Ni chicha ni limonada
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.


Numerosas críticas,  se han elevado frente al discurso con que inició su gestión el  flamante Ministro de Economía Sergio Massa,   se le reprocha anuncios de objetivos limitados,  medidas parciales y la intención manifiesta de intentar resolver problemas caso por caso. El sabe muy bien que su futuro político depende de hacer un buen papel, cualquier error puede hacerle perder una oportunidad irrepetible. La sociedad,  espera una señal  política ante el acercamiento al abismo, aunque sea por espíritu de supervivencia,  y una reacción favorable a tiempo. Dicen que la última bala del Kirchnerismo es el actual Ministro, hasta ahora más allá de la bambolla inicial, los 500 invitados, y un discurso apenas alentador, todos saben que no se sale solo con voluntad, sino con medidas y reformas que ayuden a encaminar la relación con el FMI, promueva la llegada de capitales extranjeros y los emigrados del país,  e incentive una  verdadera expansión económica para hacer más fácil el ajuste que ,  inevitablemente,  deberá revelarse.  Es lamentable que se estén  esperando acontecimientos críticos para empezar a ensayar un proyecto liberal con todas las de la ley.
 La confianza en el sistema financiero quebrada por el kirchnerismo, tardará en regresar,  el Gobierno se agotó, sin plata el populismo fenece,  todos estamos expectantes para “ver qué pasa”,  incluso en el Congreso,  esa es la actitud. Hay parálisis general,  no bastan buenas intenciones, si el  Ministro no se anima a jugarse y se enreda en las garras de la Vice  resignándose,  como el Presidente,  a ocupar el cargo solo para cumplir con compromisos políticos con el partido gobernante, la situación,  tanto política,  como económica,  se irá agravando en los próximos meses y …Dios dirá!
Nadie ignora que el principal problema es el elevadísimo déficit público, que hace necesaria una cada vez mayor expansión de la base monetaria,   ésta se refleja en el valor de la divisa y en los precios internos afectando la política salarial y cambiaria. Se advirtió, a pesar de la bambolla, la falta de medidas concretas relativas a la reducción del gasto público;  conociendo la proverbial dificultad para alcanzar dicho objetivo, no es difícil estimar que poco podrá lograrse  cuando se omite el énfasis y la convicción que,  con la debida anticipación,  exige una batalla semejante. Los dramáticos problemas del país, no hacen sino agravarse,  día a día,     se avizoran sombrías perspectivas,  que se suman al ambiguo manejo de los innumerables conflictos, por la confrontación interna del Frente Para Todos.  No ha habido una acción mancomunada detrás de los fines, unos intentaron un cambio,  incluso de ritmo, en algún área,  y fue contrarrestada,  por otros,  con medidas o anuncios de signo contrario. Se le suma a los errores el precio de la inconsistencia,  por ello mismo,  se le exige al Ministro,   la serenidad y el patriotismo  que reclaman los problemas del país. Nadie quiere más de lo mismo.
Por unos días,  la sociedad tendrá una actitud benevolente  esperando  las acciones que deban tomarse para redimensionar el aparato estatal y recortar subsidios. Si Sergio Massa no se apura en aprovechar esta ocasión,  que le brindó la desesperación del Gobierno ante la subida estrepitosa del dólar, en poco tiempo se verá entrampado por las presiones inflacionarias crecientes, el desborde del control de precios, la imposibilidad de reducir las tasas de interés, la desilusión popular y la dificultad mayor de dar marcha atrás con la intención de reducir el  gasto.
La historia reciente,  nos muestra el fracaso y la frustración a la que nos ha llevado el Estado al creerse omnisciente,  apropiándose de los derechos del ciudadano encubierto en propuestas  demagógicas y en una utópica concepción de creer en la incompatibilidad de los intereses sociales con los  intereses privados.
