No, las autocracias no hacen grandiosas a las economías
Tom Palmer
Académico Titular y Director de Cato University.


Un argumento frecuentemente esgrimido para abandonar el engorroso lío de la deliberación democrática es que todos esos pesos y contrapesos, las audiencias y los debates, la revisión judicial y los derechos individuales obstaculizan el desarrollo. Lo que se necesita es acción, ¡no más debates vacíos o un individualismo egoísta!
En las palabras del autócrata europeo Viktor Orbán, “Ahora no se requiere debate sobre alguna política pública específica, las alternativas que tenemos disponibles son obvias…Necesitamos comprender que para reconstruir la economía lo que se necesita no son teorías sino más bien treinta tipos robustos que empiecen a trabajar para implementar lo que ya sabemos que se tiene que hacer”. ¡ Ya ven! ¡Solo treinta tipos robustos y un supervisor visionario y ya estarán en camino hacia una gran economía!
Esa es una manera folclórica de describir una dictadura. La manera más académica es de llamarlos “estados desarrollistas” y alabarlos por reducir “los costos de transacción democráticos”. Como lo dice Stephen Haggard, en su monografía publicada por Cambridge University Press, “A diferencia del enfoque de derechos de propiedad y ‘el estado de derecho’, la literatura del estado desarrollista enfatizaba ejecutivos fuertes —incluso autoritarios— y las burocracias coherentes, meritocráticas o ‘Weberianas’”. Las dictaduras, según esta escuela de pensamiento, “pueden superar problemas de acción colectiva dentro y fuera del Estado que socavan la formulación de políticas coherentes, superan las presiones de búsqueda de rentas y populistas, y por lo tanto empujan la economía hacia un camino de crecimiento más eficiente”. 
Las autocracias populistas pueden desempeñarse mejor incluso que las autocracias lideradas por las élites, sostienen los populistas, porque ellos pueden canalizar hacia la reconstrucción de la economía toda la ira y furia popular en contra de las minorías, de quienes se resisten, del 1% más rico, de los extranjeros, de la prensa mentirosa, y de otros enemigos del pueblo. Después de todo, ¿qué son los derechos de procedimiento y los procesos democráticos sino obstáculos para las políticas coherentes que nos pueden llevar de manera decidida hacia hacer que nuestra economía sea grandiosa nuevamente?
Los partidarios del desarrollo autocrático están ansiosos de relacionar al populismo, el nativismo, y otras corrientes antiliberales con sus planes de sustituir con la dirección estatal a los mercados y con la autocracia a la democracia. Considere al Senador Josh Hawley, quien levantó su puño en solidaridad con la turba del 6 de enero como para decir “¡Muy bien, insurgentes!”: él desea construir “la comuna industrial de EE.UU.” (nótese el desconocimiento de los derechos de propiedad privados, que tendrían que ser disueltos en la comuna) y propone un “plan” mediante el cual los “funcionarios del Departamento de Comercio y del Departamento de Defensa identificarán los bienes e insumos que consideran críticos para nuestra seguridad nacional y esenciales para la protección de nuestra base industrial”.
¡Hasta la vista, democracia liberal, bienvenidos los treinta tipos robustos!
Las ventajas de los Treinta Tipos Robustos con Un Líder y Un Objetivo por sobre la desordenada política democrática y los desordenados procesos económicos —contratos y precios y mercados, ¡Oh no!— se dan por sentadas. Casi por definición. 
Pero estas no son ni auto-evidentes ni están respaldadas con la evidencia. Dichas teorías han sido derribadas anteriormente, pero parece que el trabajo de los desmitificadores nunca termina. 
En un próximo libro con mi co-autor Matt WarnerDevelopment with Dignity: Self-determination, Localization, and the End to Poverty (Routledge, 2022), ponemos a prueba la tesis nuevamente. Actualizamos y mejoramos la base de dato que Morton H. HalperinJoseph T. Siegle, y Michael M. Weinstein habían reunido para su libro de 2010 The Democracy Advantage: How Democracies Promote Prosperity and Peace (Routledge, 2010) y encontramos —nuevamente— que simplemente no hay una ventaja autocrática. Cuando se evita la selectividad y se evalúa las tasas medias de crecimiento del PIB para todos los países para los cuales hay datos disponibles entre 1960 y 2018, usted verá que las democracias aventajan a las autocracias. Comparando las tasas medias de crecimiento entre las democracias y las autocracias (ver el libro para conocer los métodos detallados de esta comparación), encontramos que las democracias suelen superar a las autocracias en general.
Para los países de ingreso más bajo en particular, encontramos que el crecimiento en las jurisdicciones democráticas era menos volátil y constante que en las autocracias. Cierto, unos cuantos casos aparte como Singapur y Ruanda existen. Pero los casos aparte constituyen un argumento débil a favor de un modelo en general. Los autócratas siempre se atribuyen el crédito por las cosas buenas y culpar a sus “enemigos” por las malas, pero la evidencia es que un “liderazgo” fuerte no es un factor significativo en el crecimiento económico. La mayor volatilidad de resultados bajo las autocracias sugiere, en cambio, que hay desventajas marcadas de depender del juicio de gobernantes que no rinden cuentas a nadie.
