Una visión liberal de la pobreza, la caridad y el asistencialismo
Eduardo Maschwitz
Presidente del Consejo de Administración de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Premio
a la Libertad 2007, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Una visión liberal de
la pobreza, la caridad y el asistencialismo nos llevaría a políticas muy
diferentes a las en vigencia. Los resultados para reducir la pobreza basados en
el asistencialismo, el aumento de impuestos, la redistribución de la riqueza por
el gobierno y, la mayor participación del estado en todo tipo de actividades, y
en el relato por el cual está muy instalado en nuestra sociedad que toda
necesidad genera un derecho contra el estado, y que toda necesidad es una falla
del estado que debe reparase por este, ha resultado en un enorme fracaso en
nuestro país. Las estadísticas que muestran el aumento de la pobreza en las
últimas décadas a la par del aumento del gasto publico asistencial, el aumento
en los impuestos, la redistribución de la riqueza, y la intervención indirecta
del estado a través de regulaciones y burocracia son contundentes.
Una política liberal de
la pobreza se enfocará en eliminar las causas que la provocan, con un sistema
de políticas y beneficios que conlleve a la gente a salir de ese estado indeseado,
reduciendo así la población con necesidad de asistencia, y manteniendo un
asistencialismo reducido y de corto plazo para situaciones de extrema necesidad
o transitorios.
¿Suena a utopía y a
soberbia? ¡Claro que no lo es! Veamos cómo
y porque, y sus resultados esperados. Son muchas las acciones que fácilmente se
pueden hacer, la mayoría permitiendo que actividades monopólicas, ineficientes,
obligatorias y burocráticas en manos del estado, puedan ser realizadas también
en competencia por otros agentes de libre elección por los usuarios.
Ya sabemos la
correlación directa entre educación y pobreza. También conocemos la aspiración
de cualquier persona a dar la mejor educación posible a sus hijos, que la lleva
a educarlos fuera de la órbita estatal en cuanto puede financiarlo. Con
cualquier sistema como vouchers, créditos impositivos, y con más colegios de
gestión privada, y sin currículas obligatorias la mejora inmediata será
extraordinaria.
Eliminando
restricciones al comercio, a la importación, a la exportación, aumentado los
mercados y la competencia redundara en una baja del costo de vida, ergo
significando un aumento del salario real inmediato. Permitir el cierre de
negocios e industrias obsoletos e ineficientes y sobre todo facilitando la
apertura de nuevos negocios, sin burocracia ni regulaciones innecesarias, y
reglas claras de largo plazo obrarán lo que parecerán milagros.
Liberar los contratos
de alquileres y eliminando la corrupción y las regulaciones para construir
nuevas viviendas, reducirán substancialmente el costo de las viviendas a través
de una mayor oferta.
Hay que romper la
cultura que sostiene que siempre hace falta una nueva norma o una nueva ley o
un beneficio para realizar una actividad. Nada más alejado de la realidad. La
mejor norma, ley y beneficio son los que NO existen. La mayoría de las normas y
regulaciones no se conocen, no se aplican y son grandes escollos para el
desarrollo humano. Muchas tienen una mera intencionalidad recaudatoria o de
justificación de puestos de trabajo innecesarios.
Tener una macroeconomía
sana, previsible, reglas de juego estables, moneda propia y ausencia de
inflación nos sorprenderán por sus beneficios. La inflación es una gran
generadora de corrupción y pobreza, que siempre ha perjudicado a los que menos
tienen. Todo aquello que haga crecer la economía, que permita la movilidad social,
la responsabilidad y el trabajo sacaran de la pobreza más rápido y a más gente
que cualquier política pobrista. Toda licencia para trabajar debe ser eliminada
permitiendo el libre acceso a cualquier actividad a quien desee hacerlo.
Y claro que
probablemente siempre existan pobres, pero muchos menos, y que se requiera del
asistencialismo. Y aquí también hay espacio para aplicar políticas liberales.
Hay que privatizar todo lo posible la caridad. El estado hoy ha monopolizado la
“caridad” a través de políticas públicas de altos impuestos y de redistribución
de la riqueza. Los ciudadanos han sido despojados de la porción de sus bienes
para realizar donaciones, con nuevos impuestos, cultura y tareas en manos
estatales. La caridad a través del estado es costosa e ineficiente y debería
ser reducida al mínimo. También hay un aspecto de las donaciones que se ha
reducido al pasar la caridad al estado, y es la donación del tiempo personal
para ayudar a la gente. El burócrata no “dona” su tiempo. El donante voluntario
dona su tiempo y sus bienes, lo pone más cerca del necesitado, lo comprende
más, reacciona más rápido y la eficiencia de la ayuda se multiplica. El donante
voluntario está más cerca del necesitado y no tiene objetivos ni restricciones
ni intenciones políticas. Hasta sería fácil conseguir el apoyo de la iglesia católica,
y obviamente de otras organizaciones religiosas y no religiosas, para llevar
adelante estas políticas. Muy satisfechos y abiertos se sentirían de recuperar
muchas acciones que realizaban y que luego pasaron al estado. Veamos CARITAS, colegios,
salud, alimentos, etc. Los donantes estarían más dispuestos a dar sus bienes y
tiempo a estas organizaciones, que al estado en forma coercitiva. Con mucho
menos se conseguiría mucho más. Sobra estadística internacional que muestra
sobradamente como disminuyen las donaciones privadas al aumentar el
asistencialismo estatal y el gasto público.
Aquí las regulaciones
también actúan en forma nociva. Hay restricciones a las donaciones de alimentos,
de ropa usada y una regulación laboral que lleva a muchos pobres a trabajar en
puestos precarios dentro de la gran economía marginal, dificultando la libertad
de trabajar, la movilidad social y reduciendo el salario real.
Seguramente las
políticas liberales no lograrán eliminar la pobreza, pero si llevarla a mínimos
que nunca vimos y que claramente experimentan los países desarrollados
liberales del mundo, en mayor o menor medida.
Posiblemente nuestra
sociedad vea con recelo estas ideas, y capaz con razón. Pero a la par debería
ver con certeza que lo que tenemos no sirve. ¿Por qué no intentar algo
diferente? ¡El costo de oportunidad de un cambio nunca estuvo tan bajo!
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