Monopolios y ganancias empresarias
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




                   Este año veríamos una leve recesión y una inflación cercana al 35%, según la media de algunos bancos internacionales, consultoras locales y la UIA. LatinFocus Consensus Forecast asegura que "la perspectiva de una crisis financiera es inminente". El crecimiento promedio esperado es del 0,9%, pero la UIA, entre otros, afirma que habrá una caída del PBI de hasta -1% mientras que la actividad industrial caería casi -2%. Entre tanto, los consumidores creen que los precios subirán 41,3% en 2014, según la Universidad Di Tella. Y, ahora que el gobierno “sinceró” el índice inflacionario, falta que publique el índice de pobreza correspondiente ¿o lo esconde? En mi opinión, son pronósticos optimistas si el gobierno mantiene su error básico conceptual: que las cosas se pueden ordenar y conducir de manera coactiva.
                   Entre las próximas medidas del Ejecutivo está la creación, a partir de abril, de un registro para controlar la existencia de granos, mientras estudia la "regulación de monopolios" de manera “que el más fuerte no se apropie de la tasa de excedente del más débil" lo que no implicaría “una regulación de la tasa de ganancia de cada una de las empresas", como había insinuado anteriormente, en el marco de la lucha contra la inflación. Obviamente no entendió que la inflación no es el aumento generalizado de precios –cosa que no sucede- sino la baja en el precio del peso resultante de una oferta mayor al punto de equilibrio que determina el mercado, en tiempo real lo que hace ineficaz la lucha de los políticos que se mueven tras el lastre de las burocracias.
                    Y, como no entiende lo que ve, ataca lo aparente y quiere coaccionar al mercado prohibiéndole mantener, a pesos constantes, el valor de sus productos, es decir, pretende una baja en el precio real. En la medida en que consiga esta baja, distorsiona profundamente el sistema de precios que existe, precisamente, para asignar eficientemente los recursos. Por ejemplo, si la sociedad necesita –y demanda- mucho trigo su precio sube dejando un alto margen de ganancia, que sería torpe limitar porque esto tienta a los productores a invertir, en su producción, hasta que se equilibra la demanda y los precios se estabilizan a la baja.  
                    Y esto no supone, este aumento de los precios – de la rentabilidad-, un problema para los asalariados porque sus ingresos seguirán el mismo ritmo de aumento de la productividad necesariamente, ya que la mayor producción demandará más mano de obra presionando hacia un aumento de los salarios, salvo que el Estado intervenga coactivamente en la fijación de las remuneraciones. Si el gobierno regula las ganancias de algunas empresas, distorsiona este proceso de eficiencia lo que provocará insuficiente producción y disminución del salario real del trabajador.
                  En cuanto a que las "estructuras monopólicas u oligopólicas que generan distorsión y se apropian del excedente" recordemos que no existe tal cosa como un “monopolio natural”, por el contrario, la naturaleza del mercado prevé una fuerte competencia entre infinitas personas. Para que exista un monopolio, entonces, alguien debe imponerlo coactivamente dentro del mercado pero, como el Estado tiene el monopolio de la violencia, solo el gobierno puede crear y sostener monopolios. De modo que si existe uno, el Ejecutivo lo que debe hacer es ver qué es lo que desregulará para que ese monopolio desaparezca. 
 

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