Después del domingo
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.





¿Qué hará el gobierno si vuelve a perder el domingo? Hay varias posibilidades para contestar este interrogante.
En primer lugar había que saber por cuánto pierde. Según la simple verificación del humor social -ese intangible incapaz de ser puesto en un número pero que existe, a tal punto que todos tenemos la capacidad de percibirlo, sea en un sentido o en otro- parecería que esa derrota va a ser importante. Como mínimo igual a la del 12 de septiembre. Como mínimo.
Pero no hay que olvidar que estamos ante peronistas. Durante las últimas semanas se han conocido varias denuncias en las redes sociales (con muestras de documentación física) que prueba que el gobierno prepara un intento de fraude, ya sea por el poder de la fuerza bruta en el día de los comicios, por inducir a error a los votantes a quienes previamente se les hizo llegar boletas apócrifas de la oposición, o por manipulación en el Correo, lugar del que desplazaron recientemente a una autoridad para reemplazarla por un militante de La Cámpora.
Si la alternativa de la derrota contundente se verificara de todos modos, el gobierno no solo perdería la mayoría en Diputados sino su histórico dominio automático del Senado. Sería un hecho histórico.
Una de las opciones que se puede presentar frente a este escenario es una implosión de la coalición de gobierno en una huida por la retaguardia de muchos de sus integrantes. El peronismo es conocido históricamente por su larga saga de traiciones y de luchas intestinas (en muchos casos sangrientas) de modo que no sería de extrañar que, frente a un resultado electoral contundente, esta unión se rompa en mil pedazos.
Si eso ocurriera una de las posibilidades más ciertas es que el kirchnerismo puro se hiciera cargo del gobierno -con o sin Alberto Fernández- y que con esa “asunción” se produjeran radicalizaciones en todos los sectores del gobierno, pero con especial énfasis en la economía.
El primer resultado de ese verdadero desastre sería el entierro final de toda posibilidad de acuerdo con el Fondo. A eso seguramente le seguirán medidas más intervencionistas en todos los mercados, pero especialmente en aquellos de precios, tarifas y tipo de cambio. Es probable que Roberto Feletti asuma en economía y que se configure un plan “de aguante” con la idea de llegar a 2023.
Demás está decir que este escenario volará por los aires en menos de dos meses, probablemente hacia un esquema parecido al Rodrigazo, con un feroz ajuste de todas las variables que hasta ese momento estuvieran reprimidas.
Si el gobierno lograra menguar los catastróficos números del 12 de septiembre, es posible que se juegue por mantener el esquema del “vamos viendo” lo que incluiría la continuación de las negociaciones con el FMI, pero sosteniendo la idea de no cambiar las políticas de precios e ingresos. En este caso la única manera de que el Fondo preste su consentimiento a un acuerdo sería que el gobierno modere  su política fiscal y monetaria. Ese acuerdo no obstante conllevaría obligaciones para la Argentina que, como de costumbre, el gobierno se encargaría luego de incumplir.
Frente a esa posibilidad es como que “la oca vuelve al punto de partida” y, pese al frágil acuerdo, el país degenere en un nuevo default externo y en una severa crisis económica interna, con hiperinflación, caída vertiginosa de los salarios y más pobreza.
Las alternativas frente a ese escenario serían una salida “a la 1989” con un plan de consolidación estilo “plan bonex” + una reforma monetaria y fiscal profundas (opción casi inconcebible para este gobierno) o un repudio de la deuda externa con la consecuente instalación de un gobierno dictatorial que incluso suprima en Congreso e intente gobernar por la fuerza.
Esta última opción resulta espeluznante, obviamente, pero al mismo tiempo es menos probable porque el gobierno no controla las fuerzas armadas y estas están seriamente deterioradas. En cualquier caso, la sola idea de pensar en un gobierno fuera de control, completamente ensoberbecido y cargado de furia ideológica radical hace temblar al más pintado.
Si la oposición gana con los márgenes que uno podría suponer hoy, a poco más de 48hs de la votación, no va a estar en posición de dictar la política económica pero sí podría poner en caja el acuerdo por la deuda, reasumiendo esa original facultad del Congreso. También podría iniciar un proceso de limpieza o derogación de leyes y estatutos que han enviado a la economía argentina a la miseria y a las empresas a la quiebra, con el consiguiente drama del empleo y los salarios.
Muchos ven con esperanzas las elecciones del domingo. En primer lugar, eso se confirmará si el gobierno pierde. Porque si el gobierno pierde (pese al intento de fraude, de manipulación y de otras pestes propias de la suciedad innata del peronismo) se escuchará fuertemente un grito de “basta” a este rumbo. El gobierno podrá escucharlo o rebelarse contra él. Ese es otro problema sobre cuyas alternativas nos expresamos más arriba. Pero el primer requisito para que la peste peronista termine se habrá verificado. Luego se verá si frente a ese final, el peronismo presentará batalla y de qué tipo será esa batalla. Pero el telegrama de que su hegemonía terminó lo tendrá bien recibido.

Publicado en The Post y Mira quien habla.


 

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