Adiós a Chile
Manuel Hinds

Ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009)


El domingo pasado Chile dio una señal clara de que ya se ha separado del resto de América Latina para emprender el camino a ser un país plenamente desarrollado al rechazar abrumadoramente un proyecto de constitución que ofrecía todo para todos a cambio de que le dieran al gobierno todos los poderes de una tiranía.
Por muchos años, ya parecía que Chile se iba a separar de Latinoamérica como resultado del crecimiento de su ingreso por habitante, que ya había alcanzado el doble del promedio de la región, y de la calidad de sus servicios públicos. Pero hace un par de años, el país dio un paso terriblemente autodestructivo con una explosión de odio y violencia que parecía preceder a una reversión de todo lo logrado en las décadas anteriores. Chile procedió a comportarse con el típico berrinche latinoamericano del adolescente que no le gustan sus orígenes y cree que puede borrar su historia, hacer como si la vida pudiera reiniciarse y ser diferentes de un día para otro. Después de destruir el centro de Santiago, el pueblo siguió con su destructividad y eligió de presidente a una persona que rápidamente probó que era puro aire caliente.
Pero luego Chile hizo lo que sólo las democracias pueden hacer: corregir el rumbo. Como prueba la elección de Gabriel Boric, las democracias se pueden equivocar, pero, como prueba el rechazo del proyecto de constitución, las democracias pueden corregir el rumbo con un costo mínimo. Enfrentada a una situación semejante, Cuba cometió un error en 1959 que todavía no ha podido corregir. Aclamaron a Fidel Castro como su líder máximo aceptando que aboliera la democracia, de tal forma que quedaron entrampados ya por tres generaciones. Venezuela ya lleva varias décadas y Nicaragua también.
Ese es el error típico de la inmadurez. El no poder ver más allá del día y entrar en una jaula que desde afuera se ve dorada pero que al estar adentro la puerta se cierra y lo que parecía oro era pintura barata. Casi todos los países en la región están entrando en la jaula. Todavía no se ha cerrado la puerta para muchos, pero sus pueblos parecen hipnotizados por la pintura dorada, como los cubanos hace una vida atrás. Chile mostró que ha despertado de la recurrente ilusión latinoamericana de que se puede crear utopías escribiendo una constitución que promete todo a todos y que la salvación está en darle todo el poder a una persona y tirar la llave de la jaula al río.
Chile entendió que, en medio de todas esas promesas, inevitablemente venía una cuchilla que les inyectaba odios, porque estaba basada en revanchas, y les iba a quitar la libertad y el progreso que ya habían logrado con el pretexto de que el gobierno necesitaba todos esos poderes para resolver los problemas del país. Con haber entendido esto, el país se separó de América Latina para emprender, ya más decididamente, el camino a ser un país plenamente desarrollado.
¿Por qué Latinoamérica ha caído una y otra vez en estas jaulas doradas? Hay mucha gente que piensa que la región tiene un problema de educación. Puede ser que eso sea, pero depende del tipo de educación del que estamos hablando. Más precisamente, el problema es de falta de carácter.
Como dice el sociólogo Richard Sennet en su libro La corrosión del carácter: “El carácter se expresa mediante la lealtad y el compromiso mutuo, o mediante la búsqueda de objetivos a largo plazo, o mediante la práctica de la gratificación diferida en aras de un objetivo futuro”. A Sennet le preocupa que las cosas están cambiando demasiado rápido en la vida moderna para siquiera tener una idea clara de cuáles deberían ser estos objetivos. Las relaciones son demasiado cortas para crear un sentido de lealtad y compromiso con nuestros amigos por las constantes migraciones, con nuestros compañeros de trabajo por la temporalidad del trabajo en equipo. En tal entorno, no hay incentivos para asumir la responsabilidad, para rendir y pedir cuentas a largo plazo.
Pero lo que dice Sennet que está causando la corrosión del carácter en las sociedades desarrolladas, ha pasado en América Latina desde siempre. No tenemos ni historia y aceptamos con gran felicidad que nos borren la poca que tenemos y por supuesto no tenemos carácter. Aceptamos que nos metan en la jaula y luego decimos que ya no podemos hacer nada. Por doscientos años. Ojalá que ahora que ha tenido el período más largo de democracia, Latinoamérica no deje que la destruyan ni que le quiten lo poco que queda de su historia para que sus pueblos puedan comparar y rechazar las jaulas doradas por las que están cayendo ahora, como lo hicieron los chilenos.
Por el momento, un cálido adiós a Chile, que finalmente se ha liberado de la maldición de Sísifo que azota a toda Latinoamérica —caer en la misma trampa populista hasta la eternidad. Está formando sus bases ya como un pueblo con carácter.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 8 de septiembre de 2022 y en Cato Institute.

 

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