Una campaña de baja intensidad, poca credibilidad y alta incertidumbre
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




En esta campaña los mayores momentos de intensidad estuvieron alrededor de las internas que ya ocurrieron y en los pasos por ámbitos judiciales de algunos candidatos.
 
Es decir, la campaña permanente como la conocimos es claramente intermitente, muy focal por que los recursos escasean y la crisis económica y la grieta no permite la grandilocuencia de otras épocas.
 
De hecho, el formato más desarrollado de campañas fue en estadios icónicos y cerrados, no en escenarios amplios y masivos.
 
Quizás, el Kirchnerismo, que hubiera querido recuperar verdaderamente su mística movimientista no pudo expandir todo su poder simbólico y movilizador ante la crisis actual. En cambio, otros actores de peso que hoy se muestran renuentes y calcula fríamente el resultado del 14 de noviembre si apostaron a tomar la calle para sus eventos y reclamos: gremios y movimientos sociales.
 
Esta campaña, lejos de lo programático por el estado de resistencia y poca credibilidad democrática, muestra su cansancio respecto de eslóganes publicitarios y caras bonitas. Busca resultados que apuntalen el crecimiento social y económico.
 
Por otro lado, el personalismo ha quedado en descubierto y desnudo al no poseer recursos simbólicos, discursivos ni reales o efectivos para cambiar la realidad. La clase política se encuentra en una encrucijada a partir del 14 de noviembre.
 
El Estado, es el nuevo ausente, es el que queriendo se omnipresente hoy sólo demuestra ser una fantasía en materia de políticas públicas de calidad, una muestra gratis en materia de planes de contención a sectores vulnerables y una gran relato vacío de contenido y contención a quienes más los necesitan.
 
En este aspecto, la clase media también lo sufre por no tener reglas claras para proyectar negocios, posibilidades de estudio y simplemente tener un poco de tranquilidad. Lejos esta el gobierno y el Estado de otorgar credibilidad y certidumbre.
 
Finalmente, el Congreso Nacional se encamina a escenarios de consensos o acuerdos según como venga la rosca semana a semana. No se puede pedir más, la realidad no permite más proyección que ese plazo exiguo que todos conocemos como el vamos viendo.
 
Así, la campaña intermitente es un reflejo de la política exigua y el gran problema una vez más es que la democracia como régimen soporta todo gracias a la ciudadanía pero no puede seguir siendo objeto de estiramiento conceptual y desintegración institucional y real.
 
Debemos en algún momento volverla a sus carriles rutinarios de debates y administración del conflicto por vías institucionales y con una agenda pública de mediano y largo plazo con acuerdos amplios en la dirigencia política, económica y social.
 

Publicado en diario Perfil.

 

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