Rutinas Montero
Carlos Rodríguez Braun
Catedrático, Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



La ministra de Igualdad, doña Irene Montero, comparó la situación de las mujeres en Afganistán y en España. Esto desató un escándalo, cuando en realidad la “incomparable barbaridad de buscar equivalentes”, como escribió Alfredo Semprún en La Razón, es una vieja rutina progresista.
La señora Montero recibió toda suerte de críticas, lo que era de esperar, porque es obvio que las mujeres en España, o en cualquier otra democracia, tienen derechos y libertades que las afganas no disfrutan en un grado ni remotamente parecido, y con toda probabilidad disfrutarán aún menos de ellos en el futuro. Cultivó la ironía la señora Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid, que tuiteó: “Sra. Montero, sorprendentemente en el actual gobierno talibán de Afganistán el puesto de ministra de igualdad está vacante. Seguro valoran experiencia en puesto igual o similar. Suerte”.
Por su parte, los partidarios de la ministra pasaron de puntillas sobre la situación concreta de las mujeres en Afganistán, que, por cierto, ha mejorado relativamente en las últimas dos décadas, pero no perdieron la oportunidad de demonizar a sus críticos, acusándolos de machistas, y de añorar un pasado oprobioso de opresión femenina.
Más allá de las inevitables pullas recíprocas, lo interesante es que la señora Montero estaba replicando unos habituales tics totalitarios, del comunismo pero también del fascismo. En efecto, los totalitarios utilizan ahora a las mujeres como hicieron durante un siglo con los trabajadores. A saber, como un grupo al que se supone que la sociedad libre arroja necesariamente a una abyecta servidumbre de la que solo puede salir mediante la intervención del poder político. De ahí el imprescindible Ministerio de Igualdad.
Antes se abominaba del capitalismo, llamándolo por su nombre. Después de la caída del Muro, la retórica ha sido púdicamente retocada, Así, dijo doña Irene: “En todas las sociedades existen mecanismos de opresión a las mujeres. Debemos encontrar la manera de generar alianzas para acabar con el patriarcado”. Es lo mismo que han dicho siempre, cambiando mujeres por trabajadores y patriarcado por capitalismo. Aplican la misma rutina simplificadora a los homosexuales y al medio ambiente. Nada de lo que podamos argumentar sobre el machismo, la homofobia y la contaminación del anticapitalismo les arredra. Hace medio siglo, cuando resultaba cada vez más difícil negar los crímenes comunistas, dijo un intelectual norteamericano: “Sí, en el comunismo hay campos de concentración, pero en EE.UU. hay fábricas”.
Este artículo fue publicado originalmente en El Periódico de Sotogrande (España) el 7 de septiembre de 2021 y en Cato Institute.
 

 

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