La barbarie kirchnerista nos cayó como un alud
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Necesitamos políticos con fines objetivos que
no sean descabellados o fantásticos, que
no piensen los problemas políticos sentimentalmente sino con la cabeza, y acaben en economía y en política con el
término medio. Se deben realizar reformas estructurales, por eso no cualquier gobernante es alguien en
quien los argentinos podremos poner nuestras esperanzas, sino en quien tenga valor, prudencia, y un equipo capaz de realizarlas. Hoy cuesta
ver a alguien con esas características, que no solo enarbole una bandera, sino que la despliegue.
Argentina no irá por el buen camino hasta que se libere de políticos como los Fernández quienes muestran
torpe estrechez de criterio, falta de
preparación y sentido crítico.
Friedrich
Hayek, un maestro, nos enseña que si
bien el poder económico puede ser un elemento de coerción, en manos del sector
privado nunca puede alcanzar el poder absoluto sobre una persona, en cambio si es centralizado, como instrumento de poder político, crea un grado de dependencia que apenas se
distingue de la esclavitud. Por eso es tan importante descentralizar el poder
que los hombres ejercen sobre los hombres,
el sistema de la competencia es el único dirigido a hacerlo mínimo. La separación del poder político del
económico es fundamental como garantía de la libertad individual, se oponen los colectivistas -como Putin
y Cristina Kirchner- para los cuales el poder es, por sí mismo, una meta.
Como todos los gobernantes autoritarios pretenden unirlos y hacerlos
servir a un único plan, lo cual permite que se
lo aumente infinitamente al
reunir, en manos del Estado, lo que debería repartirse entre muchos.
El
principio del que el fin justifica los medios se considera, en la ética individualista, como la negación de toda moral social, en la
ética colectivista, en cambio, se
convierte en la norma suprema, no hay nada que no pueda hacerse si sirve al
bien del conjunto. El único criterio de lo que debe hacerse es la “raison
d’état” que no conoce otro limite que la
oportunidad, no puede haber limite ni acto que la conciencia pueda impedir
cometer, si es necesario para un fin que la comunidad se ha propuesto, o que
los superiores obliguen a cumplir.
Una vez que se admite que el individuo es solo
un medio para servir a los designios del Estado se considera -como los comunistas y los nazis- inmoral la
búsqueda de la felicidad personal y
laudable el cumplimiento de un deber impuesto. Es que, donde hay un fin común que todo lo
domina, no hay espacio para normas o
preceptos morales generales, se lo advierte en las guerras, donde la
intolerancia y la brutal supresión del disentimiento, el completo desprecio por
la vida y la felicidad del individuo, son los rasgos que espantan. La prosecución de un objetivo superior de la sociedad, nos
explica el autor de “Camino de Servidumbre”, no puede tener limitaciones con
respecto a ningún derecho o valor individual. Es lo que quiere la señora
Vicepresidente, todos tienen que entregarse a sus designios, por eso es que observamos en la vidriera del poder, gente deleznable, con falta de
escrúpulos; los actos perversos se
convierten en posibilidades de ascenso y poder,
están dispuestos a romper toda regla moral, son
capaces de cualquier cosa, todo tiene que dejar paso a sus ambiciones.
Ante
los reiterados fracasos, algunos menores y otros, como el actual, de enorme envergadura, los argentinos deberíamos
reflexionar. No siempre se tiene
razón, para no tener sorpresas y
desengaños hay que darse cuenta que todo
lo que le achacamos a la mayoría puede hacérsele, también, al político de turno, aún al integro y respetado, quien no se ajusta a la ley comete las mismas faltas y los mismos errores. Esto se comprueba si
reparamos en cuantos gobernantes han existido y cuan pocos han sido
exitosos, todos pueden cometen
faltas y el menos aceptado puede tener
una idea acertada, es peligroso
colocarse en los extremos del bueno y el malo. El pueblo no es más frívolo,
desagradecido, o voluble, que los presidentes o funcionarios, a estos
les cuesta adaptar su conducta a las
circunstancias.
