Pero, con el tiempo, las sociedades occidentales se volvieron más libres y tolerantes. Eso también resultó en una desigualdad global en aspectos como el trato de las mujeres, las minorías étnicas o raciales, los homosexuales, los niños, etc. Mientras que los valores de la Ilustración pueden estar en retroceso en algunas partes del mundo, incluyendo en el mismo Occidente, recuerde que durante décadas las personas oprimidas en docenas de países aspiraban a cerrar la brecha de Ilustración y se volvieron más occidentales. 
Finalmente, consideremos la cultura. El bloque soviético estaba económicamente estancado y era socialmente retrógrado, y culturalmente (así como también ambientalmente) era un desierto. En comparación con Occidente, el arte comunista era altamente estilizado y poco inspirador. Su literatura (con la importante excepción de los escritores perseguidos, como Solzhenitsyn y Pasternak) estaba anquilosada y era ilegible. Su industria de cine era primitiva, pesada y propagandística. Sus industrias de moda y diseño eran prácticamente inexistentes. De manera que lo largo del periodo comunista, los habitantes de las naciones atrapadas detrás de la Cortina de Hierro añoraban usar jeans estadounidenses y escuchar música americana. En una palabra, ellos querían cerrar la brecha cultural volviéndose más estadounidenses. 
El psicólogo de la Universidad de Harvard Steven Pinker una vez dijo que “los intelectuales que se llaman a sí mismos ‘progresistas’ realmente odian al progreso”. La pregunta es: ¿por qué? Tal vez una de las razones detrás de esa curiosa actitud no es la oposición del clero al progreso como tal, sino los medios mediante el cual el progreso está lográndose. Desde la Ilustración, nos hemos vuelto más ricos, sanos, mejor alimentados, vivimos vidas más largas, somos más educados, y, como Pinker mismo demostró, somos más suaves y amables. No solo gran parte de ese progreso resultó de los países con empresas libres durante la era de la libre empresa, sino que el progreso se dio a pesar de las constantes advertencias por parte del clero de que la libre empresa lograría exactamente lo contrario. 
La desigualdad de resultados es inherente a la economía libre, que suele recompensar a los más talentosos. Dado que el talento es desigual y está distribuido de manera arbitraria, la libre empresa y su resultante desigualdad de resultados son desagradables para la Izquierda igualitaria. Aún así el progreso depende del florecimiento de los talentosos. Eso significa que la desigualdad es realmente la partera del progreso. Y esta es la razón por la que los progresistas odian al progreso.
Este artículo fue publicado originamente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 2 de agosto de 2021 y en Cato Institute.

 

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