Un hecho que no puede volver a ocurrir
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Lo ocurrido con los diputados de Juntos por el Cambio, Camila Crescimbeni, Álvaro González y Gabriela Brouwer de Koning en la votación por evitar la suba del impuesto a los bienes personales debe ser motivo de un análisis caso por caso porque no todos son iguales.
La primera de ellas estuvo en el Congreso en la mañana y dio positivo de Covid-19 en los testeos de ingreso. No la dejaron pasar, como era lógico. Se retiró y realizó una contraprueba PCR que confirmó el resultado. Es asintomática pero está aislada. De modo que su caso hay que dejarlo de lado porque se trata de un imponderable no atribuible a la conducta de la diputada. Ella estuvo pero las circunstancias le impidieron ingresar.
Los otros dos casos sí que deben comentarse. En especial el de la diputada Brouwer. Esta señora viajó a Estados Unidos -más específicamente a Walt Disney World- en una movida incomprensible.
Esa conducta provocó, más que una derrota por un voto del proyecto para bajar impuestos con el que la diputada se había comprometido, un impacto psicológico en el electorado de naturaleza muy negativa.
La diputada pertenece al bloque que lidera el diputado cordobés Rodrigo De Loredo de la UCR-Evolución de Córdoba que ganó las elecciones en la provincia con el 54% de los votos. Esta mención viene a cuento de que el manejo del bloque comparte la responsabilidad de este desquicio.
Días atrás los bloques opositores habían forzado, mediante el voto de 130 diputados, habilitar la Comisión de Presupuesto y lograr una sesión especial para tratar la modificación del Impuesto a los Bienes Personales. Semejante movida, dadas las presentes circunstancias de paridad de los votos, exigía un conteo minucioso de los diputados con los que se contaba y un compromiso sustancial de todos para estar presentes en el día de la crucial votación.
Lo menos que puede decirse de Brouwer es que es una irresponsable manifiesta y que su conducta no tiene perdón. Los efectos políticos colaterales de esa acción inconsciente pueden generar una desconfianza suicida dentro del bloque de Juntos por el Cambio.
Ni bien ocurrió la victoria en las elecciones de medio término ese bloque perdió al presidente del interbloque por discusiones internas. Hoy, si bien tratan de ejercer alguna coordinación, JXC, en realidad, es un conglomerado compuesto por 10 bloques con presidentes diferentes.
Sin dudas, frente a un adversario político que no conoce los escrúpulos cuando se trata de discutir poder tener esta conducta divisionista es suicida. Y lo es más cuando los jefes de cada uno de esos bloques no pueden poner en caja a sus propios diputados frente a una votación crucial.
La oposición no puede ir a una guerra iniciada por ellos mismos (con la solicitud de la sesión especial) sin tener la total certeza de que cuenta con los votos y con la presencias.
Si la Providencia luego juega una mala pasada puntual -como el caso de la diputada Crescimbeni- mala suerte: esos imponderables solo los maneja Dios. Pero convocar a una reunión especial de la cámara para voltear un impuesto que debía ser volteado y que uno de los votantes se vaya a Disney World no es aceptable. Brouwer debería renunciar a su banca y nunca más firmar un contrato con los votantes que luego no está dispuesta a cumplir.
El caso del diputado Álvaro González es distinto. Su hija vive en Alemania y se casaba. González ya no había estado en la votación con la que la oposición obligó a la convocatoria de la sesión. Y tenía boleto de regreso vía Amsterdam que le hubiera permitido llegar a tiempo si el aeropuerto de esa ciudad no hubiera sido cerrado por la nueva ola de Covid-19.
Pero esto nos retrotrae al tema de la responsabilidad de la conducción del principal bloque opositor y a las preguntas sobre qué piensan hacer con esto.
Una parte importante de la sociedad les dio un mandato crucial para estas horas: detener al kirchnerismo, detener la locura autoritaria, detener el avance confiscatorio, detener la pérdida de las libertades.
Se trata de una responsabilidad enorme. No es joda la cuestión. La dimensión de la tarea por delante no admite la frivolidad ni la irresponsabilidad. Cada cual es libre de elegir el tipo de compromiso que toma. Pero cuando se toma un compromiso se debería ser consciente de su dimensión y de sus cuidados, tanto a nivel individual como de la conducción y organización de los bloques.
Rodrigo De Loredo lleva una responsabilidad en esto también: él tenía la obligación de sentar a todos los diputados de su espacio en las bancas ese día. Si la Sra Brouwer tenía otros planes él debió disuadirla. La Argentina está frente a una hydra peligrosa a la que no le tiembla el pulso para robar, confiscar, atropellar y doblegar la libertad. Si la Sra Brouwer o De Loredo no han tomado conciencia aún de eso, es hora de que lo hagan.
Los números de la Cámara de Diputados no están para chistes. Hasta el aleteo de una mariposa puede cambiarlos súbitamente. El gobierno cuenta con los votos del odio y del resentimiento comunista que siempre se pliega a sus iniciativas cuando de robar el fruto del trabajo lícito de la gente se trata. Errores como los que se cometieron esta vez no pueden volver a ocurrir. Brouwer debe ser persuadida a su regreso para que deje su cargo y JxC urgentemente debe elegir una conducción unificada que represente lo que la gente voto: la gente no voto “minibloques”; la gente votó lo que creía era un frente común para detener la locura kirchnerista. Es hora de que algunos que aún creen que esto es un juego, lo entiendan.

Publicado en The Post.

 

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