Considere el caso de China. ¿Acaso el crecimiento en la China continental no ha sido explosivo e impresionante? Si, claro que sí. Y, ¿qué lo causó? ¿Acaso fue una versión China de los 30 Hombres Robustos, o fue otra cosa? Los gobernantes del continente argumentan que es la falta de democracia y la sabiduría de los autócratas lo que explica el crecimiento económico del continente. Ellos señalan orgullosamente a las muchas empresas estatales chinas, dirigidas por los autócratas chinos, como el factor determinante detrás del notable crecimiento del Reino del Centro. Pero la evidencia sugiere otra cosa.
Sheng Hong Zhao Nong del Unirule Institute of Economics en Pekín mostraron en su libro de 2009 China’s State Owned Enterprises: Nature, Performance and Reform que una vez que los subsidios —un trato tributario preferencial, los subsidios implícitos en los alquileres, el crédito subsidiado por los bancos estatales, y otras asistencias similares— son tomados en cuenta, las empresas estatales que nominalmente son rentables de hecho generan pérdidas. Luego de una mirada detenida de la contabilidad de las empresas estatales, ellos concluyeron: “Las empresas estatales juegan un papel negativo en la distribución del ingreso”. Pero dichos actos de decirle la verdad al poder en las autocracias no generan reformas pro-crecimiento, sino la supresión de aquellos que se atreven a decir la verdad; el Partido Comunista Chino ordenó el cierre de Unirule.
¿Qué provoca el crecimiento económico? Los partidarios de la escuela de pensamiento del estado desarrollista argumentan, en el resumen de Stephen Haggard, que “los mecanismos nucleares del crecimiento” son “por un lado la acumulación [de capital], por otro lado la capacidad de dirigir las inversiones hacia sectores que son eficientes de manera dinámica”. Pero, ¿es acaso el desarrollo económico fundamentalmente acerca de acumular y asignar el capital? Lenin pensaba que así era, y eso terminó bien (¡Alerta de ironía!).
Sin embargo, William Easterly, un economista que ha estudiado a profundidad el papel de varios factores, incluyendo el capital, juegan en determinar el crecimiento en los países pobres, argumenta otra cosa. En su libro The Elusive Quest for Growth, él señala: 
“Si la acumulación de capital de transición fuese la principal fuente de las diferencias en el crecimiento, entonces los países deberían tener muy altas tasas de retorno sobre el capital en un principio. No la tienen. Si la acumulación de capital de transición fuese la principal fuente de diferencias en el crecimiento, deberíamos esperar que los países pobres con escaso capital crezcan más rápido que los ricos conforme responden a estas altas tasa de retorno sobre el capital. Eso no sucede. Si la acumulación de capital de transición fuese la principal fuente de las diferencias en el crecimiento, esperaríamos que el capital financiero fluya desde los ricos hacia los países pobres en reacción a las altas tasas de retorno sobre el capital. Eso no sucede. Si la acumulación de capital de transición fuese la principal fuente de las diferencias en el crecimiento, esperaríamos que la acumulación de capital explicase gran parte de las diferencias a través de los países en el crecimiento. Eso no es así”.
El crecimiento sostenido depende de la innovación pero los autócratas no son muy buenos para fomentar eso. Más caballos puede que generen más fuerza de caballo, por definición, pero eso no lo llevará a usted desde los caballos hacia el motor de combustión interna o hacia un Tesla. Las sociedades libres y abiertas, con los procesos políticos democráticos de decisión colectiva y los procesos de mercado que gobiernan las decisiones privadas, son mucho mejores para “seleccionar ganadores” que los autócratas. Incluso los analistas que dicen haber identificado a unos cuantos dictadores económicamente benevolentes que ubican el crecimiento a largo plazo del PIB de sus países por encima del crecimiento de sus propias cuentas bancarias en Suiza, y por lo tanto, “usan el poder del estado para desarrollar las transformaciones económicas nacionales”, admiten que dicha “benevolencia económica” es una cuestión de “pura suerte”. Esto debería provocar que uno titubee antes de lanzar un dado con 120 lados y apostar todo a sacar un número primo entre 50 y 70.
Un sistema económico innovador depende de la presunción de la libertad, de la presunción de que las personas pueden innovar sin pedir permiso. Son las sociedades libres y abiertas las que permiten que las personas digan lo que piensan y cuestionen la sabiduría convencional aquellas que se destacan por su capacidad de innovar, no las autocracias. Sí, hay algunas excepciones, como la queratotomía radial (ahora realizada con láseres y conocida como LASIK), que fue descubierta en la muy autocrática Unión Soviética, pero dichos ejemplos aportan un respaldo débil a las afirmaciones de que los sistemas autocráticos son más favorables al desarrollo que las democracias.
Los autócratas es más probable que usen su poder para ahogar las innovaciones que amenazan las configuraciones existentes de capital y los intereses que se benefician de estas antes que promover innovaciones disruptivas, cuya utilidad no pueden juzgar por su falta de conocimiento. La noción de que el dictador indicado resistirá la tentación de utilizar su poder ilimitado para entrometerse en la economía —¡solo un poquito!— y elegir a los ganadores indicados es un triunfo de la esperanza por sobre la realidad.
Es la presunción de la libertad, incluyendo la libertad de competir con los jugadores establecidos (ya sean empresas o políticos) lo que hace que un sistema económico sea innovador, no los autócratas con treinta chicos robustos.
Este artículo fue publicado originalmente en The UnPopulist (EE.UU.) el 23 de noviembre de 2021 y en Cato Institute.
 

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