El derecho o la mazorca
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La historia de la Argentina entre 1810 y 1853 fue una historia peronista.

Por supuesto que Perón estaba muy lejos siquiera de nacer, pero lo que el país vivió en esos 43 años se pareció mucho a lo que el peronismo le ofreció al país desde que nació a la vida política argentina.

¿Y qué fue lo que el país vivió en esos 43 años? ¿Cuál fue el modelo que imperó, que de algún modo “gobernó” la Argentina durante todos esos años?

Pues sencillamente fue un modelo de fuerza; un modelo según el cual el taita que lograba trasmitir una idea lo suficientemente atemorizante a la población como para tenerla amedrentada y a su merced, se hacía con el “derecho” a gobernar. Paradójicamente, en esos años, el único “derecho” era la fuerza.

Obviamente el país pagó un enorme precio, no solo en atraso y en pobreza, sino en vidas humanas contantes y sonantes que se perdieron definitivamente en aras de un fanatismo ciego, bruto e irracional que no dudó en dilapidar todo aquel capital humano con tal de ejercer un poder omnímodo sobre un yermo mísero.

La sola idea de proponer que los conflictos fueran resueltos de un modo racional, por la aplicación ordenada de un orden jurídico igualitario, interpretado por un cuerpo imparcial era completamente refractaria a la Argentina de aquellos años.

La organización de cuerpos paraestatales violentos, con prerrogativas y salvoconductos ofíciales para perseguir opositores, incendiar propiedades o incluso matar disidentes eran moneda corriente y La Mazorca rosista de la Provincia de Buenos Aires no fue más que un perfeccionamiento sistemático de lo que la Argentina ya conocía en muchas otras de sus latitudes.

Todo ese modelo era un modelo peronista. Cien años después -y con posterioridad a que el mundo conociera variantes ignominiosas de esos mismos patrones, con “marchitas” parecidas, con disfraces parecidos, con folclores parecidos y con verborragias parecidas- volvió a aparecer en la Argentina un movimiento que reivindica ese modelo de violencia y de gobierno por la fuerza.

El peronismo ha identificado a “la calle” como el nuevo escenario en donde se debe mostrar esa fuerza, en donde el grito y la amenaza deben doblegar a los principios de la racionalidad jurídica.

La racionalidad jurídica es vista como una máscara para atropellar los derechos del pueblo, de modo que el pueblo debe manifestarse por la fuerza aún cuando esa muchedumbre no pueda ser técnicamente contabilizada y no pueda saberse con certeza si es una mayoría en los términos en que las democracias la entienden.

Y en este escenario estamos hoy: ante una abierta y declarada guerra al sistema racional de la Constitución y con la propuesta desenmascarada de gobernar la Argentina por medio de una Mazorca moderna.

Todos sabemos las privaciones que los argentinos posteriores a 1810 (y hasta 1853) padecieron como consecuencia de estar gobernados por la fuerza bruta de una horda.

Si aquello era inadmisible en el lejano siglo XIX lo es mucho más en pleno siglo XXI.

Los argentinos deberían saber que el peronismo es el único responsable de estar retrotrayendo al país a esta barbarie. Suponer,  realmente, que en pleno 2022 el país puede vivir en el ascuas de las calles porque Cristina Fernández de Kirchner fue descubierta en uno de los múltiples crímenes que cometió, es como querer meterse en un túnel del tiempo de camisas pardas y rojos punzós tan anacrónicos como la mismísima marcha peronista.

Que el peronismo crea que se va a poder llevar puesta, a fuerza de gritos y camorradas, la organización institucional de un país, es un hecho que la Argentina racional no debería permitir.

Mientras el “gobierno popular” está llevando adelante uno de los ajustes “neoliberales” más salvajes de los que se tenga memoria, las próximas semanas serán testigos de cómo termina aquella lucha y si finalmente en el país prevalecerá el Derecho o la Mazorca.

 

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