Permitan que el mercado descubra mejores tecnologías de dinero
James Dorn
Es Vice-presidente para Estudios Monetarios y Académico Distinguido del Cato Institute. Dorn también es editor del Cato Journal.




Hace 25 años, a vísperas del dinero electrónico, el titular de la Junta de la Reserva Federal Alan Greenspan presentó un estudio en una conferencia en la Tesorería de EE.UU. acerca de “El dinero electrónico y la banca: el papel del Estado”, donde argumentó que el futuro del dinero electrónico dependerá de “la flexibilidad del sector privado para experimentar, sin una intervención amplia por parte del Estado”. La pandemia del COVID-19 ha acelerado la transición desde el dinero de papel hacia el dinero electrónico. Las personas todavía quieren tener efectivo, pero cada vez más en formato digital y almacenado en billeteras móviles en lugar de tenerlo en la forma de un billete que se dobla.
China ya ha cerrado las puertas a las criptomonedas privadas basadas en el mercado para proteger lo que el estado tiene en juego con la creación de una moneda digital emitida por la banca central (una CBDC). Hay pocas dudas de que eventualmente todos los bancos centrales importantes crearán sus propias monedas digitales. La pregunta es si los gobiernos permitirán que las monedas digitales privadas surjan y compitan con estos medios de intercambio oficiales, o si seguirán los pasos de China prohibiendo los sustitutos privados basados en el mercado.
Pensando acerca del futuro del dinero es crítico comprender bien la relación cuando se trata del dinero, el mercado y el estado. Habrían ganancias si se permitiera un sistema privado paralelo de monedas digitales adicional a las CBDCs, y si se permitiera que la gente sea libre para elegir. El proceso de descubrimiento del mercado podría entonces ayudar a determinar el futuro del dinero, en lugar de dejar esa decisión en manos del estado. 
Las monedas privadas surgieron mucho antes que los bancos centrales mediante las decisiones descentralizadas de una red de comerciantes para adoptar un bien ampliamente aceptado como un medio de intercambio. Con el tiempo, las monedas de oro y de plata reemplazaron a las conchas de Cowrie y otras formas crudas de dinero. El dinero se volvió más abstracto con la introducción de las monedas de papel y los cheques, y se volvió centralizado.
En gran medida, hoy, la moneda es un dinero totalmente fiduciario. Su valor depende casi totalmente de mantener su oferta en línea con la demanda. La red de dinero oficial hace que competir con estas opciones oficiales no sea fácil; los gobiernos no están ansiosos de permitir que sus monopolios de moneda se vean perturbados por empresarios privados que ofrecen alternativas superiores.
Aún así, no hay razón para temer el desarrollo espontáneo de alternativas frente al dinero fiduciario y discrecional del estado. Permitir una competencia libre dentro de un genuino Estado de Derecho que salvaguarde los derechos de propiedad —incluyendo el derecho a tener una moneda sólida— es la mejor manera de fomentar la innovación y el progreso. Un sistema monetario basado en la confianza es un fundamento importante para la armonía económica y social. Permitir un mercado libre de ideas y de experimentación, ya sea en el ámbito de la moneda o de otras instituciones, genera información nueva que se pierde cuando el estado prohíbe la competencia, que es mejor comprendida como un proceso Hayekiano de descubrimiento.
La nueva frontera de las monedas cibernéticas y del blockchain no debería estar restringida por burócratas estatales extralimitados que desean proteger su territorio y mantener el status quo, o por banqueros que no desean competencia en la provisión de servicios financieros. Si hemos de gozar de los beneficios de las fintech y de la revolución de la información, las puertas hacia un sistema monetario más innovador y con una capacidad de adaptación superior deben permanecer abiertas, conforme mantenemos una regulación satisfactoria para asegurar un sistema de pagos transparente y ordenado.
El balande adecuado entre el estado y el mercado, por lo tanto, es esencial en la provisión de un ambiente institucional que promueva la libertad y la responsabilidad –y que extienda la gama de opciones disponibles a las personas. Inclinar ese balance hacia el sector privado probablemente desarrollará un sistema monetario robusto en lugar de colocar una carga más pesada sobre los bancos centrales discrecionales que emiten dinero fiduciario, ya sea este dinero de papel o digital.
Esa idea está reflejada en un estudio reciente del Banco de Pagos Internacionales (BIS), en el cual las virtudes de las CBDCs son destacadas, sin dejar de reconocer los riesgos de una ausencia de las alternativas privadas:
“Los beneficios finales de adoptar una nueva tecnología de pago dependerán de la estructura competitiva del sistema de pagos subyacente y de las normas para gobernar los datos. La misma tecnología que puede fomentar un círculo virtuoso de mayor acceso, costos más bajos y mejores servicios de igual forma podría inducir un círculo vicioso de silos de datos, de poder de mercado y prácticas anti-competitivas. Las CBDCs y las plataformas abiertas son las que más conducen hacia un círculo virtuoso. En lugar de seguir el ejemplo chino de perseguir las criptomonedas, EE.UU. y otras sociedades abiertas deberían seguir al mercado y ver si este puede ofrecer mejores alternativas que otro dinero fiduciario estatal, sin límite de norma monetaria alguna”.
Este artículo fue publicado originalmente en CoinDesk (EE.UU.) el 30 de noviembre de 2021 y en Cato Institute.

 

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