Un resplandor detrás de la tormenta…
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.


Desde la crisis del 2001- 2002 la Argentina que quería Alberdi republicana representativa y federal dejo de ser una aspiración, diputados y senadores no respondieron a quienes los votaron en las provincias,  en virtud de la lista sabana y del unitarismo fiscal,  fueron empleados del kirchnerismo.
 El rol del Gobierno es transformar ideas en resultados, el problema es que las mismas son  erróneas por lo cual los argentinos llevamos sufriendo una época de prolongada incertidumbre. Esta sensación es   enemiga de las virtudes ciudadanas como el ahorro y la honradez,  se han dejado de lado desde que nos sabemos gobernados por estafadores.
 Sin embargo, detrás de la tormenta perdura un resplandor que podrá manifestarse en cualquier momento si no nos tentamos por elegir cualquier cosa,  como creerles a políticos que aparecen en las crisis ofreciendo transformaciones radicales en tiempo record. Sería un error tratar de escapar  de la desventura como sea,  en vez de ver cómo lograr algo positivo, con  proposiciones más razonables. Cuando hay propuestas  que se pueden llevar a cabo, no conviene el pesimismo que siempre hunde en la más completa desesperación,   hay personas que mirando la vida y el mundo como irremediablemente malos,   se sientan a esperar la salvación de un futuro milagro. Argentina no necesita  desesperanzados que se sientan impotentes ante el kirchnerismo -  hay mucho en nuestro país porque regocijarse-  ni revolucionarios que crean que tienen la varita mágica. Precisamos alejarnos de las utopías con políticos con planes prácticos, que vean la realidad como es y convenzan a los argentinos que no deben alejarse de la política sino mejorarla, que piensen  la manera en que se puede reformar el Estado afrontando la realidad con entusiasmo. Ellos son los  que nos pueden preparar psicológicamente para enfrentar un futuro difícil, sin inculcarnos la filosofía de la retirada, no se necesitan escépticos ni indiferencia ante la realidad que nos preocupa.
 Tenemos que aprender a diferenciar lo que  hay que temer,  lo que hay que evitar, de lo que se puede considerar fiable,  o estaremos en manos de mentirosos,  ambicionar  una ley que nos proteja y un Gobierno que nos respete La sociedad argentina debería ser domesticada por las instituciones,  son andenes contra el poder, la demagogia y los delitos.
 No olvidemos  que las crisis pueden encender una mecha;  la del  29  atrajo a Hitler responsable de asesinar a la democracia: en 1933,  canciller, desactivó los partidos políticos, las instituciones parlamentarias, la libertad de expresión y de prensa, las universidades,  organizaciones culturales independientes y el imperio de la ley. El régimen nazi abrió los campos de concentración, quemó libros,  entre ellos los de Einstein. Los judíos fueron echados de los cargos públicos, las cátedras, las orquestas, los teatros;  el  antisemitismo se convirtió en política de Estado. La historia  renueva  situaciones,  aunque no se repita,  el hombre sí, debemos estar atentos. 
En nuestro país la masa gobierna las calles,   unida por lazos emocionales, rompe,  roba,  golpea;  el pueblo es el que delibera en las rutas, cortes, plazas, escraches,  no los representantes, diputados y senadores.   En la turba  las personas dejan de lado sus inhibiciones, se niegan a diferir las necesidades y satisfacciones,  exigen en ese ámbito,  hasta lo imposible.
