El Hipo-presidencialismo y la campaña electoral mínima
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Sin ejemplaridad ni conducción no hay gabinete, agenda ni campaña.


En una reciente columna de opinión que escribió el especialista Gonzalo Sarasqueta, la cual recomiendo su lectura, expresa con claridad que: Alberto Fernández consume más agenda de la que produce. Dicho de otra manera: sufre los acontecimientos en lugar de crearlos.

Clara síntesis del escenario en donde el principal actor del régimen democrático, con caracteres híper presidencialistas, no se empodera a partir de los recursos simbólicos y reales que posee por el cargo.

Pero además de esto, nos encontramos que el problema de conducción que posibilitaría que conforme una agenda política que monopolice la agenda pública con sus temas más importantes, además, tiene un problema de coordinación en tanto no genera acciones de coordinación ni con su gabinete ni con quienes son las cabezas de lista de diputados o senadores en los territorios más importantes en esta elección.

Así, por un lado, la campaña permanente desapareció. La campaña es entonces intermitente, por los mismos efectos de no poder imponer temas en la agenda pública y por no conducir en materia de discurso a los voceros o cabezas de listas sobre qué pueden decir conforme al relato de época. Es decir, el presidente no ordena ni direcciona el discurso de los candidatos del espacio. Algo nunca visto en la democracia en Argentina.

El caso paradigmático hoy es el de Tolosa Paz. No hace falta reproducir aquí sus frases inoportunas de poca altura, calidad o veracidad para el fortalecimiento de la democracia y la discusión sobre políticas públicas. Esta falta de aporte ya lo dejó en claro en su paso por la Coordinación del Consejo Nacional de Políticas Sociales, en donde la Mesa del Hambre claramente se concretó, en rigor a los números: más de 45 % de pobreza y un 4 % de aumento en la canasta básica que parece no tener techo.

Por otro lado, el gabinete tampoco está coordinado ni integrado. Sin un Jefe de Gabinete que demuestre esa capacidad institucional, y que además, también colabora con frases históricas e irrisorias y no asume sus responsabilidades como dar respuestas ante el Congreso de la Nación, según los plazos de la Constitución Nacional, o no designó a la fecha al Director de la Agencia de Acceso a la Información Pública. Dos actos que Cafiero incumple y que se relacionan directamente con la ineficacia y la opacidad en la comunicación, nuevamente.

En el mismo sentido, Vizotti, continúa colaborando en el desmadre del Ministerio de Salud al comunicar que no hubo vacunatorio vip o que no hay argentino que no haya cometido un error en la pandemia. Este último, tema en la orbita judicial, que no le compete pero igual colabora la ministra en el desorden comunicacional.

Otro caso, Frederic, en un escenario de aumento de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires y de Santa Fe, por tomar dos de los casos más resonantes, se esfuerza por sumar una frase de café dejando en claro que Suiza es más tranquila pero más aburrida y esto, al fin de cuentas si refleja una realidad: hoy países como Suiza son una aspiración de todos los argentinos que están dejando el país.

Y, nos queda para mencionar el mejor de los casos de descoordinación en todo sentido, por parte del Ministerio de Educación Trotta, quien al menos en tres ocasiones quedó en off side al expresar medidas que después eran contrapuestas a las comunicadas por otros ministros y el mismo presidente, en una tema tan candente como es la calidad de la educación y los problemas por falta de clases presenciales y la cantidad de alumnos que han perdido la regularidad o no han vuelto al sistema educativo después de la cuarentena estricta y pandemia actual.

Finalmente, entre la campaña intermitente y un gabinete nacional deslucido con el cual llega a esta elección, no podemos pronosticar resultados electorales pero sí podemos dejar en claro que el presidente hoy no cuenta con atributos sólidos de capacidad de persuasión, visión estratégica, inteligencia emocional, ni carisma para una liderazgo sostenible.

Deberíamos volver al gran Theodore J. Lowi, y su obra: El presidente personal: facultad otorgada, promesa no cumplida, para dar cuenta de fallos y debilidades.

Estamos entonces hoy, ante un hipo-presidencialismo por errores no forzados al que se le suman las inconsistencias de los liderazgos de la coalición de gobierno que se acrecientan sin ponerse colorados, ni atenerse a un relato homogéneo Kirchnerista, ni a la normas vigentes, ni a una relación cercana y de frente a los problemas de la sociedad.




Publicado en Perfil.

 

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