El enemigo invisible
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
No es
probable que los argentinos aceptaran a un gobernante que tratara de imponer
una dictadura. Desde 1983 eligieron la democracia, si alguien se atreviera, la
mayoría de los ciudadanos saldría a defender la República. Sin embargo, estamos
soportando un ataque a la libertad individual conducido por un enemigo
invisible, difícil de verlo con claridad porque utiliza métodos para dominar, contra
los cuales no estamos preparados para luchar. Quienes dirigen el país, nos están haciendo perderla de a poco, sin
presiones políticas aparentes, utilizando un conjunto de ideas sueltas como justicia
social, solidaridad, igualdad, distribucionismo, estatismo, anticapitalismo, antiglobalización, antinortemericanismo,
entre otras. Este ataque proviene de esas ideas unidas a las técnicas
utilizadas en el manejo de las cuestiones económicas y sociales que son las
mismas de hace décadas, con diferencias de matices, salvo contadas excepciones.
Son las que en la actualidad nos están llevando a un verdadero desastre y lo más
peligroso es que luego de las elecciones
legislativas, es más que probable, que se persista en utilizarlas con la
misma inconsciencia e ignorancia. Un modelo fracasado obliga a obedecer a una
burocracia caprichosa e ineficaz por lo cual,
la coerción se irá haciendo cada vez más severa y de esa forma, irán
disminuyendo cada vez más los grados de libertad. Por este camino nos llevan de
a poco, nos vamos acostumbrando y cuando
queramos reaccionar será muy difícil hacerlo. Los argentinos hacemos el caldo
gordo porque los gobiernos nos han acostumbrado a tener miedo a la libertad, a
asumir la responsabilidad de bastarnos a nosotros mismos.
Nos gusta jugar con fuego, lo vimos en las últimas
elecciones presidenciales, muchos prefirieron darle un escarmiento al ex
presidente Macri ayudando a traer, otra vez, a Cristina Fernández al poder.
Algunos pensaron que Alberto Fernández, quien la había criticado tan duramente
tiempo atrás, podría hacer un gobierno diferente. Olvidaron que cuando asumió
Cristina Kirchner la presidencia, también le dieron un voto de confianza creyendo
que la viudez la haría buena y razonable. Es así como caímos una vez más en el
mismo pozo. Evidentemente se apostó fuerte, ya que por el otro lado aunque
pudiéramos reprochar a la gestión macrista que no se hubieran hecho las
reformas necesarias en economía, ante la opción Fernàndez-Fernàndez, era aquella
mucho mejor. La política exterior había marcado por donde quería ir el gobierno,
aunque fue una oportunidad perdida, no iba a imitar a Venezuela, Cuba o China,
sino a los países democráticos y
capitalistas. En un segundo Gobierno con más consenso se hubieran hecho mejor
las cosas y seguramente el Mundo nos hubiera tenido más confianza. La campaña
del Frente Para Todos se basa en cargarle las culpas pero, ¿cómo le explican a la ciudadanía que el costo
de vida continúe su curso ascendente con lo cual provocarán el pedido de aumento de salarios que a su vez
acrecienta nuevamente los precios? Por
ineptitud, continúa este conocido proceso y se irá acelerando con sus
inevitables consecuencias de injusticias e intranquilidad social.
En la
calle están apareciendo manifestantes pidiendo comida y trabajo, el Gobierno
tendrá que reprimir, cuando se desmadre la situación, convenciendo a la gente de que las
arbitrariedades son necesarias para mantener el orden. Será otro motivo para
restar libertades.