La
política consiste en la lucha por el poder,
los dirigentes aspiran a obtenerlo como también los privilegios que él otorga. Cristina
Kirchner nos muestra, como lo hace la Historia, que la mayoría de los funcionarios terminan corrompidos en su nombre, es por
eso que deben ser disciplinados por
leyes y una sabia justicia, no se debe permitir a los
magistrados y políticos, que se encaramen por encima de la ley. Se necesitan jueces que estén decididos a
morigerar la corrupción, a castigarla sin temores.
La libertad se fortalece cuando hay alternancia en el poder, democracia es saber lo que estamos aceptando
o rechazando, plataformas, partidos. Por lo general la gente recuerda como
buenos gobernantes a quienes son caracterizados como paternales, bondadosos, sacrificados y de buenas intenciones, sin comprender que, a menudo, quienes dicen que traerán el paraíso a la
tierra nos acercan al infierno. Los
ideales sin ningún vínculo con la tierra, no
aseguran éxito alguno, son
utopías que centellean sin jamás
convertirse en realidad.
La
barbarie kirchnerista nos cayó como un alud, sus fines y propósitos carecen de
responsabilidad, además de ser dañosos y
reaccionarios. Son ajenos a los problemas políticos reales, existe una
deformación sistemática de la verdad. El Gobierno no pueden demostrar como
alcanzará los objetivos que declama, porque son irreales, es así como toda
tentativa resulta vana. El método al que recurre consiste en confundir y ocultar, nada puede enseñarnos respecto a la verdadera
situación y, de ninguna manera, conseguirá resolver los problemas políticos y económicos con alto gasto público
y fuertes controles sobre el comercio, la inversión, los salarios y los precios. Pero,
no
obstante, estos hipócritas y
demagogos siguen teniendo el apoyo de un sector de la sociedad, aunque se lo esté llevando
al sacrificio de sus propios intereses y le hagan poner la dignidad a su servicio, se apoyan en la
emoción, el prejuicio y la confusión. Los verdaderos propósitos no están
sujetos a ninguna limitación o regulación intelectual. Nos gobierna un grupo
amargado e incompetente de mafiosos, de traidores a la Patria; Cristina y sus amigos han fracasado miserablemente,
hay que desterrarlos de la política, destruir su poderío, nada tienen que ver
sus planes con la paz universal o con el desarrollo más alto de las potencialidades
del hombre, solo codician las riquezas y
los recursos de nuestro país para robar y hacer negocios.
El
Papa ayudó a que no se viera antes la realidad,
es peronista, quiso que la
sociedad fuera por el camino “progresista”. No acepta que el comercio haya sido
el que consiguió alimentar al mundo
entero sacando de la pobreza a millones de personas. Se metió de lleno en la intriga política
kirchnerista, ayudó a entronizar a un
gobierno que en vez de basarse en la ley lo hizo en el privilegio personal.
Quiso, como los Kirchner, detener la historia, los fines políticos que abrigaba para la
Argentina fueron tan funestos como los de Cristina porque provinieron de
alguien que dice amar a Dios pero está equivocado en los asuntos de la Tierra.
El crepúsculo de nuestro país también lo cuenta entre sus impulsores. Sus
discursos son simplemente la proyección ornamentada de sus deseos, no nos
ayudan. No entiende que los fines por más elevados que sean solo expresan
nuestros deseos, esperanzas, o temores, no prueban nada en lo que respecta a los hechos del mundo.
Eso es otro cantar!
Hasta
las próximas elecciones la tarea de los opositores debe consistir
sobretodo, en mostrar a la sociedad que
el individuo solo puede estar protegido, si no existe una fuerza suprema que gobierne sin restricción
alguna., la tiranía es la perdida de la defensa jurídica, esta desaparece
cuando un sector de la sociedad consigue absorber y suprimir a todos las demás.
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