  No podrá,  el nuevo equipo económico,  terminar con el anacrónico e ineficiente sistema de dos componentes principales,  el dirigismo y los déficit generadores de  inflación, porque el  Gobierno cree que las altas tasas de interés, la existencia de mercados  marginales, el alto costo de la intermediación, la canalización del crédito hacia operaciones  financieras y el dólar, además de otras deformaciones similares,  son las causas de la crisis,  no sus efectos. Si reemplazaran el dirigismo por el libre juego de las fuerzas del mercado,  suprimieran el déficit que genera la inflación,  desaparecerían  esos efectos a los que denominan erróneamente causas. Massa está al tanto, fue como presidente de la Juventud Liberal de San Martín, allá lejos y hace tiempo,  un fanático admirador del Ingeniero Alsogaray,  quien escuchó su prédica, no la olvida. Sabe que sus anuncios aunque fueran atinados se perderían,  irremediablemente,  si no se reequilibra la economía argentina eliminándose el déficit y el sobredimensionamiento del Estado, por algo llamó al economista Gabriel Rubinstein. Pero…  Cristina quiere gobernar,  por lo tanto se hará,  exclusivamente,  lo que ella quiere: corregir la difícil situación, con las mismas ideas y herramientas que produjeron  la postración actual. El gran problema no son los hombres, sino,  las ideas.
El “Súper Ministro” quiere  aumentar las exportaciones, entonces debería  crear condiciones para competir,  en vez de depender de impuestos que no permiten crecer,  también   mejorar nuestra relación con los países industriales y democráticos de Occidente,  de cuyo comercio y tecnología no podemos prescindir,   si queremos dejar de ser un país mendicante. A los políticos de ideas “progresistas” les convendría  entender,  de una vez por todas,  que la causa  de Occidente es la Libertad,  la Razón,  y la Justicia,  por lo cual se debe cumplir con los compromisos internacionales y desandar el camino que nos lleva a la defensa de totalitarismos  que nos acarrea,  además de otras innumerables complicaciones,  un trato más duro por parte de nuestros acreedores.
La política comercial con el mundo, no se tendría que descuidar, como bien decía uno de los mejores presidentes de EEUU,  Ronald Reagan, el destino de todos los países  están conectados en un enorme tapiz tejido con millones de hilos,  por lo cual,  hay que cuidar que no se rompan para que la prosperidad general no se deshaga. Los gobiernos argentinos, por lo general,  han cortado los hilos que nos unen al comercio internacional,  por eso aumentan los niveles de pobreza. Necesitamos funcionarios valientes, con apoyo ciudadano,  que nos ayuden a traspasar la tormenta,  y una sociedad que se nutra de  ideas que nos permitan volver,  como a principio del siglo XX,   a la vanguardia de las potencias económicas del mundo. Para ello, hay que acabar con el tutelaje del individuo por el Estado, con las restricciones a la libertad,  y con las ideologías de planificación.
Ante un enrarecido ambiente social, los parches de desorientados ministros, no podrán llenar   con realizaciones el espacio que les toca ocupar, por lo cual, un clima derrotista seguirá expandiéndose  en toda la sociedad. Es por eso que,   la reconstrucción de la Argentina sobre bases liberales,  será tarea de otro gobierno, si los dioses y la gente quieren, del próximo. Será  tarea fundamental,  hacer lo que no ha hecho este Gobierno:  dar importancia a nuestros recursos naturales,  es imprescindible dejar de trabar su explotación y hacerlos parte de un programa de expansión que haga más tolerable la crisis,  sirviendo de punto de apoyo para  la recuperación del país, por otro lado,  dejar al campo respirar nuevamente,  quitando las odiosas retenciones para que  vuelva al país su beneficioso aporte, que deje de  robar el Estado pretencioso,  y ladrón,  lo que debe repartir el mercado.  La ciudadanía,  seguramente,  apoyará un plan global y tendrá éxito si se evitan las tan peligrosas desviaciones, importa,  sobre todo, que el signo que lleven las medidas de recuperación, sean de base liberal.  Somos víctimas de un sistema,  hay que reemplazarlo, la alternativa existe y está tomando fuerza.
 El alegato del fiscal  Diego Luciani  nos demuestra,  sin ninguna duda, que los Kirchner han querido,  desde el principio de su gestión,  monopolizar la economía, la política, y las ideas,  para gobernar por décadas el país,  una buena porción de la sociedad fue incapaz de advertirlo, le concedió su voto,  todos estamos pagando las consecuencias.
 Termino con una advertencia: ante tantos sopapos que la realidad le está dando,  el Gobierno, intentará distorsionarla,  dominando  aún más a la Prensa,    para  crear un clima artificial que le permita obtener votos en las próximas elecciones.  Hay que estar atentos, como dijo von Mises: “cuando se anula la libertad económica,  todas las otras libertades se convierten en una farsa”.  
 

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