La
gente con la pandemia ha reaccionado un poco, ha visto cuanto se ha cedido en cuanto
a la independencia individual, sometiéndose a un poder discrecional que ha
conducido a la ruina a empresarios, trabajadores y ha empobrecido, en general,
a la clase media. Pero no se ve en plenitud al huevo de la serpiente, lo que es
peor, los líderes de partidos en su mayoría que pretenden suceder al gobierno
actual, prometen para el futuro una dosis igual o mayor de coerción autoritaria
bajo la ficción de que defenderán mejor los intereses de los argentinos. No
importa que hagan discursos defendiendo la libertad política si seguirán con
políticas estatistas e intervencionistas, que indefectiblemente llevan a
controlar, no solo la economía, sino también la vida de las personas.
Los gobernantes
dirigistas como los Fernández siempre preparan la escasez futura de los productos
exportables y de primera necesidad, estimulando la producción de artículos
comparativamente superfluos y, sin duda,
institucionalizan la corrupción. Manejan
al país con hombres sometidos, dóciles, y pequeños funcionarios estatales, sin ver la
necesidad de eliminar las trabas que impiden emplear la energía individual para
producir en provecho propio y de sus familiares, por ende, del país. Preocupa que persistan en el error, sin tener los recursos para financiar la riesgosa aventura, de
aumentar el gasto público y la emisión de moneda para financiar el déficit y el
crédito. No han entendido que la inflación aunque pueda convenirles, es por un tiempo corto, pasa siempre la factura. Es hoy es el peor
enemigo, le quita el poder adquisitivo a
los pesos que tanto le cuesta ganar al asalariado, quien se ve obligado a
convertirlos en bienes o en dólares porque constituyen un deposito de valor más
estable.
La libertad,
según David Hume, es la perfección de la sociedad civil, las políticas
socialistas y fascistas proponen convertir al Estado en su amo y señor. Al
abolir o debilitar a la propiedad privada y su desarrollo, desaparece o disminuye la pluralidad de poderes externos al
Estado, que han sido los que han impulsado el Estado de Derecho y la Democracia.
El socialismo nacional que promueve Cristina Kirchner, destruye las bases
estructurales de la democracia, de una justicia independiente y por eso del capitalismo. Es enemigo de la
libertad económica, no facilita el libre juego del mercado ni permite la acción
de las fuerzas del trabajo en procura de un aumento de la producción y de la
disminución de los precios. La estatización es una de las salidas para este Gobierno,
sin considerar que la sociedad compleja en la que vivimos necesita la plena
manifestación de la capacidad creadora y el uso más adecuado del conocimiento
para mejorarla.
Es preciso un gobierno que proteja a los
argentinos haciendo respetar el marco normativo común, salvaguardando el ámbito
privado, que no se extralimite en el uso del poder y que subraye la importancia
de la propiedad privada, como defensa de
los derechos individuales frente a la
ofensiva de los poderosos. Los responsables de la política económica futura,
deben tener la idea clara de cómo elevar el nivel de vida de nuestro país, saber que ello depende de su capacidad de
producir bienes y servicios, o sea, deben
saber cómo aumentar la capacidad
productiva. El Estado debe ayudar a ello manteniendo los derechos de propiedad
y la estabilidad política en vez de subvencionar a ciertos sectores. De que
aprendan, y tengan en cuenta las
lecciones fundamentales sobre el
crecimiento económico, dependerán
nuestro futuro y el de las generaciones que vienen.
Los que están promoviendo un cambio bienhechor
son los candidatos liberales y también unos pocos más, los que han comprendido que se debe imitar a
países exitosos y copiar el modelo que les ha permitido enormes logros en apenas poco más de dos siglos. Basta
detenerse a observarlos para notar la impresionante dimensión del progreso
existente.
Los
argentinos deberían defenderse contra el enemigo invisible votando diputados
liberales en las próximas elecciones. Han tenido que emprender el duro camino de la
lucha política para llevar al Congreso la semilla que permita hacer crecer las ideas, necesarias, para el imprescindible cambio de rumbo económico,
también para fortificar la democracia a la cual este Gobierno ha contribuido a
depreciar, llamando con ese nombre al
régimen vacilante, débil, e incapaz de
resolver los problemas que nos afligen.
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