Al fin, la cruel prohibición de viajes de Biden está terminando
Ryan Bourne

Ocupa la cátedra R. Evan Scharf para la Comprensión Pública de la Economía en Cato Institute. Ha escrito sobre una serie de cuestiones económicas incluyendo: política fiscal, desigualdad, salario mínimo y control de alquileres. Antes de unirse a Cato, Bourne era Director de Políticas Públicas en el Institute of Economic Affairs y Director de Investigaciones Económicas en el Centre for Policy Studies (ambos en el Reino Unido). Bourne tiene una amplia experiencia en medios audiovisuales e impresos y ha salido en BBC News, CNN y Sky News. Escribe columnas semanales para Daily Telegraph y el periódico de Londres City AM.

Bourne tiene un título en artes liberales y una maestría en filosofía con especialización en economía, ambos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido).





Para muchos británicos y europeos con lazos con EE.UU., las relaciones humanas se han pausado durante un tiempo insufriblemente largo durante la crisis del COVID-19. A fines de septiembre, al fin, eso cambió. 
El asesor de la Casa Blanca Jeffrey Zients anunció que cualquiera que esté completamente vacunado de cualquier parte del mundo podrá ingresar a EE.UU. con una prueba negativa desde noviembre. Decirlo esto fue un alivio para los millones que se sentían atrapados adentro o afuera de EE.UU. es trivializar las consecuencias. Considere la hashtag de #LoveIsNotTourism (el amor no es turismo) para ver los efectos en el mundo real de la separación forzada
Luego de escuchar acerca de la posibilidad de la eliminación de la prohibición, reservé un viaje al Reino Unido para noviembre, casi dos años después de mi última visita. Ahora estaré en Kent conforme mi hermana de a luz a su segundo hijo y mi primer sobrino, mientras paso tiempo con mi sobrina de dos años y medio. La última vez que la vi, ella tenía nueve meses. 
Las crudas prohibiciones de la administración de Biden en contra del ingreso de no-estadounidenses al país provenientes desde Gran Bretaña y la Unión Europea fueron innecesariamente y tercamente mantenidas. Incluso conforme las restricciones domésticas fueron relajadas y conforme las vacunas fueron desplegadas, las medidas de viajes primero introducidas en la primavera de 2020 se mantuvieron rígidas en su lugar. 
Cada que pasaba un mes —16, 17, 18 meses— el dolor de la distancia de los seres queridos dio lugar a la furia y la desesperación. 
Cierto, cualquiera —vacunada o no— podía volar desde México, Malasia y otros países que no estaban en lista negra. ¿Los estadounidenses? Ellos podían ir y venir cuando querían. Pero el deseo de verse firmes ante el COVID-19, junto con la inercia burocrática, significó que las prohibiciones para los visitantes no-estadounidenses o para los trabajadores extranjeros de Europa simplemente continuaran. El gobernante Partido Demócrata demostró poco interés doméstico en eliminarlas. 
Con el tiempo, para personas como yo, esto era desmoralízate. Aquellos de nosotros con la mayoría de las visas de trabajo para no-inmigrantes no podíamos visitar nuestros hogares natales sin pasar dos semanas en un país no prohibido antes de volver a EE.UU. Las parejas permanecieron separadas a larga distancia. Aquellos volando para enterrar o cuidar a sus seres queridos tenían que ingresar en la lotería de apelaciones para una exención. Los abuelos se perdieron los primeros años de sus nietos. Los empresarios con personal e inversiones en EE.UU. no podían tener reuniones en vivo y en directo con empleados que habían conducido su empresa durante la pandemia
La falta de esa opción de simplemente volar de vuelta a casa, sabiendo que podías luego volver a tu trabajo y novia en EE.UU., te carcome lentamente. Hay preguntas que se inmiscuyen en tus pensamientos: ¿Qué tal si algo le pasa a un abuelo o padre? ¿Podré ver el lugar de mi boda en Reino Unido antes de casarme allí el próximo verano? Peor aún, ¿llegaré a mi propia boda si esta prohibición continúa? Hace un par de semanas incluso consideré lo siguiente: ¿qué tanto tendría que durar esta discriminación en contra de mi persona como un contribuyente extranjero en EE.UU. antes de que yo concluyera que EE.UU. no es un lugar donde quiero vivir y construir una familia? 
En las últimas semanas un grupo de periodistas y activistas que dirigimos la campaña por el fin de las prohibiciones de viajes, hemos intensificado la presión sobre la administración de Biden mediante artículos y materiales de promoción. ¿Acaso nuestros esfuerzos influyeron en esta decisión? Quizás nunca nos dirían si jugamos un papel, o si el acuerdo Aukus o los efectos colaterales en Europa inclinaron la balanza. 
Todo lo que se es que entre aquellos que han compartido sus conmovedoras historias conmigo, el fin de estas prohibiciones provocará lágrimas de alivio. Mientras que aquellos que fuimos perjudicados no olvidaremos el periodo de cruel indiferencia e hipocresía por parte de la administración de Biden, escuchar la emoción en la voz de mi mamá acerca de volvernos a ver es un momento que apreciaré siempre.
Este artículo fue publicado originalmente en The Spectator (Reino Unido) el 20 de septiembre de 2021 y en Cato Institute.

 

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