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Fue en 1989 que Sir Tim Berners-Lee desde el CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear)  inventó la World Wide Web (www) que transformaría nuestra forma de vida en todos los niveles imaginables e inimaginables, haciendo la internet accesible a todos.

El visionario científico de la computación, diseñó un sistema neutral de comunicaciones que ha modificado el comercio, las relaciones humanas, la política y toda forma de interacción entre los hombres con los hombres y los hombres con las máquinas. Podríamos decir que Berners-Lee es el autor de la globalización y del cambio socioeconómico más importante en la historia.

En 1995 apenas 14 por ciento de los norteamericanos adultos usaban la www. Hoy 87 por ciento de la población estadounidense usa la internet. El número de websites (sitios web o sitios en la red) creció de 130 en 1993 a más de 600 millones. Y Google, fundada en 1998, con un volumen de visitas de menos de 10.000 por día llegó a más de tres mil millones por día en 2012.

No obstante la continuidad de la neutralidad de la red no está garantizada. En los países totalitarios restringen el acceso a ciertos sitios. El censor más relevante es China, obviamente Cuba es más represiva y pocos tienen una computadora en la isla. Tampoco faltan aquellos que quieren enterarse de todo lo que uno hace o deja de hacer, entonces envían satélites al espacio que no tienen con qué pagarlos, como hizo Bolivia. En Siria miles de personas han sido asesinadas por emitir su opinión en las redes sociales.

La informática ha cambiado el mundo en más formas de la que muchos esperaban. La Unión Soviética sucumbió gracias a ella. No se podía seguir manteniendo en la oscuridad a cientos de millones de personas inteligentes que se enteraban clandestinamente de lo que ocurría en el mundo libre. Ellos también querían participar de las bondades de la libertad de expresión, de comunicación y de comercio que brinda la red.

La internet está creando cientos de millones de trabajos. Los técnicos en computación y los ingenieros de sistemas están por todas partes, pero son pocos los buenos, como en todo. Que uno sea profesional no quiere decir que sea un buen profesional. Los títulos no significan nada, especialmente cuando vienen de universidades o institutos de bajo nivel.

Casi todas las semanas tengo que lidiar con algún chiquillo que se cree docto porque trabaja para alguna empresa de alta tecnología en vez de McDonalds. Han germinado los esnobs del mundo cibernético que usan acrónimos o lenguaje técnico con la gente común para sentirse superiores.

En América Latina la ignorancia acerca de lo que está ocurriendo en el campo tecnológico es abrumadora. Las empresas norteamericanas, europeas y asiáticas, están abriendo una brecha de dimensiones gigantescas en relación con las latinoamericanas.

El boquete no se va a achicar, más bien seguirá ensanchándose, porque a los buenos y creativos individuos que entienden a fondo del mundo tecnológico los contratan los de afuera, brindándoles instrumentos de última generación que no van a conseguir en sus países de origen. Además les pagan sueldos muy superiores.

El mundo está conectado pero también idiotizado. El 90 por ciento de la gente que compra “el último modelo” de smartphone, no sabe utilizar más del cinco por ciento de sus funciones, y las interrelaciones humanas directas están colapsando. Refugiarse en los celulares en medio de una reunión social es un hábito aceptable.

En 25 años han nacido millones de personas con la computadora y los “gadgets” como parte natural de su hábitat. Lo mismo sucedió con muchos de nosotros que nos criamos con el televisor y el avión, cosa que nuestros bisabuelos no conocían. Eso no hizo que la gente sea mejor, sino que viva mejor.