Sociedad civil fuerte con poderes externos al Estado es lo que exige la democracia para sobrevivir. Podemos elegir lo mejor o lo peor, es un sistema de aprendizaje, existe la probabilidad de equivocarnos,  si avanza el Estado disminuye la libertad, a Hitler,  como a Perón y a los Kirchner,  los eligieron millones de personas.  La democracia implica  cada vez más responsabilidad individual, que la gente se arregle por sí sola, si  va mal, es el costo de la libertad. Hay quienes le temen,  tienen miedo a elegir por si mismos;   la sociedad democrática tolera al que se levanta contra ella,  antes era asesinado, muerto, o marginado. Con el desarrollo capitalista y democrático, el hombre reclamó  la posibilidad de criticar al  propio grupo,  el capitalismo derrumbó  las fronteras que significaban los estamentos, apareció otro tipo de sociedad que dio origen a la diversidad y ampliación de los mercados.  No hay crisis de valores, como tan frecuentemente se declama, estamos en proceso de creación de otros valores,  en décadas se ve el cambio,  antes tardaba siglos. Este es el mundo en el que vivimos, ideas muchas veces buenas,  a veces locas o malas,  se lanzan a la corriente del mercado,  algunas triunfan y otras no,  puede ser aceptada la peor,  depende de lo que quiere la gente. Si la mayoría compra algo podrido,  es su culpa,  no la del mercado,  como dice la vicepresidente. Éste nos permite elegir  pero no nos obliga a  determinado producto, si lo hiciera estaríamos en una dictadura. No siempre nos equivocamos y elegimos incorrectamente  y si  lo hacemos, por ensayo y error aprendemos.  Nuestra decisión es la que vale, tenemos el derecho a equivocarnos  a ser  artífices de nuestro destino dentro de limitaciones razonables.  La vida  es un proceso difícil,  la seguridad  no existe, si existiera no seriamos personas,  estamos inmersos en la aventura de vivir  donde se hace “camino al andar”. 
 Es imprescindible que la libertad de todos esté protegida por la ley,  o sea,  todos deben tener derecho a ser protegidos por el Estado. La democracia socializa hombres libres,  tienen una psicología diferente al que vive en sistemas autoritarios o totalitarios,  sienten de otra manera la vida,   hubo un despertar de las expectativas que liberó a las masas de los antiguos controles, ahora quieren participar.
En Argentina, a los golpes,  estamos aprendiendo:  el crecimiento del Estado es malo, las inversiones huyen si tienen que lidiar  con  la imprevisibilidad y demasiados riesgos,  donde se limita la propiedad  decae la democracia por la injerencia estatal y crecen  las fuerzas arbitrarias.    Perón le dio un golpe tremendo a la propiedad privada, por lo tanto,  un garrotazo terrible al estado de derecho y a la democracia,  hizo fundir empresas como hace años lo están haciendo los Kirchner.  El método era hacerles huelgas hasta que el empresario vendía la empresa a un testaferro de él,  o del Estado. La Prensa, La Vanguardia, sufrieron sus ataques, La Razón tuvo que  ser vendida a Eva Perón. Cristina Fernández,  como Perón, es tributaria de esa corriente, la del  Estado benefactor.  El camino de la igualdad social por el  cual ambos  se sintieron atraídos,  es el camino para extender el poder del Estado sobre todas las estructuras sociales,   promueve una personalidad  dependiente.
 En la actualidad,  hay dos peronismos, uno que intenta conectarse con el Mundo que va hacia la globalización -como   el que representaba Carlos Menem-  o sea,  una comunidad de Naciones,  y otro que pretende volver a épocas pasadas,  al aislacionismo, tal el caso de Cristina y su hijo, también de radicales,  como Ricardo Alfonsín.
Pero hay esperanza, conocemos por conjeturas cada vez mejores, los animales como el hombre son conjeturas de la Naturaleza,  han evolucionado, se han perfeccionado, con las ideas pasa lo mismo, pueden mejorar,   por lo cual es probable que en Argentina,  después de tanto error, se intenten teorías superiores, es a lo que tenemos que apostar. La cultura política de los argentinos cambiara lentamente a medida que no tengan importancia gente con ideas locas como las de la Vicepresidente y se deje de creer en brujas.
La angustia es el centinela que hizo sonar la alarma hay que activar las defensas para defendernos de un Estado opresor. Lo demás vendrá por añadidura.

 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]