El recuerdo de Néstor Kirchner
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Ayer se cumplió otro aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, el presidente más corrupto de la historia argentina por lejos, desde 1853 para acá.
Kirchner construyó su vida política como un vehículo, no como una vocación. Un vehículo es una herramienta que uno cree útil para que lo ayude a llegar adonde quiere. Ese lugar de destino era la verdadera vocación de Néstor Kirchner: hacer dinero, hacerlo a lo grande y, fundamentalmente, hacerlo sin trabajar.
Néstor identificó a la política como el vehículo más apropiado para conseguir ese anhelo vocacional. Su famoso video abrazándose desesperadamente a una caja fuerte al grito de “Éxtasis” mientras simula abrirla por el ejercicio de la fuerza, es revelador de lo que eran sus objetivos reales.
En sus charlas de bar en Río Gallegos junto a sus compañeros de andanzas (De Vido, Jaime, Zanini, Parrilli, López) seguramente llegó a la conclusión de que el ejercicio de cualquier alquimia financiera privada jamás podría darle acceso a las fortunas que ansiaba.
Pronto advirtió que había una sola puerta para llevarlo a ese Edén: el asalto al sector público por la vía de la política. Fue allí donde este conjunto de “buscas” tomaron las ropas de la política para ingresar en el mundo que los haría millonarios.
No hubo escrúpulos respecto de las ideas, en ese sentido. Por supuesto no había dudas que el mejor vehículo político disponible para alcanzar el poder era el peronismo: “peronistas” fueron entonces.
Dentro de ese engendro, Néstor fue de todo. Menemista, duhaldista, frepasista, izquierdista… Cualquier “bondi” le servía si era útil para llegar y permanecer en el poder.
Por lejos el gobernador más elogioso de Menem durante su presidencia, siempre tuvo a Cavallo como una fuente de consulta directa. Aquel gobierno, cuando privatizó YPF, le liquidó casi 1000 millones de dólares en concepto de las regalías que le correspondían a la provincia. Nunca se supo nada de ellos. Es el día de hoy que los santacruceños se siguen preguntando qué se hizo de ese dinero.
Eduardo Sosa, el procurador fiscal de la provincia, intentó averiguarlo y fue despedido sin más trámite. Jamás fue repuesto en su cargo pese a seis fallos de la CSJ que ordenaban hacerlo: Kirchner borró directamente de la Constitución provincial esa figura, esencial de cualquier ministerio público.
Los planetas se alinearon en 2003 como para que este ignoto personaje a nivel nacional (tenía solo el 5% de intención de voto) se encaramara en la presidencia luego de recibir el endoso del presidente provisional Eduardo Duhalde que lo ungió por encima de José Manuel De La Sota después de varias reuniones secretas en Olivos. Ese capítulo de la política argentina debería ser investigado en profundidad para explicar cómo nació ese huevo de serpiente.
Lo demás es historia más conocida. Kirchner sacó apenas el 22% de los votos en la primera vuelta electoral de marzo de 2003 contra el 24.5% de Menem. Duhalde se había encargado de partir al peronismo en tres (el otro candidato era Adolfo Rodríguez Saa) de modo que la atomización dejó ese resultado, con Ricardo López Murphy -por fuera del peronismo, obviamente- muy cerca también.
Menem se retiró de la contienda y, de la nada, Kirchner se hizo de la presidencia. Su primera decisión fue mandar a Lázaro Báez a constituir “Austral Construcciones”, la firma por la que esperaba canalizar los suculentos contratos de obra pública que ya tenía en mente.
Su segunda estrategia fue construir poder para engrosar el magro porcentaje con el que había alcanzado el poder ejecutivo, más bajo aún que el de Arturo Illia, en los tiempos de proscripción del peronismo.
En ese terreno no tuvo frenos: todo lo que vio lo agarró. Después de haber sido informante de los militares en la época de la dictadura -como lo demuestra un libro de Julio Bárbaro de reciente aparición- se convirtió en el adalid de los derechos humanos (causa por la que no movió un solo dedo en su toda su carrera política) apropiándose de esa bandera de los revolucionarios montoneros a quienes empezó a cobijar en su gobierno bajo el argumento, confesado por él mismo, de que “la izquierda te da fueros”.
Porque, claramente, si a algo a lo que también estaba dispuesto Kirchner era a, no solo tener acceso a los interminables dineros públicos, sino a aprovechar los privilegios del poder para mantenerse impune.
Su alianza con la izquierda fue crucial para su estrategia cultural y judicial. Mientras su objetivo personal era robar dinero del Tesoro Público mediante sobreprecios, coimas, apretadas a las empresas, apoderamiento directo de algunas de ellas (objetivo que logró por la vía de fundirlas con un cúmulo de regulaciones inviables y con congelamiento de tarifas para después mandar a algún “amigo” a comprarlas) o contubernios incluso internacionales, su objetivo político era conservar el poder para seguir robando y mantenerse fuera del alcance de la ley.
Para eso identificó como esencial el copamiento del poder judicial y de la prensa. A eso fue funcional también su pacto con Horacio Verbitzky quien le proporcionó la masa crítica de personajes que servirían para consolidar su impunidad y su defensa mediática.
La época de Kirchner en la presidencia coincidió con un auge mundial en el precio de los commodities con lo cual la Argentina tuvo acceso a fortunas incalculables desde el punto de vista económico. Toda esa inmensa masa de dinero se dividió entre el robo y el despilfarro: el robo para el bolsillo propio y el despilfarro para comprar voluntades, hacer demagogia electoral y fomentar el clientelismo político.
Néstor Kirchner fue el fundador de una banda a la que manejaba de memoria. El problema con las cosas manejadas de memoria es que cuando muere el que guardaba esos secretos la continuidad de la tarea delictiva se deshilacha, se desorganiza y empiezan los chapuceos. Fue lo que ocurrió cuando Cristina Fernández asumió la jefatura de la organización.
Este es el verdadero personaje cuya muerte el gobierno recordó ayer en un bizarro acto en la cancha de Deportivo Morón en donde el presidente confirmó su papel de muñeco desorientado, rodeado de una runfla impresentable que ni siquiera le prestaba atención.
 

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