Uruguay: la izquierda no pudo detener a Lacalle Pou
Emilio Martínez Cardona
Escritor y analista político.


El domingo pasado, la coalición que encabeza el presidente Luis Lacalle Pou demostró que sigue siendo la “mitad mayor” en Uruguay, ratificando la plena vigencia de la Ley de Urgente Consideración (LUC), que la izquierda pretendía derogar parcialmente.
El Frente Amplio apuntaba a convertir la consulta en un referéndum negativo sobre la gestión gubernamental, pero los resultados —casi un calco de los alcanzados en el balotaje del 2019— la transformaron en un espaldarazo a la administración “multicolor”.
De esta forma, Lacalle Pou se convierte en uno de los poquísimos mandatarios del planeta en lograr un respaldo en las urnas tras la pandemia, que se ha cargado a la enorme mayoría de los gobiernos que se expusieron al voto en la crisis sanitaria. Tal vez la otra gran excepción sea la de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, quien ha compartido con el presidente uruguayo una visión de “libertad responsable”, evitando la rigidez en los confinamientos pero impulsando fuertemente la bioseguridad y la vacunación.
Tras la victoria, el mandatario reiteró su voluntad de revisar el Mercosur para que deje de ser un bloque proteccionista, mientras que hacia el flanco interno ofreció diálogo a la otra “casi mitad” del país (la expresión es nuestra), pero sin dejar resquicios a algún tipo de cogobierno.
El resultado del domingo también fue fruto de la disciplinada cohesión en la alianza gubernamental, que reúne al Partido Nacional, Partido Colorado, Cabildo Abierto, Partido Independiente y Partido de la Gente, con una mayoritaria inclinación hacia la centroderecha.
En el Frente Amplio se intentó hablar de una “victoria moral” o de un “empate técnico”, sin reconocer la derrota, algo que sin duda devalúa las credenciales democráticas de una coalición cada vez más escorada hacia posturas radicales, donde el Partido Comunista y el ex MLN han llegado a representar un 80% de la fuerza.
El diálogo ofrecido por Lacalle Pou debería enfocarse precisamente en el otro 20% del FA, compuesto por menguados sectores socialdemócratas que en el pasado contrapesaban a la izquierda más demagógica o autoritaria. Esto puede ser clave para terminar de inclinar la balanza entre los bloques, de cara a los comicios generales de 2024.
Además, será fundamental la forma en que el Frente Amplio resuelva su interna. Si lo hace entregando totalmente el liderazgo a la burocracia sindical que promovió la consulta sobre la LUC, bajará su techo de crecimiento y podría espantar al centro.
En cualquier caso, lo cierto es que Uruguay vive un proceso de emergencia de un nuevo bipartidismo, donde los diversos partidos de la coalición republicana deberán aprender a articularse en un bloque permanente.
La continuidad en la aplicación de la LUC, que ya ha dado resultados positivos en seguridad ciudadana y otros campos, también contribuirá a que el país siga una vía distinta a la de tantos populismos regionales.

Publicado en Los Tiempos.



 

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